DOS EN UNO
Por Miguel Ángel Medina (*)
Puntualmente su alarma suena todas las mañanas. Así comienza con su rutinario ritual, lo miro pensando por qué este hombre que se desdobla de mí no lo detiene ni el frío, ni el calor. Quisiera decirle a Miguel, que aún tibias las sábanas, no entienden de apuros, que espere, no hay prisa.
A veces siento cuando se mira frente al espejo, que me descubrirá, que instantáneamente sabrá que el que está al otro lado no es él sino yo, una suerte de confluencia en el espacio.
Otras, odio cuando de su mano garabatea algún esbozo de lo que ostentosamente llama poesía, cuento u otra cosa, y me quite mi inspiración y lo tome como mérito propio. Quiero decirle que no destruya palabras como: amor, soledad, amistad, sexo, muerte…
Algunos, ajenos al círculo de los que han podido rozar su esquiva personalidad, lo miran e intentan conocerlo, callo y me quedo quieto en un rincón mientras él habla de sus gustos, pasiones, soledades. No lo entienden, no me entienden, mucho de lo que habla Miguel se lo he susurrado y lo ha convertido en un charlatán de sueños que desean ser.
A la noche, Miguel cansado del día que siempre le pesa, se sienta a la mesa frente a ella quien nos supo conocer y escuchar, pero él con los años me fue silenciando, entonces ahogo en silencios cada te amo que quisiera gritar.
En el instante que nuestro mundo se detiene y solo se pueden escuchar los crujientes sonidos de la casa, Miguel se acuesta y duerme, a veces intranquilamente duerme. Me siento a sus pies, lo vigilo, escucho si respira, me aseguro que mañana será un nuevo día para nosotros dos.
(*) Nacido bajo el signo de Capricornio, aunque mucho no creo en los horóscopos (bah, como en tantas cosas). Un cálido verano mendocino me vio nacer, pero San Luis me acompañó a crecer, formarme, des-formarme, ser. Y acá estamos todavía en camino, como la palabra: difícil, esquiva a veces, generosa, amada, compañera, mía y de todos…la vida.
