Noelia Domínguez-18/04/2021
La pregunta de quién soy es muy simple, pero a la vez profunda. Creo que todo el tiempo estamos incomodándonos, mutando. Hoy puedo decir que soy Noelia Domínguez, que nací en San Luis el 20 de septiembre de 1980 en el Sanatorio Rivadavia.
Me crie en el seno de una familia conformada por mujeres que llevaban en sus espaldas el abandono, la tragedia y la soledad. De tías solteras, algunas por decisión propia, otras por decisión del tiempo, de abuela viuda y de madre divorciada.
Me veo hoy a mis cuarenta años y puedo decir que no quedó nada de esa niña que era, obligada todos los domingos a rezarle a un dios, a seguir la procesión de sahumerios detrás de la imagen de la virgen del barrio. Semana Santa era vivir el luto de la familia cristiana. Siempre me gustó leer, creo que me transportaba desde chica a las playas en verano, a la selva y su humedad, a vivir en lugares que nunca conocí. Para mí la lectura siempre fue la llave. El cine también, lo aprendí a ver cuando era adolescente. En los primeros videoclubs del barrio y uno que nunca voy a olvidar, Velvet, que quedaba en el centro. Pero con mi amiga Gabriela teníamos un ritual: primero juntar plata para el colectivo y para el alquiler de dos películas, y luego venía lo más difícil del eslabón, pedir permiso. Este rito comenzaba el lunes, averiguábamos sobre las películas y los directores.
Dos directores me marcaron: Federico Fellini e Ingmar Bergman. Así me acerqué a la escritura de a poco y después llegó la poesía a través de la Revista Sur en la Biblioteca Provincial “Juan Crisóstomo Lafinur”, donde descubrí a Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik. Me enamoré de esas historias, de la fortaleza de su hermana Victoria Ocampo, que dirigía esa revista. Cuando entré a estudiar Periodismo sentía que podía unir la escritura y la lectura, y eso me gustó de este hermoso oficio que, además siempre cuenta historias reales, siempre estamos hurgando.
Tengo una manía, cuando entro a la casa de alguien veo primero sus libros, qué libros tiene, para mí, forma parte de lo que es. Y si no tiene libros a la vista, me gusta observar sus plantas. Me encanta hacer collage, luego busco la poesía que podría acompañar a ese mundo donde todo es posible, al igual que en las palabras. Tengo una página de Instagram donde encontré el espacio adecuado para conjugar ambos lenguajes.
Me gusta dormir, leer y escuchar música. Me gusta mucho dormir porque me encanta soñar algunos de mis personajes, algunas de mis poesías surgieron de ese estado onírico. Estoy leyendo “No es un río”, de la escritora Selva Almada. Este libro es parte de la trilogía “Involuntaria” junto a “El viento que arrasa” y “Ladrilleros”. En poesía terminé de leer “Swing”, de Matías Gómez, un escritor puntano, libro que recomiendo. Sus letras son frescas, nos transmiten olores, sonidos y estaciones.
Me gustaría que mi libro “Poesía Trémula: Ausencias del tiempo”, le genere algo a alguien. Ya con eso me siento satisfecha. Aunque sea un sabor amargo, feo, triste, pero que genere. Mi primer poemario, que fue editado por una editorial joven de Buenos Aires, Editorial Luxor, conjuga los silencios, las ausencias de personas y momentos que ya no están. Para mí el tiempo es un viento que con el mismo ímpetu que nos arranca de cuajo los recuerdos, los trae, pero en aromas, texturas y sonidos, y uno va armando ese rompecabezas. Cada uno de los poemas arma las memorias desde sus ruinas y en esa melancolía de reunir los fragmentos se nos extravía el cuerpo.
Poesía Trémula: Ausencias del tiempo, es un proyecto que fue parido en plena pandemia. Es parte de una revolución personal. Hay poemas que reflejan ese camino como: “Ansiedad” y “Resistir”. Otros me acompañan desde hace muchos años y son los que han resistido a la tiranía del tiempo. Hay poemas como “Las Metis”, que están inspirados en la diosa Metis, una deidad olvidada del Olimpo. Fue la primera mujer de Zeus y él se la devoró embarazada de su hija Atenea. Así Zeus asimiló el poder de su esposa y pudo procrear a Ateneas. Es decir, utilizó la fuerza femenina y la hizo invisible.