La Aldea Antigua, La Aldea y el Mundo, San Luis

Una ceremonia matrimonial interrumpida de una manera inexplicable

La Opinión, diciembre de 1923

Sería inútil tratar de describir la sorpresa que causó en Boston la noticia del compromiso matrimonial de Miss Ronsemunda Bradley, hija del multimillonario Robert Bradley, con un exagente de la policía a caballo del Noroeste de Canadá.

¡Una dama de la ‘elite’ bostoniense se casaba nada menos que con un policía!

Pero ya que de policías hablamos, bueno será advertir a nuestros lectores que los miembros del cuerpo de policía a caballo del Noroeste de Canadá, no son vulgares agentes de tráfico de esos que vemos a diario en las esquinas de nuestras avenida dirigiendo a la masa de vehículos y peatones que transitan por las arterias de la ciudad; la policía del Noroeste de Canadá es una organización altamente respetada y que parece casi de leyenda por el heroísmo de sus componentes, cuyos hechos a menudo suelen ser tema para las mejores novelas y producciones cinematográficas de nuestros días.

Además, el novio de este caso, era un expolicía de los dragones a caballo y en los días en que se celebraba la ceremonia, nada menos que el capitán Carlos Renault, una personalidad entre los de uniforme.

Y sin embargo, el capitán Renault no era precisamente el tipo de esposo para una de las bellezas del aristocrático Black Bay bostoniense; no tenía ni fortuna ni posición social ni parentescos entre aquellos que gozan de estas dos “cualidades”.

Pero lo cierto es que el casamiento era por amor y nada más que por amor, aunque este hubiera sido hecho por correspondencia. La primera carta fue enviada del Labrador.

Más tarde, estando Miss Bradley en Francia, siguieron yendo y viniendo cartas, cada vez más apasionadas. ¡Y por fin, al cabo de ocho años de noviazgo por correspondencia, se formalizó en matrimonio! Pero en el momento de cambiar los anillos algo extraño se produjo. Desde la puerta se escuchaba una voz que decía en tono de protesta: “¡Que soy su hermano y he venido desde Canadá a presenciar el matrimonio!”

“Rapto de Helena”, Luca Giordano, 1680-1683.

Una vez en la iglesia el hombre se abrió paso hasta llegar al pie del altar mayor en el que estaban arrodillados los dos novios, y acercándose al que decía ser su hermano inclinó la cabeza y le dijo algo al oído.

Apenas hubo escuchado las palabras del misterioso invitado, el rostro del capitán Renault se cubrió con la palidez de la muerte, y poniéndose de pie extrajo un revolver del bolsillo. Apuntando al desconocido le hizo abandonar la iglesia, ordenándole que no dijera una sola palabra o era hombre muerto.

Pasaron unos instantes y el sacerdote iba a continuar la ceremonia, cuando se oyó el ruido de un disparo en el exterior del templo: el desconocido yacía muerto en el suelo.

Mucho dio que hablar este suceso, cuya solución pudo hallarse seis meses después cuando Renault, en una partida de caza, fue despedido de su caballo, sufriendo golpes tan graves que lo pusieron en estado agónico.

El joven contó que ocupó el lugar de su amigo, el verdadero Renault, a quien pensó haber herido de muerte tras enamorarse de Miss Ronsemunda, la muchacha de las cartas. O’Nelly, el hombre con quien ella se había casado, no era el hombre con quien había tenido un noviazgo por correspondencia. Viéndose descubierto O’ Nelly (o el falso Renault) aseguró a su amigo que la novia lo amaba.

Sabiendo que revelar la verdad podía afectar a su amada, decidió terminar con su vida el día de la boda.