La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

#28demayo

El Día Internacional de Acción para la Salud de las Mujeres nos encuentra en la pandemia con mayores desafíos y garantías pendientes

Por Majo Corvalán

En 1987, durante la Conferencia Internacional de la Salud de las Mujeres en Costa Rica, la Red de Salud de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC) propuso establecer el 28 de mayo como el Día Internacional de Acción para la Salud de la Mujeres.

Desde ese momento es conmemorado por activistas defensoras de la salud y los derechos de las mujeres.

El #28demayo es un llamado a la acción por el reconocimiento del derecho a la salud integral de las mujeres y en Argentina, en relación al recientemente conseguido derecho al aborto legal, también recordamos que fue la fecha en que se presentó por primera vez el proyecto de ley de la Campaña Nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito que tras impulsar ocho proyectos logró la sanción de la ley en diciembre del año pasado.

Vivas y sanas

Desde la RSMLAC afirman: “entendemos la salud de las mujeres como un acto de transgresión y resistencia. La salud no solamente debe ser un enunciado, es un elemento integrador que, en sí mismo, constituye una transgresión al patriarcado; no solo nos queremos vivas: también nos queremos sanas para poder continuar esta lucha. Sin la salud vista de una manera integral, ello será imposible. Consideramos imperante desarrollar estrategias para interpelar a los gobiernos de la región, ya que frente a un problema complejo requerimos una respuesta que considere la integralidad, la diversidad, la transversalidad, la interseccionalidad, y sobre todo, la perspectiva feminista”.

La salud no solo es la falta de enfermedad, sino un equilibrio entre los aspectos físicos, psíquicos, emocionales y sociales de una persona. En la pandemia de la Covid-19, en donde las mujeres debimos adaptarnos a la virtualidad, enfrentar más desigualdades estructurales, transitar la falta de oportunidades, reforzar el rol de cuidadoras que nos tiene asignado el patriarcado y convertirse en maestras suplentes, aquellas que tienen hijos e hijas en edad escolar, sufrimos una seria afectación en la salud integral.

Por eso, es común ver que las mujeres relegamos nuestro cuidado personal y el tiempo que destinamos a nuestros propios deseos y proyectos.

Además, en el marco de esta pandemia que afecta emocionalmente a la población en general causando tristeza, frustración, estrés y depresión somos las mujeres quienes sostenemos nuestros vínculos como una obligación tácita de mantener la unidad familiar.

Pero, ¿cuándo hay tiempo para registrar nuestras propias emociones?

También es cierto que algunas mujeres hoy pueden desarrollar sus profesiones, oficios e incluso ocupar espacios de toma de decisión, pero siempre cumpliendo con el rol de cuidadoras, lo que genera un estrés crónico y un cansancio permanente. Esta situación puede provocar problemas gástricos, coronarios, cansancio físico y mental, ansiedad y depresión entre otras cosas, afirma la médica feminista Mabel Bianco. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta más a la mujer que al hombre.

Violencia contra las mujeres

La salud de las mujeres en la pandemia se ve afectada además por la violencia machista.

Según ONU Mujeres  antes de la pandemia 243 millones de mujeres sufrieron violencia física o sexual por parte de sus parejas y desde la pandemia esta situación se incrementó por las restricciones, el aislamiento con el agresor y por los espacios públicos desocupados, entre otros factores.

En relación con las denuncias, antes de la pandemia menos de un 40% denunciaba las agresiones y durante el 2020 hubo un aumento de pedidos de ayuda de aproximadamente el 60% en Argentina (FEIM).

Esto se explica no solo por la difusión que tuvo la línea estatal 144 sino por la enorme cantidad de activistas feministas que desde sus organizaciones utilizaron las redes para acompañar a otras mujeres y brindarles información, sin embargo, realizar la denuncia no resuelve la situación de violencia porque las respuestas integrales son insuficientes y la justicia es lenta.

