La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

“NO NOS MATEN”

El asesinato de líderes sociales en Colombia se incrementó durante los últimos años. Defensores de derechos humanos se encuentran indefensos frente a una multiplicidad de actores

Agustina Bordigoni

“Cuando matan a un líder social realmente matan la voluntad, matan la esperanza de la gente a quien él representa. Cuando asesinan a un líder buscan que la gente no reclame, que la gente se quede callada.

No simplemente se pierde a la persona, se pierde todo lo que él ha aprendido, se pierde toda esa trazabilidad de la lucha que llevaba, se pierde también la confianza que ganó en las comunidades, se pierde ese cariño que le tenía la comunidad como para poder trabajar de la mano… Todos los objetivos que se habían conseguido básicamente, si no hay quien los retome inmediatamente por el miedo que se produce, pues también eso queda como algo que pudo ser y no fue”, cuenta en exclusiva a La Opinión y La Voz del Sud Arnobis Zapata Martínez, representante legal de la Asociación Nacional de Zonas de Reservas Campesinas, coordinador territorial de la Asociación de Campesinos del sur de Córdoba y vocero nacional de la Coccam (Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana), y por tanto, líder social colombiano.

Lo que pudo ser y no fue (o no es) es la paz prometida para Colombia. Lo que pudo ser –y no es– es el cumplimiento y la implementación del acuerdo firmado en 2016 entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un pacto que ponía todas las esperanzas en el fin a más de cinco décadas de sufrimiento.

Sin embargo, y desde entonces, se incrementaron los asesinatos de los líderes y lideresas sociales en el país. Desde entonces y hasta hoy, se produjeron 1000 asesinatos, 225 de ellos solamente en lo que va de 2020, cuenta Leonardo González, Coordinador del Observatorio de Derechos Humanos y conflictividades de INDEPAZ, una ONG que realiza un trabajo exhaustivo en la recopilación de datos sobre las víctimas y las violaciones a los derechos humanos en el país.

Pero ¿por qué Colombia sigue en guerra y por qué esta guerra se ensaña ahora con quienes defienden los derechos humanos?

Acuerdos en desacuerdo

El tratado de paz en Colombia, firmado después de cuatro años de duras negociaciones y bajo los auspicios de Cuba, Noruega y Naciones Unidas, establecía, entre otras cosas, el fin de las actividades bélicas, el desarme total de las FARC, la apertura a la participación política de la ex guerrilla, la voluntad (manifiesta por ambas partes) de luchar contra el narcotráfico, la conformación de un tribunal especial para juzgar a los miembros de la guerrilla, y la reforma agraria (que incluía la redistribución de tierras y subsidios a la producción rural para reemplazar cultivos).

Podríamos decir que ninguno de estos objetivos fue cumplido: las actividades bélicas tienen como protagonistas, en parte, a disidentes de las FARC que no se desarmaron, y, sobre todas las cosas, nunca se aplicó la reforma agraria, último aspecto que explicaría la compleja situación actual.

“Los crímenes contra líderes sociales se han incrementado tras el acuerdo de paz con las FARC. En el 2014 teníamos unas cifras muy bajitas de 64 líderes sociales asesinados. Digo muy bajitas comparando con el 2001-2002, que eran unas cifras de 1900 al año más o menos…”, asegura Leonardo, quien además aclara que, durante las negociaciones de paz, el número de asesinatos bajó un poco pero que este número “empezó a subir cada vez más, teniendo cifras elevadas: 209 en 2017, 190 en 2018, 167 en 2019 y hoy vamos, en el 2020, 225”.

Detalle: “La Masacre”, de la obra Testimonios
de la Barbarie de Fernando Botero.

Tanto Leonardo desde INDEPAZ, como Arnobis, desde la experiencia de liderazgo, coinciden en las razones de ese incremento: la falta de implementación del acuerdo de paz y la ausencia del Estado en aquellos territorios que estaban antes bajo dominio de las FARC. Territorios que hoy, con ese vacío de poder, pretenden tomar otros grupos armados.

“Dejan unos vacíos en territorios y unas riquezas como son el tema narcotráfico y minería ilegal, que son aprovechados por grupos armados que pretenden llegar a estas zonas y disfrutar de ese botín que tienen esos territorios”, explica Leonardo; a lo que Arnobis agrega que tras el acuerdo de paz, muchos líderes que estaban escondidos por temor a la guerrilla se dieron a conocer, empezaron “a representar a sus comunidades desde abajo y se expusieron mucho más ante los grupos armados en los territorios”.

Estos líderes, al mostrarse, evidenciaron también una puja entre quienes “estaban a favor de la implementación del acuerdo de paz y los que definitivamente consideraban que eso no servía para nada”.

“Cuando matan a un líder social realmente matan la voluntad, matan la esperanza de la gente a quien él representa. Cuando asesinan a un líder buscan que la gente no reclame, que la gente se quede callada…”

Arnobis Zapata Martínez, Líder social colombiano

Los principales peligros

Explicando un poco el panorama actual, señala Leonardo, “el principal peligro que tienen los líderes sociales es que están defendiendo su territorio y los grupos armados tienen un interés de ejercer control social y territorial sobre esas zonas.

