BITÁCORA DE PANDEMIA
Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia
La Opinión/ La Voz del Sud
Nos asomamos al cuaderno de viaje en pandemia de Eleonora Bustos, vive en La Rioja y es cuidadora en un asilo para ancianos:
Los primeros días en que escuché hablar del virus, del bendito Covid-19, no tomaba dimensión de que eso podía adquirir cercanía.
El lugar donde trabajo es muy delicado en el tema de contención, y en cómo hacemos llegar el abordaje de la información. En general se busca que el abuelo y la abuela no sufran ansiedades o imaginen cosas que no son. Muchos de ellos toman el asilo como un espacio en que se los abandonó por ser una carga, entonces, trabajar con los familiares o vínculos para que hagan fluidas las visitas, y luchar contra la sensación de ausencias, es casi parte de nuestro decálogo. Pero la verdad es que nadie, ni nada nos preparó para una pandemia.
Aunque había rumores en los primeros días de marzo sobre posibles restricciones, nunca dimensionamos lo que sería una fase 1 para nuestros abuelos y para nosotros.
Todos ellos entraban automáticamente en los grupos de riesgo, era como de repente sentir que manipulábamos cristal. Cada vez que salíamos a la calle con nuestras familias, y volvíamos al trabajo sentíamos que tal vez podíamos estar llevándole la muerte.
Fue muy fuerte la sensación de culpa en algunos compañeros que enfermaron y contagiaron a otros en el asilo, hasta el día de hoy están en terapia porque falleció gente. Aun haciendo las cosas bien no alcanzaba, tal vez al principio no se accedía tan rápido al testeo en las logísticas, entonces si eras asintomático andabas por ahí contagiando sin saber. Hoy sí, podemos hisoparnos cada 10 días, y estamos todos vacunados los de la institución, pero distinto fueron esos primeros crueles tiempos.
De lo que guardo en mi retina y en mi corazón fueron los primeros encuentros de los abuelos con sus nietos, nietas, hijos e hijas. Muy emocionante, aun hoy se me pone la piel de gallina con algunas imágenes. Primero fueron por las ventanas del asilo, apoyar sus manitos, ver rodar las lágrimas y descargar risas. Escucharlos como se gritaban: ¡te quiero abuela!, te amo mamá. Muchas de las personas, creo que la gran mayoría, en mi experiencia, colocan a sus familiares en centros de cuidado por un bien mayor, para que estén mejor cuidados, entonces este alejamiento abrupto de la pandemia puso en crisis los sentires y las ausencias. Porque de verdad en nuestro espacio se trabaja toda la jornada para que se sientan amados, en su casa, se preservan sus espacios con cosas que les son propias, ojo, no digo que todas las instituciones para cuidados de la “tercera edad” como les llaman, sean recomendables, mal que me pese, pero nosotros le ponemos alma y corazón para que, incluso entre compañeros, podamos acompañarnos, no es una tarea fácil cuidarlos, atenderlos, asistirlos en sus nanas, quien no tenga vocación que no lo haga porque puede hacer mal, más en momentos como los que vivimos.
El día de los abrazos fue otro hito, cuando ya se podían tocar y sentir, cuánta emoción. Una abuela me dijo: ¿sabe qué Ele?… Había olvidado lo rápido que la caricia cura el alma y el cuerpo. Su nieta se había quedado prendida del “cogote”, como decía la abu, un rato largo, un rato para siempre. Esa abu está perdiendo la memoria, pero esa es la prueba de que esa enfermedad no mata todos los recuerdos.
Una lección que recuerdo de este año es la que nos dio la abuela Edelia cuando estaba el debate de las vacunas, y por supuesto, no había acuerdo con mis compañeros, ella contó lo que sabía de su madre y de cómo las vacunas la habían salvado de enfermedades desconocidas en ese momento y que si no, no estaría ella hoy en este mundo. Sus certezas y convicciones, sentido común también, hicieron que muchos que dudaban corrieran a poner el bracito.
Con tristeza he tenido que aceptar que en la balanza y en el balance, no, no hemos salido mejores de todo esto, somos más miserables. Pero sí, me quedo con lo que vi en mi trabajo y en mi familia, y allí somos y estamos mejores, eso debe alcanzarme para dar un paso a la vez en la búsqueda de la superación individual y colectiva.