La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

LA SUFRAGISTA DE LA PRIMERA OLA


A 135 años del nacimiento de Alicia Moreau de Justo, un recorrido por su vida, sus luchas por la igualdad social y la defensa de los derechos de las mujeres

Por María José Corvalán

“Recuerden las mujeres que dispersas las fuerzas se debilitan y que para conseguir el bien común necesario es sacudir la apatía y elevarse por encima del bienestar del momento presente”.

Alicia Moreau de Justo fue médica, docente, militante del partido socialista, escritora y pensadora de vanguardia, aunque era primero que nada y ante todo, feminista.

La primera vez que tuve contacto con su historia fue en el secundario, mientras trataba de hacer una monografía de alguien que hubiese destacado en la historia argentina sin caer en los mismos nombres y hombres de siempre.

Así me encontré con uno de los tantos libros de mi abuelo, esos que olían a misterio y humedad porque, como me contaban en casa, “en la dictadura los tuvimos que enterrar”. A medida que recorría las páginas descubrí un pasado del que quería ser parte, aunque no pudiera.

La historia de Alicia no es ajena a su origen, ya que recibió una gran influencia de su padre quien tuvo que exiliarse en Londres, donde ella nació (11 de octubre de 1885) tras huir de las persecuciones luego de la derrota de la Comuna de París de 1871. A los pocos meses emigraron a Argentina y como solía afirmar: “Cuando llegué al país, no caminaba; como digo siempre, tuve mucho gusto de aprender a caminar sobre esta tierra de la que nunca me separé”.

Alicia y la educación

Enamorada de la educación como herramienta confiable para la superación personal, Moreau fue docente en dos espacios visagra de la construcción feminista y socialista de la Argentina, la Sociedad Luz y el Ateneo Popular.

Alicia Moreau de Justo en 1910.

La Sociedad Luz es una universidad popular de más de cien años impulsada por el partido socialista en Buenos Aires, que desde sus inicios buscaba formar a la clase obrera, en donde Alicia daba clases de filosofía, astronomía, teorías científicas y hasta de los efectos del consumo del alcohol, enfermedades de transmisión sexual y la prevención de la tuberculosis.

En cambio, el Ateneo Popular fue su propia idea y creación. Inquieta, convencida de saber que la educación popular era la forma de empoderar a la clase trabajadora y las mujeres, forjó este espacio desde su visión crítica al sistema educativo, la pedagogía impositiva y el adoctrinamiento escolar. Esto, en una Argentina que enseñaba historia “nacionalista” y geografía a los varones, pero a las niñas solo ahorro y aseo, y en donde las maestras eran principalmente mujeres porque se las consideraba las primeras educadoras de la familia en materia de “moral” y “buenas costumbres”.

Muchos de sus pensamientos en materia de educación los escribió en la “Revista Socialista Internacional”, fundada por Enrique del Valle Iberlucea, como su texto “La escuela nueva”, y cuando pudo hacerse cargo de la publicación la transformó en la revista “Humanidad Nueva”, donde fortaleció su pluma feminista y le dió espacio a compañeras como Clara Zetkin, María Montessori y Rosa Luxemburgo.

Siempre crítica

Quizás uno de los hechos más valiosos de la historia del feminismo argentino fue el Primer Congreso Femenino Internacional que se organizó por dos años y logró reunirse en Buenos Aires, del 18 al 23 de mayo de 1910. Lo hicieron desde la Asociación Universitarias Argentinas, presidida entonces por la doctora Petrona Eyle, y con el aporte de referentas como Julieta Lanteri, autora de la iniciativa de organizar el congreso, Sara Justo, Irma Vertúa, Cecilia Grierson, Ada Elflein, Alicia Moreau, Fenia Chertkoff de Repetto, las doctoras Leonor y María Teresa Martínez Bisso, y muchas más.

Según Dora Barrancos “las feministas consiguieron en la década del 20 mayor organización, constancia y amplitud de membresía para obtener las garantías que aparecían en otras latitudes” y considera que los pilares del sufragismo de esos años fueron Julieta Lanteri, Alicia Moreau y Elvira Rawson.

Claro que el encuentro podía haber sido denominado como feminista porque se juntaron casi doscientas mujeres a debatir y exponer sobre disparidad salarial entre hombres y mujeres, la “esclavitud doméstica” y la complicidad de estamentos gubernamentales en la explotación de la prostitución.

Pero Alicia no solo era crítica de la desigualdad de género y del sistema educativo, sino también de la desigualdad de clases (lo que la llevó a apoyar la huelga de los inquilinos) y, fuertemente crítica, de la Iglesia: “La Iglesia ha perdido su prestigio, el mundo se ríe de las excomuniones. Si ha caído este poder, inmenso en una época, si la humanidad se ha curado de uno de sus mayores males, ¿cómo no ha de curarse de los otros, curarse del dogma patriótico? Desaparecerán las desigualdades sociales que hacen que la inmensa mayoría de la gente tenga ante todo el derecho de sufrir al lado de los que tienen el de gozar de la vida en toda su belleza”.

