REPITENCIA: UNA PUERTA GIRATORIA QUE EXPULSA
Por hora 7 estudiantes argentinas/os repiten o abandonan la secundaria.
Por año son un poco más de 57.000 estudiantes de los 11.000.000 que hay en nuestro país, los que repiten o abandonan. Por día son 156 en un año calendario de 365 días, si dividimos por el año académico, 180 días, por día repiten o abandonan 316 chicas y chicos.[1]
Por año, unos 100.000 estudiantes terminan la secundaria en nuestro país, pero adeudan materias y no se reciben, además si consideramos que de 100 estudiantes sólo 61 llegan a egresar sin repetir o abandonar, de los cuales sólo 13 cumplen con la trayectoria esperada y conocimientos satisfactorios en lengua y matemática, el panorama es muy desolador.[2]
El llamado “Egreso a término” es el indicador que considera el porcentaje de estudiantes que se graduarán sin repetir ningún año, de mantenerse las condiciones actuales de promoción y retención. También existe el indicador llamado tasa de “Egreso Global”: mientras el egreso global era del 97% en primaria al incorporar la condición de la “no repetición”, la tasa de egreso oportuna es sólo del 80% (podemos pensar entonces que un 17% de estudiantes egresan después del tiempo esperado, habiendo repetido algún grado). En el caso del nivel secundario la distancia es mayor: si la tasa global era del 54%, el egreso oportuno solo incluye al 29% de estudiantes (es decir, que el 25% de estudiantes egresan con repeticiones en la secundaria).[3]
San Luis no es ajena a estos números, y una de las razones es la normativa actual. La Resolución Nº 34-ME-2012, de fecha 22 de febrero de 2012, dispone en su Anexo I, Capítulo II, punto II.2.: “En el Nivel de la Educación Secundaria podrán ser promovidos al año inmediato superior, con tres (3) asignaturas pendientes de aprobación (previas) del año inmediato anterior, siempre que el alumno se haya presentado en los exámenes de diciembre, febrero/marzo, en al menos una de las asignaturas de las tres (3) que adeuda. El no presentarse en las mesas de exámenes le impedirá el ingreso al año inmediato superior. Serán requisitos de la promoción: para ingresar a cuarto (4to) año tener aprobado la totalidad de segundo (2do) año; para quinto (5to) año tener aprobado la totalidad de tercer (3er) año y para sexto (6to) año tener aprobado la totalidad de cuarto (4to) año.”
Esto plantea un verdadero dilema que es ético porque pone en tensión valores como el mérito (esfuerzo,constancia) o su falta, la apatía o desinterés y el interés, el miedo y la esperanza, el fracaso o el éxito, siempre en relación al resultado obtenido al final de un año académico calendario.
Y decimos que es un verdadero dilema, principalmente por tres cuestiones:
- El sinsentido -derivado de la normativa vigente- de repetir un año ya aprobado, la puerta giratoria.
- Las contradicciones del discurso educativo que sostiene que las materias del secundario realizan un abordaje de progresiva complejidad, pero que queda expuesto en su sinsentido cuando un/a estudiante puede repetir un año que ya tiene aprobado por deber una materia del año anterior, cuyas acreditaciones son de un nivel inferior y se supone que están implicadas en la base de lo que se aprobó.
- Los estigmas en adolescentes, su salud mental, y la de sus familias.
