La Aldea y el Mundo

El Asunto Sacco y Vanzetti

Un juicio que comenzó hace 100 años representó la condena del anarquismo y se convirtió en tema de interés internacional

Por Guillermo Genini

El 29 de octubre de 1921 comenzó en Massachusetts el segundo juicio a Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti que tras ser condenados a muerte fueron ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927.

Este segundo juicio dio origen al Asunto Sacco y Vanzetti que tuvo repercusión internacional. En muchas ciudades alrededor del mundo se organizaron protestas y pedidos de libertad para los dos condenados anarquistas que fueron juzgados con serias sospechas de parcialidad y racismo.

Las figuras de Sacco y Vanzetti representan, además de un ejemplo de la manipulación y parcialidad de la justicia de Estado Unidos, la condena que los sistemas estatales continuaban realizando sobre el anarquismo y sus partidarios.

Los orígenes

Pese a que tras la Primera Guerra Mundial el anarquismo fue perdiendo fuerza entre los trabajadores del mundo, seguía representando una peligrosa alternativa al orden estatal y capitalista vigente. A cien años de este acontecimiento revisaremos el origen del anarquismo y su impacto.

No se puede entender el origen del anarquismo sin comprender el alcance en todo el mundo de la instalación de un sistema económico nuevo: el capitalismo industrial.

En la primera mitad del siglo XIX la nueva economía industrial había entrelazado centros productivos europeos con inmensas regiones proveedoras de materias primas y alimentos. Pero detrás de las espectaculares transformaciones técnicas y productivas de la Primera Revolución Industrial, se escondía una creciente explotación por parte de la burguesía de los trabajadores que constituían el proletariado.

Las malas condiciones de trabajo, sumado a la miseria y la falta de protección de las labores fabriles y manufactureras llevaron a la clase proletaria a buscar nuevas alternativas para mejorar el estado de desesperación, carencia y pobreza en que se mantenía la mayoría de los trabajadores y sus familias.

El liberalismo era la ideología que enmarcaba y justificaba la dominación y explotación burguesa del proletariado, por lo que éste debía buscar un nuevo conjunto de ideas y acciones que lo protegiera y ayudara a cambiar su situación.

Así surgieron los primeros planteos socialistas y sindicalistas. Sin embargo, en 1840, una figura de gran envergadura intelectual de Francia iniciará un inédito camino para pensar la condición de la clase trabajadora al cuestionar la propiedad privada.

La gran expansión

Fue Pierre Josehf Proudhon en su reconocido ensayo “¿Qué es la propiedad?” quien acuñó el término anarquista para definir una posición contraria a la dominación política del proletariado ejercida por poder del Estado y contraria a la propiedad privada, que era la base del orden burgués y capitalista.

Pronto las ideas anarquistas de Proudhon se expandieron y diversificaron primero por Europa, luego a Estados Unidos y finalmente a todo el mundo.

Esta expansión fue acompañada por una creciente reflexión y debate sobre qué era el anarquismo, lo que generó una gran dispersión doctrinaria.

El caso estuvo en los principales medios de la época.

Así, partiendo de un núcleo ideológico que suponía el rechazo de las consecuencias sociales del proceso de industrialización y el cuestionamiento de la dominación ejercida por el Estado y las Iglesias, las ideas anarquistas se vincularon por igual con las nostálgicas miradas hacia un mundo agrario y campesino, los reclamos por la constitución del mutualismo cooperativista y el trabajo comunitario, hasta las acciones más violentas que pretendían la destrucción del poder del Estado y de la burguesía en un movimiento que reclamaba la revolución social.

Más allá de estas diferencias se pudieron identificar algunas propuestas comunes que tuvieron una enorme influencia en los trabajadores de todo el mundo en la segunda mitad del siglo XIX, bajo una nueva mirada que le otorgó al anarquismo su carácter contestatario.

Tomando como referencia la influencia intelectual y filosófica de Proudhon, un activo pensador le dio al anarquismo una impronta definitiva: Mijail Bakunin. Este aristócrata ruso de extraordinaria vida personal e intelectual, logró hasta su muerte, ocurrida en 1876, dotar al anarquismo de un objetivo claro: la búsqueda de la liberación de los obreros del mundo por medio de sus propias acciones.

