Martín Lucero- 21/02/2021
Mi nombre es Martín Lucero. Tengo 31 años, soy nacido en San Rafael, Mendoza, y criado y aquerenciado en Juana Koslay, San Luis. Mis padres: Ariel Lucero, y Claudia Ripamonti, oriundos también de San Rafael, y tengo una hermana, Victoria. Actualmente vivo con mi compañera, Valle, y nuestros hijos: Kuntur (4) y Katara (2) y nuestras mascotas, León y Ágata.
Los recuerdos que me invaden de mi niñez son cuando aún vivía en Mendoza, en un barrio lleno de niños, los juegos en la calle, la 25, el “mono” con las bicis, las guerras de cocoteras con los paraísos y, obviamente, las chayas del verano. De ahí nos mudamos a San Luis, pasaba mucho tiempo acompañando a mi padre, en ese momento trabajaba en vialidad provincial y tuve la suerte de conocer prácticamente todos los pueblos de la provincia.
Cursé parte de la primaria en Mendoza, otra parte en la escuela Bartolomé Mitre de San Luis, y la secundaria en el Colegio Roberto Moyano de Juana Koslay. Luego de eso inicié la Licenciatura en Ciencias Políticas en la UNC, estudios que no concluí. Y terminé por estudiar en San Rafael la carrera de Técnico superior en turismo aventura, especializándome en los deportes de aguas blancas.
Muchos de los buenos recuerdos de niño fueron de vivir en el campo, cazar y pescar con mi abuelo y mi padre. Me encantaba dormir en el campo, las estrellas, los olores de la lluvia, el fuego, el sonido del monte. La vida también hizo que tuviera que experimentar muchos movimientos, mudanzas, conocer nuevas culturas, comidas y formas de trabajar. La profesión que vivo, tiene justamente todas esas combinaciones.
El momento que esta vida llego a mí y yo a ella, fue después de una crisis mientras estudiaba ciencias políticas. Defraudado de todos mis ideales, que chocaban constantemente con la realidad, decido tomarme un tiempo para decidir cómo seguir. Un día iba caminando con la cabeza en querer estudiar, y prácticamente me choqué con el cartel de la carrera. A solo dos meses de empezar ya hacía pasantías en una empresa de turismo aventura en Valle Grande, y de ahí nunca más me pude separar de la profesión.
La carrera es justamente un constante desarrollo, en este momento me trae de vuelta a San Luis con nuevos proyectos, con la meta concreta de haber realizado el parque ArVolar, y con el sueño fijo de algún día poder hacer rafting como parte de la oferta turística. Es una carrera apasionante, he tenido la posibilidad de trabajar en Brasil, Perú, Chile, Ecuador, Bolivia, sumando experiencias, contactos, vidas.
La verdad es que hay varios momentos bisagra: el día que me topé ese cartel es uno de ellos. El encuentro con mi compañera. Los nacimientos de mis hijos, los dos, de diferentes maneras, fueron quiebres hermosos. Otro momento quiebre de mi vida fue cuando me diagnosticaron un tipo de cáncer, hace un año y medio, duro y difícil, pero no menos hermoso en el camino de desarrollo personal.
Se me viene a la cabeza una conversación con un hermano del corazón que tuve un día en el que la enfermedad me tenía con miedo. Él me dijo: “hermano, si usted tuviera que hacer un viaje largo, y tuviera dos caballos, uno flaco y débil, y el otro fuerte y firme, ¿a quién le pondrías la carga?” Obviamente yo le respondí: “al más fuerte”. Él me miró con sus ojos brillosos y me dijo: “Gracias hermano, porque Dios te eligió a vos para que llevaras esta carga que es de todos y nos sana a todos”. Me defino como un hombre sensible, con mucho empuje, persistente y obstinado, creo que todo se puede lograr cuando se desea.
El río mueve mis pasiones, fluir con el agua, tomar su forma me lleva a sentir mi esencia. El vivir una enfermedad que asusta me ha llevado a mover todas las emociones, y también a aprender a entenderlas, a amarme y amar el esfuerzo y la compañía. La depredación de nuestro medio me genera mucha tristeza, y a la vez una enorme responsabilidad.
Música escucho de todo, me gusta mucho el folklore. En esta etapa de sanación me llegó un libro que se llama “El laboratorio del alma”, de Stella Maris Maruso. Habla de toda la química que producimos con nuestras emociones. También “El Futuro es Hoy”, de Krishnamurti. Hermosos.
Este camino me llevó a la “responsabilidad” de disfrutar todo el tiempo, de que la vida es ahora, y mañana va a ser determinado por lo que haga en este preciso instante. Es idílico pensar que toda la vida es un disfrute, pero trato de ser consciente de abordar absolutamente todo lo que hago desde el amor. Tengo suerte de que mi profesión me encanta y la disfruto, es la actividad que todos los demás hacen en su tiempo libre.
Aprendí a no juzgar y a abrazar lo que los padres nos dejan, que cada uno, con sus herramientas, da lo mejor de sí. A adaptarme a la realidad que nos toca: de chico vivimos muchas diferentes situaciones, nos tocó vivir económicamente bien, quebrar, vivir con lo justo, y eso me llevó a adaptarme, siempre yendo hacia adelante.
He reemplazado la amistad por la hermandad.
Te amo, sos y seras un ejemplo!