LA PRIMERA CAMELIA
Por Perla Bordón
Solamente Manuel sabe de su muerte. Es invierno, refugiado en el altillo, donde el sol de la mañana lo entibia todo, está abierto sobre la mesa un cuaderno azul, tapas duras, donde la lapicera con fluidez desliza las palabras sobre las líneas turquesas. Son un desahogo, una descarga de ira y de dolor, ante el inevitable final.
La noche previa, reunido con amigos, se presenta Romina, una joven aprendiz de hechicera y toma la palma de la mano de cada uno, soltando vaticinios que todos recogen incrédulos, a él le acerca una frase que queda rondando: “Con el florecer de la primera camelia, partirás”. Sugestionado con el presagio, llega a su casa, baja al jardín y observa cada planta, cada botón, cada brote; el conjunto está mustio, desea con intensidad que así permanezcan. Su imaginación a flor de piel, vuela con preguntas: el desenlace será ¿una plataforma submarina donde se sumerja y transportado por la corriente, se pierda en el inmenso mar? O ¿una estación espacial que lo eleve hacia el infinito?
Es el momento de una ternura porosa que acaricie su piel, nunca la bravura cerrada de una incomprensión. En medio del caos de sus pensamientos, el celular denota la entrada de un whatsapp extraño, es el de un amigo de siempre, Jaime Krul, que hace poco murió en un accidente en la ruta a Mendoza, a la altura de Chosme, un pequeño pueblito de San Luis, y le escribe que pronto lo visitará, al leerlo sus letras se vuelven ácidas, ruidosas, sin ningún sentido. Sube a su cuarto, siente la necesidad de verse bien, elige con esmero la ropa que usará, se afeita, se peina, el espejo le devuelve la imagen deseada, corre la cortina de la habitación, un hielo recorre su espalda, anonadado ve a Jaime que roza un botón de camelia donde asoma un atisbo blanco.
(*) Perla Bordón. Nací en la ciudad de San Luis. Soy docente jubilada de nivel primario. Ávida lectora creo que junto a la escritura son imprescindibles para desarrollar saberes. Mi profesión me llevó a ejercer la docencia en diferentes pueblitos de la provincia de San Luis, en la ciudad, y en la provincia de Bs.As. Ese contacto con niños, cuya mirada cotidiana tienen una pureza y una inocencia nata, me nutrieron el alma con experiencias únicas. Quizás fue la semilla que impulsó a darle forma a mi escritura. En esa área el protagonista fue el Taller Literario de la profesora Viviana Bonfiglioli, que supo guiarme, en los primeros pasos de la escritura, con herramientas justas. Participé en producciones de la revista del taller: “Silencios@s incurables”. Ahora en este presente, disfruto cuando una gotita de creación, ve la luz.
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