Alicia, la sufragista

Las mujeres no votábamos en Argentina por diversas razones, pero fundamentalmente porque éramos consideradas incapaces para ejercer derechos, éramos vistas como menores de edad o mejor dicho, como sujetos que necesitan tutelaje de la sociedad y del estado. Quizás también porque, como decía el diputado Guasch Leguizamón, “la política era una actividad viril”.

Las reivindicaciones de las mujeres de esa época, tanto las impulsadas por las feministas en el resto del mundo como las consideradas por algunos partidos políticos como el socialista y de alguna manera también el radical, no eran iguales. Vale aquí entonces conceptualizar dos cuestiones: “Por sufragio, entendemos la capacidad de la persona de elegir a su/s representante/s  a través del voto, mientras que la ciudadanía política implica la participación de una persona en la vida política tanto en su condición de ser elegida para ocupar un cargo en el gobierno como en su condición de elegir a aquél o aquellos que aspira/n a desempeñarse en uno de los organismos del Estado ”,(Marshall, 1950).

En 1911, Alicia Moreau expuso su posición sobre el voto de la mujer en el artículo “El sufragio femenino”, publicado en Humanidad Nueva, donde especifica que las mujeres debían estar educadas y movilizadas para conquistar este derecho para que luego se legislara porque “ellos (legisladores) en realidad no crean el movimiento, no hacen sino impedirlo y cuando esto ya no es posible lo siguen”.

Es imposible no interpretar las afirmaciones de Alicia como la necesidad de que se respetara el proceso de construcción, formación, debate y lucha feminista en sus formas populares y horizontales y que no fuera una imposición o el resultado de una estrategia político-partidaria.

En el 1918 de la posguerra y año de la reforma universitaria argentina, se fundan tres instituciones indispensables de la mano de tres indispensables: la Unión Feminista Nacional (Alicia Moreau), el Partido Feminista Nacional (Julieta Lanteri) y la Asociación Pro Derechos de la Mujer (Elvira Rawson).

Alicia Moreau de Justo en 1910.

En 1919, y gracias a la fuerte tracción mundial del momento, Rogelio Araya presentó al Congreso de la Nación el primer proyecto de voto femenino a nivel nacional basándose en el argumento de la igualdad de género y la legislación internacional vigente pero ni siquiera fue tratado.

¿Te suena de algún lado? Esto te va a sonar más todavía: en septiembre del mismo año, Alicia Moreau es invitada a participar del Congreso de Médicas Feministas Panamericano que se hacía en Nueva York, en donde expuso sobre “el problema de la prostitución, como asimismo sobre la educación sexual”.

Es que los derechos o, mejor aún, el reconocimiento por parte de los estados y las sociedades de todo el mundo sobre nuestros derechos, no se puede agotar en parcialidades. No hay reivindicación cierta si no es para todas y si no es sobre la integralidad y la complejidad de las personas.

Estando en ese mismo Congreso médico recibió un telegrama y fue invitada a ser parte del Primer Congreso Internacional de Obreras realizado en Washington, en donde pudo conocer a sufragistas de distintas latitudes con quienes estrechó fuerte alianza y se inspiró. Luego escribiría sobre Carrie Chapman Catt: “con su palabra sobria y sencilla demuestra el hábito de discutir y convencer”.

Alicia Moreau llevó el debate de los derechos políticos de las mujeres al seno mismo del partido socialista que integraba junto a su esposo, el Presidente Juan B. Justo, consiguiendo que en 1932, el socialismo presentara un proyecto en la Cámara de Diputados para establecer el sufragio femenino, que fue rechazado por la amplia mayoría de los conservadores.

En su artículo “¿Qué es un partido político?, decía: “queremos borrar la crueldad ancestral, los odios raciales y nacionales para reemplazarlos por la bondad y la tolerancia, que son la base moral de la cooperación y del entendimiento dentro y por encima de las fronteras”.

Astuta, valiente, perseverante, capaz de hacer alianzas feministas y de articular con todas las fuerzas políticas y sociales contemporáneas, Alicia Moreau pasó a la historia reconocida por todos los sectores e internacionalmente.


En una de sus últimas entrevistas, luego de acompañar la lucha de madres y abuelas de Plaza de Mayo y cofundar la Asamblea Permanente de Derechos Humanos le preguntaron:


-Alicia ¿Qué le gustaría que le escribieran algún día como epitafio?
-“Aquí yace una gran luchadora contra molinos de viento”.