Expresiones de la Aldea, Notas Centrales

BITÁCORA DE PANDEMIA


Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia

La Opinión/ La Voz del Sud


Hoy espiamos en el cuaderno de viaje de Bernarda García Centurión, estudiante de Comunicación Social:
2020… El año de los sueños rotos.
2020, un año que parece basado en un cuento de ciencia ficción. Tan irreal que parece que todo ha sido un sueño…o mejor dicho una pesadilla. Pero lejos queda la posibilidad de irrealidad cuando las consecuencias son tan reales.

Cuando pensaba en que debe ser uno de los años más caóticos de la historia, o por lo menos de mi historia, el primer sentimiento que surgía en mi interior era enojo seguido por tristeza, confusión, miedo, frustración y finalmente agotamiento, mucho agotamiento. No voy a mentir, para mí fue el peor año de mi vida.

Fue una pesadilla que rompió muchos sueños. Personalmente, tenía muchas expectativas ya que era mi último año de secundaria, mi año de promo, supuestamente el mejor porque era el final de una etapa. Pero resultó ser que el final de este capítulo fue más inesperado de lo que pensaba.

El virus nos obligó a quedarnos en casa, a encerrarnos. Al cerrar la puerta de nuestras casas dejamos al virus afuera, pero encerrados con nosotros quedaron los peores monstruos.
Y nos dio miedo, porque no solo temíamos a contagiarnos, también nos aterraba quedarnos a solas con nuestros demonios, tener que conocerlos…que conocernos y enfrentarnos.

De un día para el otro, todo paró, todo frenó, todo se congeló y con la era del hielo vino el silencio; silencio externo, que nos permitió escuchar el ruido en nuestro interior, las voces de nuestros pensamientos y nuestros demonios que se alimentaron de nuestra desesperación, de nuestra incertidumbre, de nuestro cansancio, de nuestra falta de contacto humano, de nuestra sofocación, de nuestro aburrimiento y se volvieron más fuertes que nunca. Se aprovecharon de nuestro estado de vulnerabilidad y atacaron sin piedad.

Algunos, quiero pensar que la mayoría, salieron vencedores de esa batalla. Salieron más fuertes, más resilientes, más vivos. Hay muchos que todavía siguen en combate, todos los días, todo el tiempo, sin parar. Otros, lamentablemente perdieron, pero perder una batalla no significa que hayan perdido la guerra.

Sin importar los resultados, está claro que todos salimos victoriosos en una cosa, todos aprendimos algo nuevo de nuestros oponentes.
En el silencio de la soledad pudimos escucharlos, pudimos ver cómo pelean, pudimos adquirir conocimiento fundamental para ajustar nuestras estrategias y derrotarlos. No fue fácil, no es fácil, pero es posible.

El 2020 fue un año maldito, un año de lucha, pero ¿saben qué? me niego a guardarle rencor. Decidí hacer las paces con ese año, decidí que no quiero olvidar todo lo malo que pasó (aunque no crea que pueda si quisiera), que no quiero tachar, eliminar o hacer borrón y cuenta nueva. ¿Y saben por qué?, porque en el cuaderno de la vida sólo se sigue escribiendo, sólo se sigue viviendo, se aprende de esos errores, de esos capítulos oscuros, pero se sigue…Porque no se puede volver atrás, lo escrito con tinta no se puede borrar. Y por más que intentemos ocultarlo bajo una mancha blanca…sabemos que sigue estando ahí.

Sí, el 2020 rompió muchos sueños, destruyó expectativas, nos tiró al suelo, nos robó mucho, pero sin dudas nos dejó muchas enseñanzas porque como dicen por ahí: de las caídas se aprende. Y a pesar de todas las oportunidades que nos arrebató, nos regaló muchas otras.
Este contexto, nos permitió un momento de reflexión personal, de introspección; nos dio la oportunidad de descubrir habilidades ocultas, de hacer cosas que nos gustan o retomar actividades que habíamos dejado de hacer por falta de tiempo. Nos sacudió, nos espabiló, nos obligó a abrir los ojos y darnos cuenta de que no éramos tan invencibles como creíamos.

Nos enseñó a valorar porque el ser humano sólo valora algo de verdad cuando lo deja de tener. Es por eso que aprendimos a apreciar los pequeños placeres de la vida como lo es un abrazo, un beso, un baile, el estar con el otro, el poder compartir, el contacto humano.
Aprendimos a amar la libertad y entendimos el horror que significa no tenerla; aprendimos a ser más empáticos, a cuidar, a querer.

A pesar de que el año terminó, el virus sigue.
Desconozco cuándo acabará esta situación, pero hay algo que sí sé y es que de esta no vamos a salir iguales, no vamos a volver a ser lo que éramos antes porque en el medio cambiamos, crecimos, evolucionamos y nadie ni nada nos puede quitar el camino recorrido.