BITÁCORA DE PANDEMIA
Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia
La Opinión/ La Voz del Sud
Nos asomamos al cuaderno de bitácora de la actriz y docente Adriana Durigutti quien reflexiona:
¿¿¿El humor y el amor en pausa???
¿Cuánto llevamos ya?, ¿un año y meses?, ¿casi dos años?, ¡más!, una eternidad…
Una eternidad para el amor y el humor…
Para el amor no me preocupa tanto, porque l@s que tenían intimidad la pudieron seguir teniendo, a veces soportando, en algunos casos padeciendo, pero de pérdida, poco. L@s que no tenemos pareja hicimos algunas locuras, asumimos riesgos, nos tiramos a la pileta… o no. Iniciamos un camino de autoconocimiento y veda amorosa que nunca viene mal. Irse para adentro, reflexionar, concluir, cerrar y abrir nuevos caminos.
Mirar de nuevo y hacer de los sentires amorosos, un nuevo amanecer. Ahí no me molestó la pandemia y la cuarentena con distanciamiento y restricciones… Cuando hay amor, nada te separa, ni te frustra, ni te pone en pausa. Fijate sino con la familia y los queridos amigos de siempre.
Pero el humor…¡¡¡Ay!!!, ¡¡¡Qué problema con eso!!! Cómo haces para divertirte con cosas tan cercanas, tan traumáticas y tan sensibles… Cuando pase el tiempo nos podremos reír seguramente, de los controles y el distanciamiento. De los vecinos fiesteros, los amigos desesperados por huir de sus respectivos hogares para improvisar un asado, regado de líquidos elementos anestesiantes. Pero ya, ahora, cómo haces para reírte de todo lo que comprás en delivery´s desesperados de fin de semana. Y videollamadas infortunadas, y on line´s varios. Para no hablar de los cursos, las charlas y talleres que pagás en euros. O los tutoriales de peluquería en casa que te animaste a aplicar, y no hablemos de la depilación inexistente. No. Definitivamente, no son tiempos todavía.
Se extrañaban algunas actividades y costó –tiempo y dinero- adaptarse a las propuestas transformadas, pero me niego a hablar de la “nueva normalidad”, ni es nueva; pandemias en la historia hubo miles, y ¡de “normal”, no tiene nada!
¿Si vamos a ser iguales, distintos, mejores o peores luego de esto? Es como la comparación con los vinos, si desde el cuidado del viñedo, la vendimia, la maceración, el prensado, la crianza y el embotellado del vino, si desde el principio, las uvas no son buenas, o descuidas la tierra y el riego y recolectás sin ganas ni fiesta. Y no cuidás amorosamente la crianza… El resultado, casi con seguridad – si no ocurre un milagro- no será de excelencia. Somos como los vinos.
Personalmente extraño las caras completas, descubiertas, con sonrisas y gestos exagerados, o grises y preocupadas –asimismo me preocupa lo poco que sabemos del lenguaje de las miradas, de los ojos como reflejo de almas, del brillo o la profundidad visual-.
Añoro el ABRAZO contenido, fuerte, quedo, apretadito… Y amontonarnos en el café, o bailar pegados unos a otros, más otros tantos, casi adheridos, a cientos más.
Anhelo reír a carcajadas con quien casi no conozco, en esas charlas rugientes. Echo de menos el alarido.
El exilio social, me aterra. La proscripción del compartir me espanta. El destierro emocional me estremece. Estar expatriados de nuestra propia patria íntima y el confinamiento del lenguaje, me llena de desasosiego. Evaporarnos y confundirnos en esa universalidad nublosa me da pavor.
Seguimos siendo seres sociales, físicos y emocionales y así seremos… cuando todo esto pase…