La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

Gadafi: el antes y el después de Libia

Hace una década Muamar al Gadafi fue asesinado por las tropas rebeldes que lo habían derrocado. Surgimiento, apogeo y caída de un dictador

Por Guillermo Genini

El 20 de octubre de 2011 Muamar al Gadafi, expresidente y dictador de Libia, murió en manos de las tropas rebeldes que lo habían derrocado poco antes. Con su muerte, que ocurrió violentamente en las cercanías de la ciudad de Sirte, se puso término a más de cuatro décadas de un poder despótico que alcanzó notoriedad internacional. Sin embargo, y pese a lo controvertido de su régimen, Gadafi marcó a fuego la historia de Libia. Revisemos su llegada al poder y su significado para Libia.

Del Imperio Otomano a la Paz de Lausana

Lo que actualmente es la República de Libia no existía como tal a comienzos del siglo XX. Su territorio, habitado mayormente por árabes y beduinos, había permanecido bajo dominación del Imperio Otomano desde del siglo XVI y cuando los turcos, en plena decadencia desde el siglo XIX, debieron ceder partes de su antiguo imperio, las nuevas potencias colonialistas se preparaban para ocupar su lugar. En el caso de Libia, tanto por su cercanía geográfica como por su posición estratégica, fue Italia la que reclamó formar parte en el reparto de África ocupando militarmente la costa de Cirenaica y el extenso territorio desértico del interior.

Tras una corta y sangrienta guerra, Italia proclamó en 1912 que había tomado posesión de todo el territorio libio entre el Egipto británico y el Túnez francés, hecho reconocido por la Paz de Lausana. De esta manera el colonialismo italiano unificaba bajo su dominio varios territorios que habían permanecido relativamente independientes entre sí como Tripolitania y Cirenaica en la costa del Mar Mediterráneo, que contaba con una población mayoritariamente árabe, y el interior denominado Fezzan, habitado por los bereberes, quienes vinculaban las regiones costeras con los diversos puntos comerciales del Desierto del Sahara.

Estas divisiones, a las que se agregaba una organización política y social fragmentada signada por el tribalismo, impidieron constituir un frente libio unido contra el colonialismo italiano, que fracasó en su intención de lograr su crecimiento económico. Así,  a mediados del siglo XX, Libia fue escenario de las grandes batallas por el control del norte de África entre italianos, alemanes y británicos durante la Segunda Guerra Mundial, que culminó en 1943 con la derrota italiana. Tras la finalización de la guerra, en donde las distintas tribus libias habían sido más espectadores que actores activos, las promesas de terminar con el colonialismo de los Aliados, especialmente de los Estados Unidos y la Unión Soviética, se desvanecieron. 

Frente a dilaciones políticas y diplomáticas, distintas facciones musulmanas reclamaron el derecho a lograr la independencia, ya sea por la lucha armada como por medio de acuerdos políticos, siendo irrefrenable voluntad de lograr esa meta.

La más poderosa y organizada de las fuerzas políticas era la cofradía islámica sanusí. Desde 1916 esta hermandad era liderada por el Emir Idris al-Senussi, quien había combatido la ocupación italiana y permaneció largos años en el exilio en Egipto. Idris logró declarar la independencia de Cirenaica en 1949 y contando con un gran apoyo popular y de otros grupos políticos, obtuvo la unión de Tripolitania y Fezzan, proclamando en 1951 la independencia del Reino de Libia, bajo el amparo de la ONU.

El nuevo Estado adoptó la forma de una monarquía federal, al ser proclamado el Emir Senussi como Rey bajo la denominación de Idris I. Su proyecto de unificación y modernización de poblaciones de diversos orígenes y culturas fue apoyado por Occidente, especialmente Estado Unidos y Gran Bretaña, interesados en compartir las inversiones petroleras en territorio libio desde 1961.

El despertar nacionalista

Por su propia dinámica, el mundo árabe vivía en la segunda mitad del siglo XX un despertar nacionalista y socialista que tenía por líder al Presidente Nasser de Egipto. Las posturas conservadoras, autoritarias y pro-occidentales que adoptaba Ibis I frente la creciente demanda social interna y a graves conflictos internacionales (Crisis del Canal de Suez en 1956, la Guerra de los Siete Días de 1967), eran cada vez más cuestionadas por la juventud libia, imbuida en fervorosas y esperanzadoras polémicas sobre la posibilidad de aplicar las ideas de Nasser en su país. Fue en este contexto que la figura de Gadafi se dio a conocer.

Muammar al Gadafi había nacido en 1942 en el seno de una familia beduina de la tribu Gaddafa, en las cercanías de la ciudad de Sirte. Su familia pertenecía a los tradicionales pastores nómadas del desierto donde se mezclaban ancestros árabes y bereberes, contaba con un buen pasar económico y algún prestigio tribal por su pasado nacionalista y guerrero.

