Especiales, San Luis

PASIÓN Y MUERTE EN EL BARRIO 1° DE MAYO

Fue el 20 de junio de 1988. Tres mujeres, una de ellas embarazada, murieron asesinadas a balazos. El asesino tenía un frondoso prontuario. Hirió gravemente a un menor de edad. Se había fugado de la cárcel. Era intensamente buscado por otros hechos. Se entregó once días después.

 

Aquella fría madrugada del 20 de junio de 1988 había pegado fuerte en el precario y humilde barrio 1° de Mayo, ubicado en el oeste de la ciudad de San Luis que nació como asentamiento y fue habitado en sus inicios por vecinos de otras provincias y de países cercanos como Chile.

En una de esas viviendas, compuesta por dos espacios separados por telgopor y uno más que oficiaba de cocina comedor, y un baño externo, tomaban mates tres mujeres: Norma Beatriz Pereyra, de 18 años, embarazada de cinco meses; su hermana Rosa Antonia y la madre  de estas, María Olga Matus de Pereyra.

El frío reinante y el viento del sur no había mellado el deseo de una mateada después de un festival bailable en el Club Pringles. Eran aproximadamente las 4 de la mañana, cuando llegaron a su casa y entre mates y mates se quitaron el calzado para relajar los pies y amenizaban el momento entre charla y risas.

De repente, lo que era todo armonía y felicidad se transformó en un caos. La puerta de  chapa atada con alambres sucumbió ante el fuerte y despiadado empuje de alguien que quería ingresar al cuarto.

Precaria. Un sector de la vivienda que habitaban las mujeres asesinadas y un menor de edad.

Nadie esperaba visitas y tampoco había sido invitado. Se agigantó la figura de un hombre armado, desalineado, con el pelo todo revuelto, barba de varios días, jean y campera negra. Las mujeres temblaron, sorprendidas y atónitas no atinaron a nada: era Jorge Alberto «Copete» Cabañez.

Se conocían de otras largas noches de charlas, bailes y juntadas. El diálogo iniciado en términos no muy amigables fue cambiando de tono y se convirtió en un griterío que despertó a quienes dormían en otro cuarto, una pareja compuesta por el hijo y hermano de las mujeres: Roque Mario Pereyra, su mujer María Liliana y un hermano menor de edad, Orlando Sergio.

Los gritos atronaban la morada, el mate se enfrió, y de las palabras pasaron a los empujones y manotazos hasta que de un momento a otro, «Copete» Cabañez extrajo un arma de entre sus ropas y efectúo un disparo que dio de lleno en la mayor de las mujeres, María Olga Matus. La mujer se habría interpuesto entre el agresor y su hija Norma Beatriz, quien recibió dos disparos y gestaba un embarazo de cinco meses producto de la relación -según decían- con su ahora victimario. No contento con eso, baleó y mató a la hermana de Norma Beatriz, Rosa Antonia. Otro disparo dio en el abdomen del menor que dormía en otro cuarto separado por un trozo de telgopor, mientras que la pareja huía despavorida y como podía de la balacera desatada por el «Copete» Cabañez.

La paz y la madrugada de risas y mates había terminado de la peor manera. Tres mujeres muertas, una de ellas embarazada y un menor herido de gravedad. Una vez consumado el escalofriante hecho, Cabañez se dio a la fuga y se perdió en el monte cercano, lugar que ‑según dicen‑ conocía de memoria.

Pero, ¿qué llevo al «Copete» a desatar semejante y aberrante hecho? Según la historia, «Copete» venía a reclamarle a María Olga por qué le había dado información a la Policía de sus movimientos. Es que Cabañez era dueño de un frondoso prontuario, había estado preso en Córdoba y Mendoza, y era intensamente buscado por la Policía sanluiseña porque se había fugado de la Penitenciaria local donde estaba por otros delitos. Otros dicen que venía en busca de Norma Beatriz, que hasta un tiempo atrás había sido su pareja.

De cualquier manera y a cualquier precio, Cabañez quería recuperar a la mujer que, presumía, en sus entrañasllevaba a su hijo y ante tanta negativa, se habría desencadenado una balacera impresionante en un espacio muy reducido.

Otra de las versiones que circularon en aquellos momentos fueron unas declaraciones que hicieron los hermanos de las víctimas que se habían salvado de la balacea: Orlando Sergio Pereyra, de 12 años, y Roque Mario Pereyra, de 19.

El menor contó que «Copete» se volvió loco cuando vio a su expareja, Norma Beatriz, besarse con un policía de nombre Gerardo, quienes no se percataron de su presencia. «Para asustarlos, ‘Copete’ les tiró un tiro por los pies, después pasó lo que pasó», dijo.

