LOS RITOS DEL DESEO
El hombre ha sido, milenariamente ritual ante el amor, ante la muerte, a través de las religiones y del paganismo y, aún hoy estamos atravesados por ellos.
Ritos solitarios, comunitarios, sociales y culturales.
Y también practicamos los ritos del deseo.
Tirar una moneda en una fuente y pedir tres deseos; en Navidad o Año Nuevo también tres deseos. Nunca supe por qué ese número y no otros… seguramente será parte de los ritos.
Lo cierto es que está instalado en el inconsciente colectivo, por lo que no encontramos respuestas racionales. Quizá el deseo tiene que ver más con los sueños o los miedos interiores que portamos, con aquéllos que no dependen de nosotros y acudimos, inocentes, a una acción mágica en la que la mayoría no cree y, sin embargo, practica.
Nunca después recordamos si esos deseos se cumplieron o no y aun así, repetimos la acción.
Ya me he alejado de los ritos del deseo, pero me resultan válidos en el resto de la gente.
Admito que hay ritos que practico, que tienen que ver con las pasiones. Con los regresos y las partidas, con un encuentro, ante una lágrima del otro o un dolor que hiere, o un olvido.
Debe ser porque me movilizan tenazmente las pasiones, acudo al rito de un sentimiento o de una noche quieta con una luna que deslumbra, o un paisaje urbano que esconde una esquina abandonada, ruinosa, casi muerta, sin sonidos.
O como mirar el deseo en la penumbra con las voces de la piel y el sonido de una música, o detenerme a mirar a los ojos las sensaciones compartidas, buscando el aroma de un espacio donde cabe exactamente mi cuerpo, sintiendo como pájaros salvajes que nos sobra el cielo para el vuelo y lograr encontrarnos detrás de los espejos.
(*) Publicada en La Opinión y La Voz del Sud el sábado 12 de enero de 2013. Hoy este texto es parte de un homenaje a su obra por el aniversario de su fallecimiento- La serie seleccionada se llama: Siete Veces Raquel.