Gadafi fue educado de manera tradicional con una fuerte formación islámica. En la escuela secundaria participó en los debates sobre el futuro de Libia y siguiendo el ejemplo de Nasser, él y su grupo de compañeros nacionalistas pensaban el futuro libio sin el Rey Idris I. Por estas actividades políticas fue expulsado y debió terminar sus estudios en otra ciudad. 

Retrato oficial de Gadafi en torno a 1969, cuando accedió al poder.

Durante su juventud inició estudios de abogacía, pero finalmente decidió ingresar en el Colegio Militar en Bengasi. Siendo un destacado estudiante, se graduó con honores como oficial del Ejército, en donde ascendió rápidamente hasta alcanzar el grado de Capitán. Este hecho no impidió continuar su prédica nacionalista y crítica hacia la monarquía pro-occidental. Siguiendo el ejemplo de Nasser, organizó un pequeño grupo de seguidores denominado Oficiales Libres y en secreto planificaron el derrocamiento de Idris I. El ambiente de agitación era creciente en Libia tras el triunfo de Israel en la Guerra de los Siete Días en 1967 y Gadafi se aprovechó de estas circunstancias para vincularse con otros grupos del nacionalismo árabe. 

¿El fin de la monarquía?

Según el historiador Paul Johnson “en muchos sentidos, Gadafi siguió los pasos de Nasser y repitió palabra por palabra su retórica panárabe y antiisraelí”. Esta estrategia le valió el apoyo de varios oficiales del Ejército quienes se plegaron en secreto a la conspiración de los Oficiales Libres contra la monarquía. La oportunidad para el derrocamiento se presentó en septiembre de 1969 cuando el Rey Idris I se encontraba de vacaciones en Turquía. Mediante una amplia y eficiente planificación, los oficiales que respondían al Comité Central de los Oficiales Libres liderado por el Capitán Gadafi tomaron los principales puntos estratégicos de Libia, lo que, sumado a la escasa resistencia de los partidarios de la monarquía, significó el derrocamiento del gobierno de manera incruenta.

Siguiendo la inspiración ideológica de Nasser, el nuevo gobierno proclamó el fin de la monarquía y el surgimiento de la República Árabe Libia. Poco después se sancionó una Constitución inspirada por completo en la de Egipto que buscaba la liberación de Occidente, la construcción de una economía socialista y la unidad de los libios dentro de la nación árabe. Gadafi como nuevo hombre fuerte del gobierno, en conjunto con el Consejo del Mando de la Revolución (CMR), continuaron con las limitaciones a la prensa y la actividad política que habían caracterizado a la depuesta monarquía. Simultáneamente se produjo la completa identificación del Estado con el islam por lo que Gadafi apareció como el campeón de las tradiciones religiosas del pueblo libio. 

Consolidado en el poder, Gadafi se convirtió en el líder indiscutido de lo que se denominó la Revolución Libia y pronto sus antiguos compañeros de los Oficiales Libres pasaron a ocupar puestos de menor significancia dentro del gobierno o fueron enviados al extranjero. En 1970 las acciones de depuración de todos los vinculados con el régimen monárquico derrocado habían sido completadas, siendo reemplazados por notorios seguidores de Gadafi. Estas purgas y expulsiones fueron apoyadas por la gran mayoría de la población pese a que se prohibió cualquier acción de crítica al gobierno. 

El proceso de libianización 

La Revolución implicó de hecho un amplio y profundo proceso de libianización que consistió en una serie de medidas radicales como la imposición la shaira islámica como ley comunal, el reemplazo del alfabeto latino por el árabe, la expulsión de los colonos italianos, el cambio de moneda de libras a dinares y la confiscación de las propiedades y empresas extranjeras. La más importante consistió en la nacionalización de la banca y de las concesiones de extracción y distribución de petróleo. La culminación de la prédica nacionalista fue el cierre de las bases militares que Estados Unidos y Gran Bretaña tenían en Libia.

El poder de Gadafi también alcanzó el mundo intelectual pues se intervino el sistema educativo, en especial a las universidades y se reorganizó la administración pública cuyos funcionarios, bajo el lema “islam y progreso”, debían asistir obligatoriamente al seminario de adoctrinamiento. De esta manera Gadafi no solo se convirtió en el líder político de la Revolución Libia sino también en su ideólogo.

Sus fundamentos iniciales eran el islam y el socialismo en clave nasserista. En sus propias palabras sostuvo: “Yo declaro que la nación árabe se honra siendo la precursora del socialismo, ya que los principios del socialismo se encuentran en el Corán. Ni Marx, ni Lenin, ni otros teóricos o filósofos han tenido éxito inventando un sistema mejor que el islam, en los campos económico, social y moral”.

La culminación de la construcción del poder de Gadafi se alcanzó en 1972 cuando ocupó simultáneamente los cargos de Primer Ministro, Presidente de la República y el mando de las Fuerzas Armadas, cuando sus inclinaciones dictatoriales ya eran evidentes. A partir de entonces los caminos de Gadafi y Libia transitaron juntos por casi cuatro décadas.   

Gadafi, en Trípoli, durante las celebraciones de