Según se desprende de la narración, las mujeres conocían de antes a Gerardo y a otro policía de apellido Falcón, ambos numerarios de la Subcomisaría cuarta, con quienes supuestamente había concurrido a la bailanta del Pringles.

– Sin consuelo. Un familiar llora abrazado a una de las mujeres asesinadas en el 1° de Mayo

En su amplia declaración, Roque Mario Pereyra dijo entre otras cosas que su hermana esperaba un hijo de un tal Mario. «Cabañez no tenía nada que ver con el asunto», aseguró y agregó que en su casa estaban los policías Gerardo y Falcón, amigos de las mujeres. «Mi madre y mis hermanas se habían ido a bailar y cuando volvieron se puso todo muy mal, primero escuché que hablaban entre ellas y después, un disparo hecho por Cabañez y después otro y otro».

«Me tiró uno a mí, pero creo que pegó en el colchón. Casi desnudos y tapados con una frazada huimos con mi señora, huimos en busca de auxilio a la dependencia policial cercana al tiempo que escuchábamos: ‘Así que me han vendido con la Policía…los voy a cagar matando a todos… ustedes le han dicho todo a la Policía…’ y después gritó más fuerte…‘quemen toda mi ropa que me voy…’ y seguían escuchándose disparos».

En la Subcomisaría, le contó lo que pasaba en su casa a un policía de apellido Jofré, pero no le tomó en serio su relato, cerró con llave la puerta y guardó una ametralladora en un armario y diciendo no tener pilas en el transmisor de la radio policial para comunicarse con sus colegas.

A la tragedia le siguieron once interminables días de rastrillajes por caminos adyacentes, vecinales, rutas, allanamientos en distintos puntos de la ciudad y hasta la participación de un helicóptero de la Fuerza Aérea piloteado por el teniente Guiñazu, exveterano de la guerra de Malvinas, que sobrevoló toda la zona montañosa de las sierras grandes de San Luis.

Cabañez, según se dijo, estaba escondido en un «aguantadero» cercano, su madre y una de sus hermanas lo proveían de alimentos. El tiempo corría en su contra, el cerco se cerraba inexorablemente por lo que los familiares del victimario optaron por consultar con un abogado y juntos convencieron al asesino de que desistiera de su alocada maratón de sangre y muerte.

Jorge Alberto «Copete» Cabañez se entregó y mediante sus letrados pidió increíblemente «amplias garantías de seguridad porque temía por su vida».

Alberto «Copete» Cabañez. Custodiado fuertemente, el cuádruple asesino es trasladado a dependencias policiales después de once días de búsqueda.

Posteriormente, el informe psicológico entregado por la licenciada Norma Esther Frontini develó que «Cabañez tiene debilidad mental leve, atención constante, muy centrada en sí mismo y memoria normal, censo percepciones sin manifestaciones alucinatorias, está orientado temporo-espacialmente, curso de pensamiento coherente y lógico, tiene capacidad de juicio crítico, distingue el bien del mal, conoce los hechos que constituyen el delito y las consecuencias que ello determina, conoce las consecuencias de los actos».

El estudio, además, lo describe con una «personalidad con rasgos de psicopatía, muy reservado, inestable emocionalmente, superficialidad en el manejo practico de la vida, escasa modulación efectiva» y concluye con cómo lo notó en ese momento: «Actualmente depresivo, estado que se reactivó a la situación de detención. No se observan síntomas ni signos de alteración mental. Posible disfunción neurológica por lo que se requiere un electroencefalograma».

A Cabañez se le decretó prisión preventiva a través de la resolución judicial 495/88 por cuádruple homicidio calificado, tentativa de homicidio calificado todo en concurso real y hurto simple, en concurso real con los anteriores hechos. La causa cayó en el Juzgado del Crimen 2, cuyo titular era el doctor Cristóbal Omar Ibáñez, quien detalló en forma extensa las razones que lo llevaron a tomar tal decisión.

Después de un extenso juicio que acaparó la atención judicial de la provincia, «Copete» fue condenado a cadena perpetua. Solo y sin amigos, veía pasar sus días tras las rejas hasta que un día tomó la drástica determinación de quitarse la vida, tal vez lleno de remordimientos o temeroso de lo que le pudiera pasar durante el encierro, en contrapartida a lo que él había vivido: jugándosela como fuera, pero siempre al margen de la ley.

Hoy 34 años después de aquella fatídica e interminable noche de sangre, pasión y fuego en el barrio 1° de Mayo, poco queda. A veces y como una gran anécdota evocan el caso a modo de historia.

Los protagonistas que quedaron vivos no quieren hablar, algunos murieron y los otros se fueron de San Luis, tal vez avergonzados de lo sucedido aquella fría madrugada del 20 de junio de 1988.

Fuente: San Luis y su gente escrita por el periodista Johnny Díaz con fotos de Mario La Torre, publicada el 23 de enero de 2023.