Así, tras los fallidos intentos de establecer un ejemplo revolucionario con influencia anarquista en la Comuna de París de 1871 y ser combatido por los marxistas en la Primera Internacional Socialista, Bakunin creó su propia organización anarquista con una clara visión internacionalista y revolucionaria.

Entre sus principios estaban la solidaridad y la ayuda mutua, el ateísmo, el colectivismo, la organización horizontal y antiautoritaria, la libertad de pensamiento y expresión, la lucha por la educación popular, el rechazo a la acción política partidaria y parlamentaria, entre otros.

Estos principios debían impulsar un nuevo orden social que culminaría en una sociedad comunista donde los trabajadores pudieran gozar de la libertad e igualdad que le negaba la sociedad capitalista.

Gracias a este impulso, el anarquismo se extendió por todo el mundo, constituyendo un verdadero peligro para los Estados y la burguesía. Una nueva herramienta contribuyó a esto: la huelga general o revolucionaria. Esta práctica tenía la virtud de que se originaba en los propios trabajadores organizados para destruir el orden existente.

La contrarrevolución y la Tragedia de Chicago

A la huelga general se le sumó, desde 1880, la práctica de los hechos directos o la “propaganda de los hechos” que implicaba actos de sabotaje, robos, atentados y asesinatos de capitalistas, policías y autoridades del Estado, como respuesta a la represión que ejercían estas fuerzas contrarrevolucionarias.

A fin de combatir el desafío anarquista las fuerzas contrarrevolucionarias o represivas, integradas por la policía, la justicia y los escuadrones particulares financiados por los dueños de las fábricas y empresas, también se organizaron y se produjeron en numerosas ocasiones redadas, expulsiones, arrestos y muertes de numerosos anarquistas -o sospechosos de serlo- en Europa, Asia y América. Quienes abrazaban los ideales libertarios se convirtieron rápidamente en víctimas de persecución y represión, por lo que sus actividades tomaron en muchos casos un carácter clandestino y secreto.

A fines del siglo XIX la actividad de los anarquistas era notable en Estados Unidos. El propio Bakunin tuvo ocasión de estar en varias ciudades estadounidenses en 1861 cuando huyó de prisión en Siberia camino a su exilio europeo.

El extraordinario crecimiento de la economía de Estados Unidos atrajo a una multitud de trabajadores europeos que llevaron sus ideas consigo y reprodujeron sus luchas en este nuevo escenario. Sin embargo, los capitalistas estadounidenses conservaban muchas prácticas de explotación que remitían a un pasado esclavista reciente.  Al igual que en Europa, las autoridades estadounidenses no dudaron en condenar las actividades anarquistas y propiciaron el uso de la fuerza para disolver huelgas, manifestaciones y mítines, que en ocasiones terminaron con hechos sangrientos.

El más conocido fue la Tragedia de Chicago, donde una manifestación de huelguistas que reclamaban por el cumplimiento de la limitación de la jornada laboral a ocho horas fue reprimida en mayo de 1886. El arresto de miles de anarquistas se saldó con el juicio parcial y condena a muerte de cinco de ellos, conocidos desde entonces como los Mártires de Chicago.

Tras los trágicos hechos de Chicago, el anarquismo en Estados Unidos continuó activo, pero sin la fuerza necesaria para realizar grandes huelgas. En su lugar se multiplicaron actos de propaganda (panfletos, diarios, manifestaciones), así como los atentados, robos y sabotajes. Pequeños grupos de anarquistas radicales propiciaban la propaganda por los hechos, entre ellos los seguidores de Luigi Galleani, un carismático anarquista italiano, cuyos seguidores eran conocidos como galleanistas. 

A comienzos del siglo XX los galleanistas protagonizaron varios actos terroristas, lo que originó una activa campaña de persecución sobre ellos. Sacco y Vanzetti, ambos italianos y anarquistas como Galleani, fueron sindicados como sospechosos de pertenecer a esta organización subversiva y por ello cuando se los arrestó, el 5 de mayo de 1920, fueron acusados de ser los responsables de dos robos graves. En el segundo, ocurrido en South Braintree el 15 de abril de 1920, fueron asesinados dos custodios.

El primer juicio concluyó con la condena de ambos a prisión, mientras en el segundo que comenzó hace un siglo terminaría con su ejecución que tuvo una repercusión mundial.

Manifestación por la libertad de Sacco y Vanzetti en Londres, 1921.