Pedro Armando Ferreyra -24/10/2021
Mi nombre es Pedro Armando Ferreyra, nací en Avellaneda, un pequeño pueblo de la provincia de Córdoba, el 12 de agosto de 1943. Allí crecí, mi padre era herrero de campo, por eso llevo en la sangre esa profesión, soy herrero artístico, hago de todo. Mi padre era músico, buen guitarrero de esas épocas, yo estudié piano durante cuatro años y después me compraron un acordeón de veinticuatro bajos y con eso a mis doce años ganaba más plata que mi padre en la herrería. Me fui perfeccionando solo, conocí el país a través de la música.
Me convocaban a las fiestas de campo, en carpas que se alumbraban con sol de noche y sin luz eléctrica, tocaba muchas veces solo toda la noche. Siendo muy joven en una noche ganaba buen dinero. Aprendí a tocar de todo en el conjunto de mi padre: paso doble, rancheras, vals. En su conjunto él tocaba la guitarra, su compadre el violín, el hijo de este el bandoneón, un empleado de ferrocarril era baterista y yo la mascota con mi acordeón de veinticuatro bajos. Antes las fiestas comenzaban a las diez de la noche y terminaban a las tres de la mañana.
Trabajando en la herrería con mi padre, en la fragua, llegó un señor de campo y le dijo a mi padre que venía a buscar mis servicios, porque el sábado se casaba su hijo y necesitaba que yo fuera a tocar. Mi papá se hizo rogar un poco, le dijo que solo no, porque era muy chico todavía. El señor insistió y prometió que me cuidaría, insistió ofreciéndole el pago por adelantado, y mi padre le dijo un valor con la idea de que desistiera. Insistió en pagarle por anticipado pero mi padre comprometió mi asistencia y que me pagara al finalizar. Le cobró diez pesos, que era una fortuna por entonces, en 1955.
Viajé en coche motor hasta Villa Gutiérrez, allá me esperaba un sulqui, que me llevó hasta el campo, toqué hasta las tres de la mañana como estaba arreglado, después la fiesta seguía con un fonógrafo, de esos que tenían una pequeña bocina. Al segundo disco de pasta gruesa del 68 se le cortó la cuerda al fonógrafo y se quedaron sin música. El hombre me pidió que tocara un poco más y a cambio me pagaría.
De todas maneras tenía que hacer tiempo para esperar el sulqui, que me llevaría a la estación por la mañana, entonces accedí. Me pagó diez pesos más y recuerdo que me tocaba el bolsillo a cada rato, sentía que tenía una fortuna. Al día siguiente me desperté, almorcé, y mi viejo no me dijo nada. Me fui al pueblo a ver cómo los mayores jugaban a las bochas, en el camino me encontré a mi padre, y riéndose me preguntó si no tenía alguna moneda que le prestara, metí la mano al bolsillo y saqué veinte billetes marrones de un peso, mi padre se asombró de la cantidad que llevaba y dejó sólo un peso en mi poder (se ríe).
Nos fuimos a vivir a Mendoza, donde trabajé en las bodegas Giol por varios años, fui fundador del Fabuloso Cuarteto de la Alegría, que hacía música como el Cuarteto Leo de Córdoba. Con el tiempo tuve otro cuarteto tropical llamado La Charanga Trinidad, que hacia música del Cuarteto Imperial, Trío Rubí y Los Wawancó. En ese tiempo Pedro Castro Díaz lideraba el escenario de espectáculos y mi grupo era exclusivo de él. Tuve la suerte de conocer a los integrantes del Club del Clan que venían a los grandes bailes y nosotros compartíamos escenarios con Leo Dan, Palito Ortega, Juan Ramón, Violeta Rivas y Tormenta.
Me vine a San Luis y conocí San Francisco del Monte de Oro, donde estoy hace más de veinte años. Conocí a Marcelo Vivas y a Alejandro Grassano, el tecladista de Teresa Parodi. Un día comiendo un asado nos pusimos a hacer música los tres, fue tan lindo lo que salió que terminamos representando a la provincia dos veces en Cosquín con “Jugueteando Trío”.
Después de muchos años nos encontramos nuevamente, fue muy lindo para nosotros y para la gente del pueblo. Actualmente estoy tocando con Marcos Contreras, muy buen guitarrero y cantor. Junto a Marcelo Vivas estuvimos grabando en el Centro Cultural de San Francisco hace poco, hacemos chamamé y música del litoral, también interpreto música de Colombia, Perú, Italia, España, es decir me defiendo, sobre todo lo relacionado con el acordeón, que para mí es uno de los instrumentos más completos: manejando los bajos uno puede hacer una fiesta en cualquier lado.
Con la herrería también comencé desde chico, igual que mis hermanos. Además soy soldador especializado, hago soldadura eléctrica, autógena, sistemas TIG (Tungsten Inert Gas), para todo tipos de trabajos, portones automáticos, rejas. Tengo ocho hijos, hace poco perdí una hija de treinta y ocho años y una nieta de tres meses. Estuve casi veinte años solo, pero ahora estoy con Marina Sosa que es mi compañera desde hace seis años, nos acompañamos a todos lados.
Quiero agradecer al semanario por acordarse de los artistas de algunos años como yo. Mi idea es seguir trabajando y tratando de lograr más objetivos para estar mejor los próximos años de vida. He logrado muchos amigos en la zona, se puede decir que soy muy feliz en San Francisco.