Una de las más grandes figuras del humor nacional
La Columna de Iris
Nena, querida, me incomoda mucho la televisión de hoy. Desaparecieron los guionistas, los que escribían para hacer programas que contaran historias. Desaparecieron los programas de humor. Cómo me divirtieron durante tantos años. Y sabés de qué hablo, programas con libreto, con artistas, y demás. No toca botón, La tuerca, Viendo a Biondi, Comicolor, El mundo de Antonio Gasalla, Operación Ja-Já, Calabromas, Hupumorpo, La Tota y la Porota, Telecataplúm, La revista de Dringue, La revista dislocada, Telecómicos, Poné a Francella, El palacio de la risa, Porcelandia, Cha cha cha, Todo por dos pesos, Juana y sus hermanas, y un montón más.
Por supuesto, unos reviejos, otros no tanto; unos mejores, otros peores; con más producción, con menos producción; más chabacanos, menos chabacanos; con distintas lecturas sociales, más llanos; mejor o peor actuados; con mucho despliegue y ensayo, con menos. Todo eso desapareció.
Hoy es puro reality y se ríen ellos solos, nadie entiende muy bien de qué corno. No son actores, son panelistas, o tipos que se muestran tal cual son. Aprovecho y recuerdo a una figura descomunal, que me encanta, me conmueve y me hace reír mucho. Sí, aun hoy me sigo riendo.
Hace 35, un 18 de marzo de 1996 en la Clínica Bazterrica de la Capital Federal, se moría la señora Niní Marshall. Una maestra, una creadora formidable. Inventó formatos y palabras (redepente, ¿Lo qué?, pieses, joventú, salú, enjusticia…y muchas más).
Por supuesto no faltó el burro desubicado que la trató de asesina del castellano, de homicida de la fonética y de la sintaxis. Se llegó a decir de sus personajes, durante el golpe de 1943, que eran “tergiversadores del correcto idioma, influyendo en el pueblo que no tiene capacidad de discernir”.
Siempre esa subestimación insoportable. Hay un hoy en muchas escuelas de teatro se habla del estilo marshallesco. Si fueron inolvidables sus personajes Cándida, La niña Jovita, Doña Pola y Catita, no lo fue menos Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Crostón, de Barrio Norte. N
iní Marshall tiene mucho que ver con la genuina risa popular en la Argentina y la irrupción de la mujer en un terreno pensado en aquel momento sólo para hombres. Para comprender su éxito en radio, basta relatar su debut: Roberto Llauró, dueño del imperio de jabones a finales de los 30, adoraba a la mucama de El chalet de Pipita (un programa radial muy popular) y contrató a Niní para que la interpretara en una audición de la orquesta de Francisco Canaro, presentada por el galán del momento Juan Carlos Thorry, en radio El Mundo.
El éxito del segmento fue tal, que sus intervenciones pasaron de los cinco minutos a la media hora, de la frecuencia semanal a la diaria.
Hizo 37 películas entre nacionales y extranjeras (Casamiento en Buenos Aires, Los celos de Cándida, Hay que educar a Niní, Luna de miel en Río, Yo quiero ser bataclana, Orquesta de señoritas, Cándida millonaria; obvio que te nombro todas las más viejas) debutó con “Mujeres que trabajan”, junto a Mecha Ortiz y Tito Lusiardo. En televisión la dio a Sábados Circulares (el programa de Pipo Mancera) picos de rating impresionantes.
En 1973 protagonizó un hito artístico sin precedentes. Había anunciado su retiro y Lino Patalano, ni corto ni perezoso, la convocó en una sala under llamada “El gallo cojo”, le ofreció escribir y hacer un espectáculo para inaugurar una sucursal en Mar del Plata.
Así nació “Y se nos fue redepente”. Fue un éxito con mil quinientas representaciones, giras durante tres años. La repuso en 1977, tuvo una emisión especial para televisión, y hasta hizo un disco. Claramente estamos hablando de un figurón. De alguien irrepetible que dejó huella e hizo escuela. Los grandes humoristas argentinos la admiraron y la admiran profundamente. Talentosa, creativa y trabajadora. Una grande de verdad. Con las disculpas del caso…otros tiempos. Momentos de oro de la escena nacional. Del teatro, del cine, de la radio. La mejor, la única, Niní Marshall.