Recursos sanitarios

El saneamiento y la higiene de manos es un elemento crítico para prevenir la expansión de la COVID-19. A pesar de ello, 3.000 millones de personas, o el 40% de la población mundial, no disponen de instalaciones de lavado de manos con agua y jabón en casa, según los últimos cálculos mundiales de la OMS y UNICEF. La población en situación de extrema pobreza es de alrededor de 689,4 millones de los cuales más de la mitad son mujeres y niñas.

Antes de la pandemia existían barreras para muchas mujeres a la hora de acceder a sus derechos sexuales reproductivos y no reproductivos y en la pandemia a causa de la reasignación de recursos se ven afectados los servicios sanitarios exclusivos para el bienestar de las mujeres y las niñas.

En todas las provincias argentinas, en menor o mayor grado, hay inconvenientes para acceder a métodos anticonceptivos. Aún existen profesionales que niegan a las mujeres ligaduras tubarias si son jóvenes o no han tenido hijos y que requieren la presencia de tutores para que las adolescentes soliciten consultas médicas o retiren la “pastilla del día después” (anticoncepción de emergencia).

Otra de las cuestiones que afectan seriamente a las mujeres es la falta de productos de gestión menstrual. No todas las mujeres pueden usar el mismo producto o no todas desean hacerlo por lo que poder acceder a los productos y elegir cuál usar es un derecho que pocas veces se garantiza.

En relación con la Interrupción Legal y Voluntaria del Embarazo, un derecho reconocido en pocos países de la región, también hay barreras que siguen poniendo en riesgo la vida y la salud de las mujeres de todas las edades.

En Argentina hay profesionales y centros de salud objetores de conciencia que utilizan esta legislación para no garantizar la práctica y forzar a las mujeres a maternar o a recurrir a la clandestinidad para realizarse un aborto costoso e inseguro.

También son obstáculos la falta de información sobre este derecho en la población (que es una obligación del Estado), la falta de formación con perspectiva de derechos en algunos profesionales de la salud y la condena social que obliga a mujeres que viven en localidades pequeñas a trasladarse a las ciudades para requerir la práctica y evitar así ser señaladas en el lugar que viven.

¿Qué hacer?

Desde la docencia se puede hablar sobre esta fecha, la importancia de visibilizar esta problemática mundial y el valor del acceso a la información por parte de las mujeres, niñas y adolescentes mediante charlas en clase o talleres virtuales.

Desde los medios de comunicación se pueden difundir estadísticas que tiendan a mostrar la desigualdad de género y en cómo esto afecta a la salud de las mujeres en general y en pandemia en particular, y se pueden convocar voces especializadas de profesionales de la salud o activistas feministas que permitan sensibilizar a la audiencia sobre este tema.

Las comunidades pueden aportar sumándose a las campañas locales, a las actividades de formación o incidencia que impulsen las organizaciones feministas y ser replicadoras de contenidos en redes que apunten a mostrar la realidad y llamen a generar un cambio en pos de la salud y la vida de las mujeres

Los Estados nacionales, provinciales y municipales pueden en esta fecha y en toda su agenda política, promover el conocimiento sobre las desigualdades de género en salud, fortalecer el enfoque de género en las políticas de salud y en la formación continuada del personal sanitario.

También pueden generar y difundir conocimiento sobre estas desigualdades y estimular buenas prácticas en la promoción de la equidad en la atención de la salud y en la reducción de las desigualdades, mejorando así la atención a los grupos más desfavorecidos.

Las mujeres no enfrentamos dos pandemias, enfrentamos una pandemia de Covid-19 en el mismo contexto histórico de desigualdad, exclusión, discriminación y violencias.

Sobrevivimos a diario tratando de cumplir con todos los mandatos impuestos esperando que algún día todos los ámbitos donde nos desarrollamos sean menos hostiles, y ansiando que los discursos y programas se conviertan en realidades concretas que nos permitan vivir una vida plena, con justicia social, con derechos, oportunidades y libres de toda violencia.