Especiales, La Aldea Antigua, La Aldea y el Mundo, San Luis

El cuello de botella

Por Oscar Pedro Rivero

Entre todos los problemas; el problema económico argentino no es el Estado. Si bien los problemas de una nación como en cualquier país del mundo terminan siendo siempre del Estado- en tanto es el responsable de lo bueno y lo malo que le pase a una nación porque el Estado es la representación política de la misma-; el problema económico argentino no es causado, en su origen, por el Estado en sí. En todo caso, es consecuencia de factores estructurales del sistema económico nacional. Entre todos los factores estudiados, el más importante es la llamada “restricción externa”. Esta idea o concepto, es una antigua denominación para el problema que se genera por la falta de dólares. Lo que todos sabemos y muchos dicen, Argentina no produce los dólares que necesita. Esa realidad original: la insuficiencia de dólares es la que dispara un proceso por distintas vías, todas de difícil resolución. Así, la restricción externa sería la causa de una de las manifestaciones, más evidente de las crisis económicas argentinas: la inflación. A la que se propone combatir con un corset en la emisión de moneda nacional y sus complementos: achicamiento del gasto y del déficit público. Justamente, la “estratagema de la dolarización”- mascarón de proa del gobierno- sobrevino como sistema que permitiría parar en seco la emisión monetaria, al impedirla, o, mejor dicho, amputarle al estado nacional la facultad de emitir. Pero la dolarización, hasta ahora, resulta imposible por la misma razón por la cual ella surge: “no hay dólares” suficientes para financiarla. De modo que la expectativa creada, por parte del gobierno, hoy, está retrasada en la espera de contar con dólares a cuyo acceso podría recurrirse, por tres vías: los dólares que están en el colchón; los dólares del FMI; la liquidación de las exportaciones. Los tres caminos están empantanados porque los dólares que están en el colchón, recién empiezan a salir y lo hacen en porciones ínfimas frente al ingente volumen necesario. Por su parte, el FMI ha resuelto no ofrecer financiamiento hasta comprobar que el plan implementado hasta ahora, tenga éxito. Y, los productores no piensan liquidar todas sus divisas ante la desconfianza frente al futuro y la falta de conformidad con el precio del tipo de cambio vigente. Otra imposibilidad, la cuarta, sería, la ausencia total de inversiones externas, que hasta ahora no han arriesgado, como se esperaba, en una economía gobernada con políticas erráticas y sin consenso. Al final, la famosa dolarización se viene postergando y solo quedó la promesa de una difusa e inicua competencia de monedas. 2 El tramo estratégico del achicamiento del estado y del déficit público, es muy poco lo que ha logrado y a un costo social altísimo que está devorando aceleradamente la legitimidad política del Ejecutivo. Hasta ahora se apeló a recetas elementales y puramente ajustistas, como congelar presupuestos, a precios de 2023, con una inflación acumulada a diciembre del 260 %, transferencias a las provincias; cerrar organismos- que ideológicamente resultan nauseabundos para el conservadurismo gubernamental- rescisión de contratos de empleados públicos, junto con la eliminación de subsidios y tarifas de servicios básicos, hoy con precios increíblemente altos e imposibles de pagar; incertidumbre y postergación de actualizaciones en las jubilaciones y pensiones; todas medidas de efectos puramente crueles para los sectores más vulnerables de la sociedad, antes que eficaces para resolver la situación. Al mismo tiempo, a la par han tenido éxito, en una cosa, transferir recursos de sectores más débiles a sectores más fuertes, especialmente con la primera medida: la devaluación- la más alta en la historia argentina. Pero el plato fuerte del plan está aún en espera de la ley ómnibus que habilitaría, una vez aprobada, privatizaciones y terminaría de desmantelar límites legales- ya para preservar derechos, soberanía, democratización, o paz social- especialmente, la tan ansiada flexibilización laboral, trofeo que, desde hace setenta años, las elites económicas argentinas demandan en bandeja de plata.

Hundred dollar bills through the missing piece of jigsaw puzzles. Business and finance. Concept of hidden finance, double-entry bookkeeping, money stash.

La devaluación del peso fue supuestamente para sincerar la economía e incentivar la exportación y aumentar así, ingresos de divisas que incrementarían reservas de dólares facilitando el pago de la deuda, disminución del riesgo país, mejor imagen, frente al mercado financiero y disminución del riesgo de fuga de recursos ante el temor de posibles futuros corralitos. La contracara fue el aumento generalizado del precio de los bienes de la canasta familiar, encarecimiento de las importaciones, aumentando costos de producción y por ende la tendencia a la paralización de la actividad económica por inflación de costos; cierre de empresas que, conjuntamente con la clausura de la obra pública, anuncian un acelerado proceso de desocupación masiva. Aquella tesis de que las cosechas de este año dejarían gruesos saldos favorables, provoca muchas dudas para los expertos. Las cosechas entre marzo y agosto, de soja, maíz y trigo, según promedios de los últimos cinco años, equivaldría en el 2024, a 49 millones de toneladas de soja y 57 millones de toneladas de maíz. En ese orden se espera un total de ingresos por exportaciones de 81.000 millones de dólares. Pero se advierte que sólo el 80 % de ese monto se liquida en el Banco Central y el 20 % queda en el exterior. Por otra parte, las importaciones para el mismo año están calculadas en 66.000 millones de dólares. Por ende, el superávit hipotético del balance comercial se calcula solo en 12.000 millones de dólares, lo cual es muy poco para apuntalar al sistema. Como el precio de productos básicos se hace insostenible, recientemente han echado nafta al fuego, abriendo fronteras para que productos externos puedan importarse libremente, cuando la experiencia histórica indica que medidas de esta clase terminan en la destrucción de la industria nacional, generando, obviamente, más desindustrialización, ante la competencia desigual de la economía del mercado global. En suma, como se temía desde hace tiempo, la mayoría de los pronósticos concluyen que estamos en la puerta de un coctel explosivo: recesión económica con inflación.