Por Pablo Fischbein
 
Mañana de Sol
bajo por la escalera
calle Nueve de Julio, llegando los monos
los monoblocks.
Los pibes corren en la canchita
al lado del San Agustín
y ya sabemos, somos tres
vos desde allá atrás, y yo,
y el otro viene después.
Me asomo por el cruce de Colón y Pringles
el aire es el mismo
el Chorrillero te atornilla a la vereda
ahí en Los Vascos hay un techito
para no mojarte cuando llueve
como si el tiempo pudiese estacionarse,
como un queso.
Los autos eléctricos se desplazan en silencio
mejor para la siesta.
En las noches iluminadas por los LED en los árboles
y hologramas que te venden lo que no necesitas
la Pringles se llena de gente
siempre predispuesta al rezo
por su propio bienestar y abundancia
y caminar hasta el Cristo
los tres de mayo.
Algunas cosas no han cambiado
otras van y vienen, como
las putas de España y Lafinur.
Los alumnos presenciales
cada vez menos presentes.
Cerraron Aranjuez después de los saqueos.
Vos creías que el edificio del Barco
Iba a estar ahí por siempre
como si la nostalgia tuviera algún poder
más que hacerte lagrimear.
Es así, me dije, la gente se muere.
Por más que me llamen al recuerdo.
Me conformo con comprarme
un paquete de tabaco en El Toro
ahí frente a la plaza
donde se encuentran Junín y Rivadavia.
Después tomaría una birra por un peso
la tomaría con vos
justo con vos
que creíste que dolarizar
era volver al uno-a-uno
como si te hubiesen arrancado la memoria.
Los carteles magnéticos
y las fachadas de vidrio inteligente
escupiendo noticias de ayer.
Me voy a tomar la birra con “El Tigre”
O un café de parado con Coquito frente al TIA
mientras dirige nuestras vidas.