La Aldea Antigua, La Aldea y el Mundo, San Luis

Le decían “el caballero cantor”

Editorial

El 13 de febrero de 1891, en Troina, Enna, provincia de Catania, Sicilia, nace Andrea Corsini, más conocido como Ignacio Corsini y apodado “el caballero cantor”, fue un cantante, actor y compositor de música popular argentina nacido en Italia. Llegó a Buenos Aires el 13 de mayo de 1901 en el buque “Antonina”, instalándose en el barrio de Almagro, de la Capital Federal y marchándose posteriormente a la ciudad bonaerense de Carlos Tejedor, ejerciendo allí de boyero y resero, y donde, según dijo, «Los pájaros me enseñaron la espontaneidad de su canto, sin testigos, en el gran escenario de la naturaleza. Aprendí a cantar como ellos, naturalmente y sin esfuerzo». Poco después, se relacionó con el artista circense José Pacheco, que lo introdujo en el teatro y se podría decir que también en el matrimonio, ya que Corsini se casó con su hija, Victoria Pacheco, en 1911. «En ella tuve la gran compañera de toda mi vida, la que me alentó en mis horas inciertas y a la que debo gran parte de mis triunfos», reconocería en su autobiografía inédita, escrita en 1950, dos años después del fallecimiento de su esposa.

En 1907 vuelve a Almagro, donde conoció al payador José Betinotti, también de ese barrio, al cual Corsini tomó como modelo por seguir. En 1913, conoce en Bahía Blanca a Carlos Gardel, y a partir de allí se hacen amigos. En cuanto a materia discográfica Corsini fue muy prolífico y fue artista del sello Odeón (EMI), donde registró toda su trayectoria. Grabó muchas canciones, desde tangos hasta canciones de tinte campero o folclórico, casi siempre con acompañamiento de guitarras. Sin embargo, serían otros dos autores quienes le proporcionarían los grandes impactos que lo iban a identificar como el intérprete del cancionero de temática rosista, el poeta Héctor Pedro Blomberg y su guitarrista Enrique Maciel. La sola mención de los títulos del binomio hace surgir, inmediatamente, el nombre de Ignacio Corsini: “La pulpera de Santa Lucía”, “La canción de Amalia”, “La mazorquera de Montserrat”, “China de la Mazorca”, “La guitarrera de San Nicolás”, “Los jazmines de San Ignacio” y varios más. A ellos habría que sumar, en diferente temática, “La que murió en París”, “Barrio viejo del ochenta”, “El adiós de Gabino Ezeiza” o “La viajera perdida”.

Cuando aún estaba limitado a la línea campera, fue requerido por la cinematografía para filmar Santos Vega (1917) y ¡Federación o Muerte! (1917); más tarde, intervendría en Milonguita (1922), Mosaico Criollo (cortos, c. 1930), Rapsodia Gaucha (1932), Ídolos de la Radio (1934) y Fortín Alto (1941, en la que aparece junto a Agustín Irusta y un joven y desconocido Edmundo Rivero).  Nunca más volvió a cantar profesionalmente desde su última actuación de despedida ante los micrófonos de Radio Belgrano, el día 28 de mayo de 1949. En 1961, reapareció públicamente, ante las cámaras de Canal 7, en el programa Volver a vivir. Y el 26 de julio de 1967, cerraba sus ojos para siempre. Con él se iba una voz particularísima; quizás la más atípica con que contó el tango