Pier: la ilusión que condena a vivir el ritual de los pibes atentos
Por Polaco Altavilla
Alucinados como la primera vez que vinieron a San Luis, Pier, la banda formada por los hermanos Cerezo, el cantante Ramiro y Agustín en guitarra, retornaba a la provincia para mostrar temas de su último CD y repasar el extenso repertorio con las canciones más emblemáticas de su discografía.
Formados en 1994, Pier cuenta con una docena de discos, dos DVD, un vinilo y más de veinte videos, sumando el último lanzamiento, Buen Recuerdo, editado en formato sencillo, parte de la primera fase del álbum Conexión -que saldrá completo con 10 canciones antes de fin de año- como cuarto single.
“El tema está teniendo muy buena repercusión con la gente, que es muy importante, y sobre todo estamos tocando en muchos lugares del país, que es lo que más nos gusta, recorrer el país con nuestra música es ya casi un privilegio, no?”, preguntó Ramiro Cerezo, sin necesidad de responderle.
“Desde la época de los vinilos que salían los singles”, resaltó de la operativa de difusión. “De antemano sabíamos que íbamos a hacer un disco entero, pero tomamos la decisión de sacarlo de a partes para no desperdiciar ninguna canción”, anticipó el cantante de la placa, a los que suman los festejos de sus 30 años de carrera. “Este disco es parte de eso, de estar tantos años en la ruta y de generar mucha música”.
“Estamos los dos muy contentos y conformes con la trayectoria que tenemos”, precisó el hermano mayor, de las conversaciones que mantiene con Agustín en esos viajes de colectivo en gira, en este caso para presentarse en Comuna Club. “Habernos dedicado a esta profesión, que te diría es mi oficio, sinceramente nos enorgullece, y sobre todo siempre nos hemos basado en la pasión y en el sentimiento que tenemos para la música y con el rock and roll. Son muchos años, mucho camino recorrido, por suerte la gente nos acompaña, y en Comuna esperamos que sea una fiesta porque tenemos muchas ganas de ir a tocar”, ansiaba Ramiro, de un ritual rockero en el que no faltaron los clásicos de los pibes atentos, como El Narigón del Barranco, La Ilusión Que Me Condena, Jaque Mate, Ángeles del Olvido, y Sacrificio y Rock and Roll, entre otras.
“Mirá, te digo un poco cómo fue maquinarlo al disco”, contó Ramiro de la mezcla de Conexión, a cargo de Martín Pomares, Daniel Osorio en la masterización, y la producción supervisada por el “Tano” Baccega (de Ella es Tan Cargosa) y Juan Manuel “Juano” Romero. “Con ellos habíamos laburado unas cositas antes, y nos gustó el feedback que tuvimos”.
También destacó la participación de Roy Quiroga, baterista de Los Ratones Paranoicos, y una sesión de vientos en algunos temas. “El disco realmente… por ahí suena mal que lo diga yo, pero realmente estamos muy contentos ¡y está buenísimo”.
“A Roy nos lo presentó el manager de Juanse, que también es de Los Ratones”, contó el vocalista de la conexión con el prócer del rock stone. “Tocaba con nosotros Walter Sidotti, pero por compromisos no podía venir, tuvimos una charla con Roy, se sumó de manera muy grata, y ahora estamos tocando con él, que es un placer”. Con picardía, Ramiro soltó una risa al escuchar que andaban cortos de bateristas, tocando con uno de los Redondos y otro de los Ratones. “La verdad que sí jaja estamos muy contentos que se hayan sumado. Con Walter quedó una relación espectacular y ahora con Roy estamos ahí al pie de cañón”.
Con los hermanos Cerezo y Roy Quiroga en batería, completa el combo el bajista Juan Cruz Copes.
Radicado en Concarán, el baterista de Pappo’s Blues y Pescado Rabioso, Black Amaya, también se sentó en la banqueta de la batería cuando era drum doctor en el festival Potrero Rock. “Sí ¡terrible! ese festival era impresionante”.
“En estos 30 años por la banda pasaron músicos como Black Amaya, Miguel Botafogo, Michel Peyronel… siempre tuvimos buena confraternidad con colegas contemporáneos a nosotros y con otros que ya son una leyenda, es parte del inventario de nuestra trayectoria y en ese sentido estamos muy contentos y agradecidos”.
“Es tremendo verlo en las banderas, nos pasa con canciones que tomó la gente y se cantan en distintas canchas del país, y eso está bueno”, expresó fascinado de la costumbre popular de contagiar estribillos en las tribunas futboleras. “Todavía me sigo sorprendiendo de esas cosas, como cuando de repente, no sé, voy a tomar un helado y en la heladería están pasando un tema nuestro. Me sigo sorprendiendo y en definitiva uno hace música para llegarle a la gente, para llegarle al corazón y cuando pasa eso realmente se disfruta mucho”.