Las mascotas y los amuletos de nuestros políticos
Nuestro gran mundo político nos da curiosas aplicaciones de las mascotas.
La Opinión, noviembre de 1923
El doctor Alvear, en su juventud, usaba un anzuelo, a la vez que de mascota le servía para pescar, cuando le obsequiaban con unos días de descanso en un portón para reponerse de las tareas de revolucionario. Hoy, según lo aseguran sus íntimos, emplea una para cada día de la semana, teniendo particular preferencia por una garra de pantera negra, que M. De Clemenceau mató en la India engarzada en platino y que le fuera obsequiada por el anciano estadista. Es un eficaz preventivo, según el donante, para impedir los ataques por la espalda.
El vicepresidente, doctor Elpidio González, usa un trocito de cuero de la bota que usaba San Ignacio de Loyola cuando este santo era guerrero y antes de convertirse a la religión. Esta reliquia permaneció durante mucho tiempo en una capillita de Córdoba y se la regaló un confesor cuando niño. El doctor González tiene a esta mascota mucha fe y asegura que a ella debe el éxito en su carrera política.
El doctor Le Bretón deposita toda su fe en una pequeña corteza de pan que, se dice, comía San Roque.
El coronel Justo tiene pasión por las cabezas de caballos de carrera y siempre lleva una tallada en madera que le regalara el general José Uriburu en épocas pasadas.
El doctor Herrera Vegas usa un trocito de hierro que lleva colgado a la cadena de su reloj y que perteneció a la parrilla en que asaron a San Lorenzo.
El almirante Domecq García usa un medallón con el grabado de Jack, el bull-dog mascota de la escuadra inglesa y que salió ileso en la célebre batalla naval de Jutlandia.
El ministro de Instrucción Pública, doctor Marcó hace extender los días en que presiente una desgracia la piel de una serpiente que él matara en la selva de Montiel, en uno de los paseítos revolucionarios de antaño.
El doctor Matienzo usa el número 13 que, afirma, le da éxito en todas sus empresas.
El doctor Gallardo no se separa del obsequio que le hiciera su cuñado, el señor Cantilo, consistente en una cruz de brillantes, en la que lleva escritas estas palabras: ¡Dios te salve!
El doctor Figueroa Alcorta, a quien tanto se le fastidió, atribuyéndole mortífera influencia, cree firmemente en un Buda que le regalara el doctor David Peña, de regreso de su misión en el centenario de las Cortes de Cadis.
Sería interminable la lista de las personas que, en un rango más o menos elevado, tienen la manía de las supersticiones y que emplean mascotas y amuletos para conjurar la mala suerte y atraerse la buena fortuna.