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La vida nocturna del Quines del 50

Por “Flaco” Escuálido

Con Domingo Arce, considerado como la memoria viviente de Quines, seguimos viajando al pasado. Conociendo en esta aventura cómo era la década de los 50, cómo era el pueblo, qué servicios existían, quiénes eran sus habitantes, qué pensaban. Son detalles que muchas veces los quinenses contemporáneos quisimos conocer. Revisando las redes sociales encontramos imágenes que despiertan nostalgia. Pero Domingo, con su particular magia, con su voz pausada relatando vivencias, al escucharlo, moviliza emocionalmente.

¿Cómo era la vida nocturna en los años 50?
“Para que entiendas y te ubiques mejor es necesario que sepas que en esa época la luz eléctrica se proveía a través de una usina de corriente continua. Su dueño era Domingo Bataglia.
Todos los días se cortaba a las 24, aunque a partir de las 20:30 la intensidad de su luminosidad empezaba a bajar muchísimo, lo que ya era una señal de que quedaba horas de electricidad.
Esta limitante obligaba, cuando había reuniones familiares o sociales, a utilizar los llamados sol de noche.
Por su parte, en esos años la iluminación urbana abarcaba dos cuadras alrededor de la plaza Lafinur y no era buena ya que los focos, si mal no recuerdo, eran de 45 amperes”. Su relato deja bien en claro que las actividades sociales estaban sujetas a las horas del suministro de energía eléctrica. Luego mencionó que entre los lugares que más se frecuentaban había confiterías, cuyo nombre comercial era Astral, pero los vecinos y vecinas la identificaban como “la confitería del chofer” ya que Sinibaldo Tobar era su propietario. “Astral era la típica confitería que te atrapaba por el aroma del café, del tipo de Buenos Aires. ¡Eran muy buenos! –remarca Domingo-. También ofrecían una cocina con una variada gastronomía; en tanto que la heladería era atendida por Ramón Fernández y Vivin Lucero.

Confitería y cine Astral, Plaza Lafinur, Quines.


En este espacio, además del aroma y el sabor inigualable del café, los clientes podían pasar unos buenos ratos jugando en mesas de billar y de igual modo a las cartas. La propuesta recreativa se completaba con una sala de cine, amueblada con butacas muy pitucas y cómodas. Y, en el verano el cine se montaba en el patio de la confitería”.
Domingo rememora que los contratos de las películas se pactaban con promotores que venían de Mendoza. Las películas llegaban en los coches de la TAC al hotel Magnano y desde allí, ante los ojos curiosos de los espectadores, un vecino de apodo “Muchango” las trasladaba en su carretilla hasta la confitería Astral.
El cine era uno de los principales o el principal esparcimiento de la época. Tan grande era la expectativa que se generaba, que el cine se transformaba en el escenario del encuentro de las familias, en una fiesta. La cita era todos los sábados a las 21:00. Domingo continúa su relato y allí sonríe: “Recuerdo ver King Kong, tenía unos trece años…”.


El segundo cine de Quines
En 1953, un mendocino de apellido De Berardi se integró a la vida de Quines y, como todo pueblo rápido para los sobrenombres, lo apodaron “El sordo”, debido a que no escuchaba bien con un oído. En la esquina de Pringles y 25 de Mayo (en la plaza Lafinur) existía y existe actualmente un local donde De Berardi habilitó una confitería/heladería. La particularidad que tuvo es que allí se hacían concursos de cantos (actualmente karaoke) y luego decidió encarar el negocio del cine. Lo instaló en un local que estaba en diagonal de la confitería de propiedad del comerciante “Pancho” Rodríguez. Tuvo que construir un escenario -pantalla y la sala para las máquinas proyectoras. Pero al tiempo, este emprendimiento tuvo un final inesperado. Todas las instalaciones con su equipamiento quedaron totalmente destruidas por una explosión.
Domingo tiene bien en claro que se manejaron conjeturas por ese episodio e incluso que habían usado explosivos que se utilizaban en las minas del Zapallar. Asimismo, Domingo recuerda que cuando estuvo detenido en 1971 en la penitenciaría de San Luis (frente a la Plaza Independencia) por un problema judicial, otra persona que estaba detenida le dio una pista de “quién se mandó” la macana, pero que todo quedó en un comentario, en una suposición. “Quines estaba conmocionado. Vino la Policía de San Luis, con la investigación a cargo de un tal Chirino. Terminaron viajando 15 vecinos de Quines a declarar. Nadie había visto nada. No pudieron esclarecer lo que sucedió con el cine de ‘El Sordo’ De Berardi. El tiempo pasó y se llevó un misterio que nunca fue resuelto”.