San Luis, Tertulias de la Aldea

LO QUE NUNCA FUE Y PUDO SER

Por Sebastián Reynoso

Jueves 29 de septiembre de 1977. Las horas corrían inexorablemente y sin piedad, los nervios que ya jugaban con ella, la hora ha llegado, ella está en camino rogando que todo salga como esperaba, acaba de entrar al salón y ve a las demás candidatas, todas muy bellas. Se dice a sí misma que esto va a ser muy difícil de lograr, pero en un momento ignora sus miedos y no pierde las esperanzas.

Eran tiempos en los que los concursos de belleza y sus implicancias no se cuestionaban, por lo que se trataba de todo un acontecimiento tanto para el público asistente como para las concursantes.

Un pimpollo de rosas rojas fue el obsequio para la ex reina del Club General San Martín, la señorita Dolores Montoya. Llega por fin el momento tan esperado, una selecta concurrencia está disfrutando de las alternativas de esta exitosa peña. Las actuaciones de Carlos Astorga con su bandoneón tanguero; Pocho Mercau; Isidro González y Omar Nira; y Hugo Lavalle, son las más aplaudidas de la noche.

Cuando de repente irrumpe al escenario el maestro de ceremonia, el cual pide absoluto silencio. La atención de todos se rinde a los pies del afamado locutor. Por fin la presentación. Las subcomisiones de fútbol, bochas y básquetbol presentarán a sus candidatas para reinas del Club. Las señoritas son: Patricia Guevara, Liliana Evelina Rodríguez y Viviana Salvucci. “Y, con ustedes, ya tenemos a la ganadora: la señorita Viviana Salvucci es la elegida y coronada como flamante Reina para el período 1977 – 1978”.

En la alegría de su rostro se puede apreciar que en su juventud esconde una fortaleza de luchar para conseguir lo que se propone, siguiendo siempre los buenos consejos de sus mayores. Al verla hablar con un periodista gráfico, y muy disimuladamente, un hombre se acercó a ellos y pudo oírla decir que le gustaba el básquetbol, que prefería la música progresiva pero mucho más el tango.

Su cantor preferido era Sergio Denis y la orquesta de Alfredo De Angelis. Contestando sobre un pensamiento para sus padres ella deseó “que siempre reine la felicidad que hasta el momento tienen”. Mencionó que no tiene novio y que cursa el segundo año normal, le agrada la Zoología y sobre San Martín opina que el Club está llamado para conquistar un gran lugar en la ciudad por la forma en la que se está trabajando.

El hombre seguía espiando a sus espaldas mientras ella seguía hablando con el periodista, como si fuese un fiel admirador suyo. Aquella noche el caballero se llenó de coraje y de valor, se le acercó a la joven y con una sonrisa en su rostro la felicitó por la premiación obtenida, le remarcó que fue justa la decisión del jurado y que solo se la imaginaba a ella luciendo ese reinado. Ella agradeció, lo miró profundamente a los ojos, y ante un silencio que los invadió a ambos, el caballero se despidió y se retiró del salón.

Desde aquel día nunca más la volvió a ver, y muchas veces aquél hombre se planteó “si tan solo la hubiera invitado a tomar un café, las cosas podrían haber sido muy diferentes…”

Tal vez sí, tal vez no, quién sabe.

Elección de la Reina y cena en la ciudad de San Luis, hacia 1940. Foto: José La Vía.