Considerar la repitencia como puerta giratoria (punto 1), se relaciona con los argumentos que pedagogas/os han venido denunciando: si ponemos el acento en los aprendizajes la repitencia no es garantía de mejoría. Rebeca Anijovich sostiene al respecto: “La repitencia no es una buena estrategia. Primero, porque volver a hacer lo mismo que supuestamente hiciste o no hiciste o hiciste a medias el año anterior no garantiza de ninguna manera que mejore tu aprendizaje. Hoy en día no aprendemos exclusivamente por repetición: aprendemos indagando, estableciendo relaciones, vinculándonos con el mundo real. Con lo cual, repetir lo mismo que hiciste el año anterior no tiene ningún impacto. ”[4]
El punto 2, por su parte, permite visibilizar el panorama complejo que atraviesa a las escuelas cuando se analiza el “qué” y el “cómo” de la enseñanza. La progresiva complejidad en los saberes y habilidades a desarrollar en el secundario es una base del constructivismo, teoría del aprendizaje que sustenta teóricamente a los diseños curriculares, los programas, las planificaciones y el accionar áulico. El problema es que la palabra “teóricamente” adquiere otro sentido en el contexto real de la escuela: el constructivismo tiene el dominio completo de los discursos y los documentos, pero en la práctica, su presencia es variable, difusa y ocasional. ¿Es esto “culpa” de las y los docentes?, ¿la institución escolar debe asumir el rol de integrar lo que está desconectado?, ¿o es el Estado, en sus diferentes jurisdicciones, el que no ha sido capaz de dar respuesta a esta distancia evidente entre lo que se dice y lo que se hace en las escuelas? No parece haber respuestas excluyentes, más bien parece que las responsabilidades pueden ser compartidas.
El punto 3, por otra parte, refleja una realidad que se ha vuelto cotidiana y quizás por eso, nos encuentra tristemente anestesiadas/os. Recurriendo nuevamente a Anijovich: “cuando repetís dejás de pertenecer a tu grupo y entrás en otro con una etiqueta que dice: “Yo soy el repetidor”. Por supuesto, eso no contribuye ni a mejorar tu autoestima ni a mejorar tus aprendizajes. La repetición históricamente fue vinculada al tema del fracaso, a poner la mirada sobre lo que no podés, lo que no sabés, lo que no hacés. Eso nunca contribuye a mejorar los aprendizajes”. ¿Somos capaces de empatizar con la angustia que atraviesa a estudiantes y familias que, hasta con ropa comprada de “la promo”, listas/os para iniciar 6° año, reprobaron en el mes de marzo, la materia que adeudaban de 4° año? La normativa establece que deben repetir 5° año, aunque ya lo hayan aprobado. ¿Cuál es el beneficio educativo que una chica o un chico pueden recibir de esta experiencia? ¿Cuántas personas se encuentran frente a esta situación pensando “se lo merecen”, invisibilizando todos los problemas educativos que están en el trasfondo y que no representan urgencias para nadie?
La escuela argentina históricamente ha sido la garante de la inclusión social. El hecho de que hoy represente más expulsión que preocupación por los derechos de las infancias y las adolescencias, es una realidad dolorosa. La repitencia sólo es el dato estadístico -uno de enorme relevancia,claro-, la realidad que está detrás es la que requiere intervención y compromiso inmediato. Cuáles son los factores que alejan cada vez más a algunas/os adolescentes de la escuela, cuáles son las razones por las que el mundo adulto no siente dolor ante esa desigualdad o cuáles son las razones por las que la política educativa reproduce “normas” que invisibilizan a las juventudes sobre las que impactan, son algunas de las “cajas negras” del problema de la repitencia, que parece ser un problema sin “dueñas ni dueños”, porque aunque sea incómodo ponerlo en palabras, los datos ponen una verdad clara sobre la mesa, mientras las y los “repitentes” sean estudiantes que no le importan a nadie, la escuela será el lugar que, lejos de garantizar la inclusión, consolide la marginalidad. Que no nos sea indiferente.
[1] https://argentinosporlaeducacion.org/informe/el-camino-hacia-la-graduacion/
[2]https://argentinosporlaeducacion.org/informe/indice-de-resultados-escolares-cuantos-estudiantes-llegan-al-final-de-la-secundaria-en-tiempo-y-forma/
[3] https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informe_nacional_indicadores_educativos_2021_2_1.pdf
[4] https://www.infobae.com/educacion/2024/06/24/rebeca-anijovich-la-repitencia-se-vincula-a-lo-que-no-podes-o-no-sabes-hacer-y-eso-no-contribuye-a-mejorar-el-aprendizaje/
Virginia Miranda-Paulina Calderón