VUELTA Y MEDIA
Por Jorge Sallenave
Salieron por calles distintas. Se reunieron en la ruta de única vía que los trasladaba a la provincia lindante.
Se dirigieron a la zona bancaria. Eligieron las casas de cambio. Algunas tenían unos pocos gramos. En una de ellas compraron cajas fuertes de metal con combinación. Algo parecido deseaba adquirir Rolando y no dudó en comprarlas.
Ubicaron una casa de cambio cuyo nombre era Gold House Change. En ese lugar consiguieron cambiar el resto del dinero por oro 18 kilates. En ese cambio recibieron “ladrillos” de 1 kg difíciles de cargar en los automóviles.
—Quedamos a vuestra disposición.
—Supongamos que hemos conseguido el cambio necesario para adquirir un gran campo cerca de esta ciudad, pero en caso que lo necesitemos no tendremos inconveniente en visitarlos —respondió Ángel.
Tomaron la ruta de regreso sin detenerse ni en un restaurante para almorzar.
En el viaje Eli le comentó a su esposo que Rolando no estaba en sus cabales.
—Tené presente —agregó— que desde mi nacimiento conozco la fragata y no he visto que se modifique.
—También tengo dudas, pero el dinero lo consiguió él. Puede hacer lo que le venga en gana.
—¿Eso incluye que lo esconda en casa?
Es nuestro amigo. Es más, he pensado en el lugar perfecto. Haremos un pozo cerca de la cancha de taba. Desde allí realizaremos un túnel que llegará hasta el lavadero.
En los días siguientes optaron por hacer una transferencia a la capital de la vecina provincia. Para alegría del gerente bancario decidieron que esa transferencia fuera recibida en el mismo banco.
En este caso aumentaron el monto de dinero con la excusa que pensaban comprar un campo aún más grande que el primero.
Le preguntaron al gerente en qué tiempo se les entregaría la transferencia efectuada y el gerente, irguiéndose orgulloso, les manifestó que a lo sumo no pasaría más de dos días, tal vez uno.
Eli, que no los había acompañado, se enteró que viajarían en la mañana siguiente, y que en este caso trasladarían las cajas fuertes que habían sobrado. Y que se dispusiera a pasear un poco en la vecina capital, porque no volverían en menos de tres días.
La operatoria bancaria les simplificó el traslado, aunque dejaron un monto considerable en plazo fijo.
En la provincia vecina concurrieron a la casa de cambio, solicitándole a quien hacía de encargado, que les vendiera “ladrillos” de oro.
Al cuarto día regresaron y finalizaron con el escondite del metal precioso.
Rolando no se había equivocado, la inflación fue perversa, se terminó con la fragata que tantos años los había acompañado.
El Gobierno no solo se limitó a confeccionar nuevos billetes. Los plazos fijos desaparecieron, fueran estos en pesos o en dólares. El Gobierno de la Nación estableció que en un año los montos serían devueltos con interés.
Antes que el Gobierno dejara sin efecto los antiguos billetes, los plazos fijos y se hiciera cargo de las cajas fuertes del banco, los nuevos amigos regresaron a la casa de Eli y Ángel. Habían cumplido el lapso que les pidieron. El reencuentro fue alegre y las sonrisas se estiraron. Días más tarde, el Gobierno se puso en cazafortunas. Uno de los visitantes fue el primero que se anotició.
—Perderán mucho dinero —dijo quien trajera la noticia. Todo el mundo sabe que ganaron el premio de la lotería.
Ángel le respondió que si ya les habían descontado un interés fabuloso, ahora no podían quejarse si se lo llevaban todo. Volveremos a la pobreza, pero estamos acostumbrados.
—Les diré que es la mejor forma de tomarlo. Hay personas que se han suicidado porque les toman las ganancias que lograron por años.
—En nuestro caso no trabajamos. Tuvimos suerte. Lo lamentamos, pero no lloraremos —dijo Ángel—, con el agregado que pudimos comprar más campos.
—Algo hemos salvado —mintió Rolando.
—Ni imaginamos que en este mes de ausencia lograron invertir —comentó uno de los visitantes.
—En realidad nuestro deseo era comprar más campos, pero Eli implorando a Santa Mónica, nos convenció de hacer un plazo fijo —también mintió Ángel.
—Nunca escuché una santa con ese nombre —dijo uno de los visitantes.
—Es la santa que defiende a las mujeres. A decir verdad, yo no hubiera desperdiciado en tierras que no usaremos. Sigo teniendo fe en el dinero contante y sonante.
—Mi estimada señora, esa santa le ha brindado una excelente colaboración, la economía caerá definitivamente.
—En parte le damos razón a Eli y colocamos un plazo fijo.
—Perdido, esfumado, liquidado —afirmó uno de los visitantes.
El matrimonio y Rolando pensaban en el túnel donde escondieron el oro. No existían los campos, el plazo fijo establecido por Rolando era un valor parcial que no llegaba a un diez por ciento, las cajas fuertes estaban vacías.
Cuando los tres fueron a retirar el importe del plazo fijo, el empleado les hizo conocer que el Gobierno se había hecho cargo con propuesta de devolución. La información que conocieron les sirvió para quejarse y a Eli fabricar unas lágrimas.
Solicitaron hablar con el gerente, quien tardó en atenderlos. Les dijo que el banco no tenía nada que ver y aguantó el mal humor de los tres que habían confiado en esa institución sin suponer que los robarían. Se fueron sin saludar.
La Dirección Impositiva tomó el listado de cada banco. Al llegar a la pequeña ciudad determinó que en el banco se había depositado el premio de la lotería. Lo único que encontraron fue el plazo fijo que estaba muy lejos del monto que suponían. Pidieron abrir las cajas que pertenecían al matrimonio y al amigo. Las cajas fuertes estaban vacías.
El gerente del banco se puso a disposición de los oficiales, determinando las fechas en que se retiraron los fondos.
—Aproximadamente mes y medio o dos. Necesitaban adquirir algunos campos en la provincia vecina. En ese momento no existía la prohibición de retirar depósitos. Les pido que no hablen mal de mí en casa central.
Los oficiales se trasladaron a la provincia vecina, inspeccionaron escribanías y analizaron el Registro de Propiedad, sin encontrar los supuestos campos comprados por el matrimonio y Rolando, el amigo. En la recorrida por las casas de cambio tampoco obtuvieron resultados porque no existía norma para actuar, con el argumento que en gran medida las casas de cambio pertenecían a firmas extranjeras.
Como última medida fueron a la casa de Eli y su esposo Ángel y citaron también allí a Rolando.
No tardaron en mostrarse prepotentes.
(Cuarta entrega)