VIAJE NOCTURNO
Por Celina Elizabeth Amado (*)
Anoche me fui. Decidí tomar cosas mías, y me fui, hasta me llevé una canción.
Me despedí amablemente y decidí batirme a duelo con la brisa, como lo hacían las hojas del álamo carolino que ya pierde hojas.
Apenas salí, ya mi corazón tenía otra forma de latir.
La noche me gritaba ¿a dónde vas? y la luna cómplice me mostraba un camino.
Se siente un bramido que baja del cosmos, ¿a eso le ladran los perros o es a la sombra de un gato sutil?
Mi corazón ya perdió su marco, va y viene dentro de un lugar sin límites.
El silencio está ausente, algo palpita enloquecidamente en algún lugar, hacia allí voy en este viaje improvisado. Paso frente a puertas cerradas y algunas ventanas abiertas.
Una lámpara inclinada espía un libro abierto y un piano con sordina cubre el llanto del niño que está al lado de la canción de cuna.
Un grito que dice ¡basta!, me asusta y apuro el paso como el hambriento perro callejero que va hacia otra bolsa de basura y no registra que a su lado el cartonero nocturno acomoda la carga sobre su vieja bicicleta.
Las luces artificiales no logran opacar la luz de la luna y yo sigo teniendo la misma canción en el tarareo.
Giré tres veces y pasaron los bomberos, la cuarta vez encontré otra vez mi puerta dándome la bienvenida después de mi viaje.
Entonces volví al mismo lugar desde donde había partido, y sentí que en esa vuelta a la manzana había descubierto el mundo nocturno que me rodea y el de mis vecinos soñadores e insomnes.
(*) Soy Celina, nací en San Luis, me ausenté unos años para ver la vida y volví. Este es mi lugar en el mundo. Y un día me crucé con un silencio incurable que con una mágica nube anaranjada me cubrió.
Y aquí estoy, dentro de la nube.
Bravo, amiga Celina! Bravo, Silenciosa!
Excelente narración.Otra incurable.Saludos.Silvina.