Microalgas para descontaminar agua
La Opinión/ La Voz del Sud
Las universidades públicas argentinas tienen como uno de sus pilares la investigación científica y el desarrollo tecnológico. A partir de allí se alienta la transferencia de conocimiento para que lo generado en la Universidad llegue a la sociedad en forma de productos, servicios e insumos. En ese contexto numerosas investigaciones terminan mejorando la calidad de vida de la ciudadanía en el corto plazo.
Un ejemplo de estas investigaciones es la primera planta potabilizadora del país que usa microorganismos para el tratamiento del agua. Es un sistema eficiente y económico que se podría instalar en poblaciones pequeñas sin acceso a tecnologías de descontaminación. La misma se puso en marcha gracias a Investigadores de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y la empresa estatal AySA. Si bien es una planta piloto, tiene la capacidad de descontaminar hasta 36.000 litros por día.
Agustin Rearte, Investigador del CONICET en la Facultad de Agronomía de la UBA, habló sobre las microalgas. “Son microorganismos fotosintéticos que se encuentran sobre todo en ambientes acuáticos como ríos, lagunas, piletas o floreros, y tienen diversos usos. Actualmente, por ejemplo, se las utiliza como suplementos dietarios para humanos o peces”, comentó.
Rearte investiga las propiedades y potenciales usos de las microalgas desde 2009. Al pasar los años fue armando un grupo de trabajo dentro de la cátedra de Química Orgánica y Analítica. Este grupo se enfocó en ampliar las investigaciones sobre remediación de aguas y desarrollar la tecnología para el tratamiento con microalgas. Así, lograron pasar de los ensayos en el laboratorio a la instalación de la planta piloto.
Las microalgas pueden presentar múltiples usos, desde medicinales hasta alimenticios. Además de tratar las aguas residuales urbanas, se busca producir biofertilizantes. Al ofrecer oportunidades ambientales y productivas con bajos costos energéticos y económicos, proponen replicar la experiencia en municipios y empresas del agro del país. Este sistema de tratamiento necesita bastante superficie por eso se apunta a plantas descentralizadas que puedan instalarse en pueblos pequeños y alejados.
“La idea es que la tecnología se afiance y se reproduzca tanto en el sector público como en el privado. Las plantas de tratamientos de microalgas se podrían aplicar para municipios que no tengan tratamientos de agua o tengan procesos deficientes y que cuenten con el espacio suficiente, y para establecimientos agropecuarios como feedlots, tambos y otras producciones animales intensivas”, dijo el docente.

El proyecto obtuvo financiamiento de la convocatoria “Ciencia y Tecnología contra el Hambre”, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT). También colaboran en el proyecto otras entidades como la empresa de inteligencia artificial TDK, la Fundación Bunge y Born, UBATEC y la Universidad de Almería (España).
La planta piloto y la ayuda del sol
La planta que está en prueba actualmente se encuentra en la Planta Depuradora Sudoeste de Aysa. Esta trata agua residuales de cloacas urbanas del partido bonaerense de La Matanza y alrededores.
Consiste en tres reactores de 40 metros cuadrados cada uno que tienen la forma de grandes piletones. El agua que llega a estos reactores pasa primero por una etapa de tratamiento primario. “Nosotros hacemos el tratamiento biológico con las algas y descargamos el agua para que siga su proceso. Nuestra planta está automatizada para controlar parámetros operativos y, a su vez, está monitoreada en tiempo real”, indica Rearte.
Los reactores son de gran extensión y baja profundidad para que la luz del sol llegue a las microalgas y puedan realizar la fotosíntesis. Poseen un sistema de agitación que impulsa el agua y distribuye las algas de forma homogénea. También montaron una centrífuga, que es una tecnología de separación de biomasa que todavía está en desarrollo.
En un día las algas han demostrado capacidad de tratar 12 mil litros de agua y producir 760 gramos de biomasa microalgal. Además fueron capaces de reducir el 90% de la materia orgánica, el 95% del nitrógeno y el 50% del fósforo, entre otros contaminantes.
“Las microalgas sacan los nutrientes y la materia orgánica del agua residual, lo que sería ‘tratar el agua’. De esta manera, al aumentar su biomasa, luego se las puede usar como biofertilizante o bioestimulante vegetal. Tras buenos resultados a escala laboratorio, quisimos validar esta tecnología en un escenario más grande”, contó Rearte. Para darle este uso, deben cumplir los requerimientos de distintas normas como la resolución 410/2018, que legisla el uso de los barros obtenidos de plantas depuradoras.
Además, la instalación cuenta con un sistema que registra y analiza cómo funciona la planta. Se usan modelos de aprendizaje virtual e inteligencia artificial que permite automatizar las tareas y hacerlas más eficientes. Esta tecnología se usa también para predecir como funcionaría en otros lugares del país.