PARA EL ABRAZO…GALEANO
Por Gabriela Pereyra
El de 3 septiembre de 1940, hace 80 años, llegaba al mundo un narrador, un cuentacuentos, un observador de la humanidad. Eduardo Galeano nació en Montevideo, Uruguay. Sus pasos recorrerían otras partes de este planeta caótico, desigual, contradictorio, pero este hombre, de palabras calmas, se las ingeniaría para celebrar la vida, la fantasía, los amores, amistades, corajes y silencios…También abriría ventanas para la memoria, para el fuego, la sospecha, el tiempo, las llegadas y las partidas, las injusticias, para estrenar alas, para equivocarse, y una siempre vigente: ventana para la utopía.
Galeano es denuncia, es historia viva, es Latinoamérica con venas aún abiertas. No se pasa por él sin que se estremezcan los sentidos y los sentires. Perseguido y apresado por dictadores a quienes incomodaba su existencia, se refugió en otras tierras sin callarse. Hace cinco años falleció en el sitio donde nació, y la literatura universal, a quien había acusado de machista junto a otros encargados de contar hegemónicamente la historia, le reconoció un lugar. De no ser así, igual sus “palabras andantes” seguirían el viaje iniciado sin cadenas.
Galeano fue periodista, escritor, investigador y amador. Coqueteaba con los géneros literarios y periodísticos con desparpajo, escribía narraciones, crónicas, poemas, microrrelatos, introducía hábilmente en la realidad un guiño de fantasía, una ironía, un absurdo, un pellizco o un sacudón, textos para ser leídos en cualquier tiempo con contundente cercanía.
¿Cómo hubiera mirado Eduardo Galeano este mundo que nos habita? Un mundo atravesado por un virus que vino a recordar lo desigual que era todo, que lo puso todo Patas para arriba, desde dónde habrá que pararse a divisar ese mar de fueguitos que dijo era la humanidad.
Cuánto miedo detectaría, cómo evaluaría los engranajes de la industria del miedo funcionando a pleno. El juego de las paradojas vitales también está en evidencia, antes él decía: “los países que custodian la paz universal son los que más armas fabrican”, hoy lo mismo podría suponerse sobre las potencias que buscan la vacuna. De hecho, tal cual él lo advirtiera: como en una clase de corte y confección, (en el actual contexto), los enemigos (también) son elaborados “a medida”. Mientras tanto, los sensibles seguirán siendo los más vulnerables. Así como el hombre violento tiene miedo de que su mujer no le tenga miedo, lo mismo sucede con el poderoso. El miedo a no ser temido, es algo que irónicamente genera más miedo. El miedo por los que persisten en pelear por un mundo que sea una casa para todos, enciende las alarmas.
Cómo explicarle al creador de El Libro de los abrazos, que, en esta realidad, abrazarse es peligroso. Por él elijo recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón. Me refugio en las palabras y los gestos. Acepto su propuesta: pase lo que pase en nuestras vidas siempre hay que mirar los micromundos, sin dejar de asomarse al universo. Debemos ser capaces de mirar lo que nadie mira, la capacidad de belleza, de hermosura, de la gente más simple.
Somos hijos de los días, y los días se echaron a caminar… estamos hechos de historias… como Galeano nos contó que creían Los Mayas.
No nos sentemos a esperar cómo nos matan los sueños y nos mueren de miedo. El delirio de que otro mundo es posible es también un derecho. Porque si nosotros no lo creemos, qué queda para los nadies, los ningunos y los ninguneados que la historia condenó al no lugar.
La prohibición de abrazarnos debiera interpelarnos antes y ahora aún más. Galeano describe que “No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces del dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña Muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña Muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace”.
En este viaje rescato también este microrrelato del maestro que define lo esencial de los abrazos:
“Oriol Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo, después de salir al mundo, al principio de sus días los bebés manotean como buscando a alguien, otros médicos especialistas, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos, como buscando a alguien, y así es la cosa por muchas vueltas que le demos al asunto y por muchas palabras que le pongamos a eso, así de simple se reduce todo, entre dos aleteos sin más explicaciones, transcurre el viaje”.
Entonces, para el abrazo…Galeano.
Excelente relato de éste maestro del saber decir, transmitir el amor y el dolor.
Hermosoooooo!!!!!!