La Aldea y el Mundo

Humanidad olvidada

ONU

Al menos 4,5 millones de personas han debido desplazarse y 1,2 se han refugiado en los países vecinos desde abril, cuando empezó la guerra civil entre las fuerzas gubernamentales y milicias rivales, según el organismo para los refugiados. Después de 200 días de violencia, los enfrentamientos aumentan en escala y brutalidad.

“Lejos de la mirada y los titulares mundiales, el conflicto en Sudán sigue haciendo estragos y la crisis humanitaria que ahí se avecina es inimaginable, a medida que más y más personas son desplazadas por la violencia continua”, afirmó este martes la directora de Relaciones Exteriores de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) al regresar de una misión de varios días a ese país africano.

En conferencia de prensa en Ginebra, Dominique Hyde recordó que la guerra “que estalló sin previo aviso, ha transformado muchas viviendas en cementerios” y añadió que los enfrentamientos aumentan en escala y brutalidad.

Sin embargo, el mundo está “escandalosamente silencioso” frente a las persistentes e impunes violaciones del derecho internacional humanitario, lamentó Hyde.

Según cifras de ACNUR, 4,5 millones de personas han sido desplazadas desde abril, cuando comenzó la guerra, mientras que 1,2 millones han huido a países vecinos como Chad, Egipto, Sudán del Sur, Etiopía y la República Centroafricana. La inmensa mayoría de los refugiados son mujeres y niños.

El sarampión y la desnutrición están matando a los niños

Más de 1200 menores de cinco años han muerto en cuatro meses en el estado del Nilo Blanco, donde se refugian unos 433.000 desplazados que no tienen acceso a alimentos, refugio, agua potable y otros bienes básicos.

El aumento del número de personas desarraigadas ha desbordado los servicios esenciales en los campos de refugiados del estado, señaló Hyde, quien estuvo en ese estado y habló con los desplazados.

Como en el resto de Sudán, las escuelas en el Nilo Blanco llevan siete meses cerradas y las aulas sirven como refugio temporal para los desplazados. La situación sanitaria es catastrófica, dijo Hyde, y explicó que la gran mayoría de las muertes infantiles se deben a un brote de sarampión que se suma a la desnutrición.

“Al menos cuatro niños siguen muriendo cada semana en el estado del Nilo Blanco debido a la falta de medicamentos, personal y suministros esenciales”, agregó.

El éxodo se acelera y faltan recursos

En tanto, el éxodo de refugiados sudaneses hacia los países vecinos se acelera con unas 700 personas llegando diariamente a Chad.

Además, unas 20.000 personas cruzaron la semana pasada a Sudán del Sur, país al que han entrado más de 362.000 personas de abril a la fecha.

La funcionaria de ACNUR observó durante su visita que un centro de tránsito diseñado para 3000 personas acoge ahora a unos 20.000 refugiados.

“Hay gente por todas partes y las condiciones no hacen más que empeorar. La situación del agua y el saneamiento está a punto de provocar un brote de cólera. He trabajado en este campo durante 30 años y esta es probablemente una de las peores situaciones que he visto”, aseveró Hyde.

Al caos y la precariedad también se agrega una violencia sexual generalizada, apuntó, urgiendo a poner fin a toda violencia de género, incluida la violencia sexual como táctica de guerra. “Los responsables de estos crímenes deben rendir cuentas y los supervivientes deben recibir apoyo médico y psicosocial. Las partes deben implementar mecanismos para evitar que estos abusos sigan ocurriendo”, recalcó.

Las organizaciones humanitarias como ACNUR están desbordadas y el plan regional para la acogida de los refugiados sudaneses en los países vecinos y de ayuda humanitaria dentro de Sudán no cuenta con financiamiento suficiente.

Actualmente hay más niños desplazados allí que en cualquier otro lugar del mundo: tres millones huyen de los combates entre el gobierno y las milicias rivales.

“Unos 14 millones de niños en Sudán necesitan urgentemente asistencia humanitaria para salvar su vida”, alertó UNICEF, apuntando que muchos pequeños viven en un estado de miedo perpetuo a ser asesinados, heridos, reclutados o utilizados por actores armados.