El control social se ejerce dominando a las estructuras sociales de cada una de las comunidades: entonces acá tenemos los campesinos, las juntas de acción comunal, los indígenas tienen cabildos, las comunidades afrodescendientes tienen los consejos comunitarios, y la forma de dominarlos es amenazando a los líderes y a su organización. Esto además repercute en un control del territorio.

Muchas veces estos grupos armados tienen un segundo interés. El grupo armado solamente es el autor material pero hay gente que está detrás, que se beneficia con la labor del grupo armado: son especialmente intereses económicos sobre las riquezas del territorio donde están las comunidades”.

Esos grupos armados, que son paramilitares, guerrillas como el ELN (Ejército de Liberación Nacional), residuales de las FARC (es decir, quienes no entraron en las negociaciones con el gobierno), así como otros grupos pequeños vinculados al narcotráfico son, según Leonardo y Arnobis, los que ejecutan los asesinatos. Sin embargo, no son los únicos responsables.

“Aquí cualquier empresario se puede alinear con un grupo armado de estos, puede llegar a un acuerdo con un grupo, e inmediatamente van a proceder contra la gente que se oponga a cualquier iniciativa que traigan estos empresarios al territorio”, dice Arnobis en referencia a los territorios, muchos de ellos ricos en recursos mineros, y a los proyectos de desarrollo económico que el país lleva adelante en los últimos años.

Pero, además, señala el coordinador de INDEPAZ, “algunos líderes y defensores de derechos humanos han sido asesinados por la fuerza pública, por el Ejército y por la policía. Especialmente miembros de comunidades indígenas o personas que defienden el acuerdo de paz en el punto de sustitución de cultivos de uso ilícito”, una actividad que, agrega Arnobis, “los campesinos tienen que estar en ese sector haciéndolas porque no tienen otra alternativa”.

Sin respiro

Durante la pandemia pasaron dos cosas en el país: se incrementaron los crímenes contra líderes sociales, por un lado, y por el otro algunos grupos armados afianzaron su poder.

Según Leonardo, “la pandemia alteró mucho porque se suponía al principio que la gente iba a estar en sus casas, que no iban a salir y que la fuerza pública iba a controlar… era mucho más fácil. Pero no fue así”, ya que los grupos armaron sus propias estrategias de confinamiento y castigo  (o “una normatividad en pandemia”), y porque “los líderes estaban en sus casas y era más fácil –para ellos–ubicarlos”.

Arnobis sabe esto pero no está dispuesto a ceder. A él lo amenazaron varias veces, su casa fue baleada, tuvo que desplazarse de su lugar de residencia e incluso dos de sus hermanos y 15 de sus compañeros fueron asesinados por su liderazgo social.

Detalle: “El paisaje de Colombia”, de Fernando Botero. Óleo sobre tela, 2004.

Hoy es objetivo militar de muchos grupos armados, pero afirma que no abandonaría su lucha. “Cuando se mete el líder social a hacer esto, y en las condiciones en que toca hacerlo en Colombia, digamos que uno está de alguna u otra manera como preparado para lo que pueda suceder. Yo no voy a salir de mi departamento por más que me amenacen porque considero que eso es lo que están buscando. Y si el gobierno tiene que proteger a los líderes los tiene que proteger en su territorio, no desplazarlos porque entonces estarían logrando los objetivos. Yo nunca he abandonado la lucha. Sí obviamente a uno le da miedo morirse, sí, o le da miedo que le pase algo… Y sí, vivo con un temor diario, pero más allá de ese temor, de ese tipo de situaciones en que uno a veces piensa que ‘no va a poder’, pues no, no he sentido las ganas ni el afán, ni siquiera he pensado abandonar”.

De mal en peor

Frente a la presencia de los líderes sociales y ante la ausencia del Estado, los grupos armados son libres de asesinar con el objetivo de “callar a la gente”, de sembrar miedo, afirma Arnobis. Y es una realidad fácilmente comprobable ya que algunos líderes prefirieron, por seguridad, no dar su testimonio para esta nota.

Durante la última semana, diferentes asociaciones y organizaciones marcharon para pedir respuestas al gobierno de Iván Duque, un gobierno que se mostró, desde el comienzo, muy escéptico con los acuerdos de 2016.

El 21 de septiembre, día internacional de la paz, miles de personas se manifestaron para pedir el fin de la violencia. La aplicación de los acuerdos, la presencia de un Estado cada vez más ausente. “El gobierno de Duque, desde su inicio, lo que ha hecho es una simulación de la implementación del acuerdo, ha manejado las cifras de implementación de una manera errónea, no se ha comprometido con ninguno de los puntos del acuerdo de paz y está haciendo lo que en campaña quisieron hacer desde el Centro Democrático (el partido gobierno), que es hacer trizas el acuerdo. Así lo dijeron en sus convenciones, que iban a hacer trizas el acuerdo si llegaban a la presidencia… y lo están haciendo”, sentencia Leonardo.

Hasta ahora, tanto las respuestas como el panorama parecen negativos. Pero aún hay voces como la de Arnobis, que se escuchan y son tan claras como su reclamo: “Nosotros básicamente lo que podemos pedir es que no nos maten”.