Billeteras al diván
La psicoanalista Silvia Ons reflexiona sobre el valor libidinal, nichos, equivalencias simbólicas y tabúes del dinero
Por Matías Gómez
Silvia Ons es analista miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, responsable de la dirección del Departamento de Psicoanálisis y Filosofía del Centro de Investigación Clínica de Buenos Aires (CICBA). Ha sido directora y fundadora de la revista Dispar, de cuyo Consejo Editorial forma parte.
Colaboradora además en el suplemento cultural del diario Perfil y docente del Instituto Clínico de Buenos Aires.
-¿En qué consiste la función libidinal del dinero?
-El dinero no está solo en función de satisfacer necesidades vitales, sino que en los sujetos tiene un valor libidinal, es decir que se vincula con gustos que no están relacionados con esas necesidades sino con un goce por ejemplo en atesorar, en retener, aunque ello no tenga ninguna utilidad. Así, alrededor del dinero veremos desarrollarse todo tipo de comportamientos: el sacrificio, la mezquindad, el ocultamiento, la exhibición, la generosidad.
En suma: toda una amplia gama de pasiones humanas se pondrá en juego a la hora de meter la mano en el bolsillo. «Agarrado» o «desprendido», el sujeto siempre muestra algo de su propia intimidad cuando se refiere a la plata, y la sesión analítica es un muestrario notable para estudiar lo que la economía no alcanzará nunca a descifrar: la sustancia secreta e impura de lo que mueve el mundo y que Lacan denomina: goce. Hay quienes gozan de gastar, así como otros encuentran su placer más exquisito en retener y en ocultar, recuerdo una mujer que a la hora de morir sus deudos encontraron en la casa billetes verdes escondidos por doquier, una cantidad asombrosa cuando ella en la vida se mostraba como carente.
Un paciente de clase media alta relataba sin vergüenza que iba vestido de pobre para poder sacar ventaja y “llorar la carta” para bajar algún precio. Esto último demuestra que la idea habitual de que el dinero sólo existe en función de aquello que puede comprar, es absolutamente falsa. El dinero puede proporcionar un goce por sí mismo, por el mero hecho de su retención y acumulación.
-¿Cómo es la relación entre el dinero y la muerte?
–Visitemos las cajas de seguridad y rápidamente advertiremos que se asemejan a los nichos de los cementerios Los sujetos atesoran dinero como si no fuesen a morir, la acumulación de riquezas está al servicio de desconocer la finitud y las cajas de seguridad …la recuerdan.
Pascal decía que el hombre cree que va a necesitar mucho más de lo que realmente necesitará en el futuro, guardando dinero para el futuro imagina un futuro no atravesado por la muerte. También cuando alguien muere, aquellos cercanos al difunto están pendientes de los bienes heredados, de las pertenencias del muerto y tapan con los objetos ese destino que nos toca a todos.
– ¿Por qué suele haber una tendencia a creer que necesitaremos más de lo que en realidad necesitamos y cuánto influye el consumismo para reforzar esa idea?
-Justamente es la manera de proyectar una vida desconociendo su finitud. Lacan consideró a Marx el inventor del síntoma antes de Freud: el inevitable fetichismo de la mercancía, las relaciones entre las personas sustituidas por relaciones entre las cosas, la vida alucinada otorgada al mundo de los objetos que hizo decir a Marx “La mesa baila”.
En el capitalismo tardío “consumir” equivale a tener pertenencia en la sociedad y poder así “ser vendible”, es decir adquirir las cualidades que el mercado demanda. El consumo en una sociedad de consumidores no es satisfacer necesidades, deseos o apetitos sino elevar el estatus de los consumidores al de bienes de cambio vendibles. Los miembros de una sociedad de consumidores son ellos mismos bienes de consumo, su desvelo es convertirse en productos vendibles.
Así, el atractivo de los productos, se evalúa según su capacidad de aumentar el valor de mercado de quien los consume. En definitiva, los miembros de una sociedad de consumidores son ellos mismos bienes de consumo, “productos” valorados en la sociedad. Así, consumir significa invertir en la propia pertenencia a la sociedad, tener así valor como objeto vendible. Esto mismo da origen a fuertes depresiones si ya no se es valor de cambio, además las relaciones entre las personas se evalúan en términos de conveniencia, etc.
-¿Podría detallarnos las equivalencias simbólicas de Freud con el dinero?
-Freud tomó como equivalencias simbólicas: pene-niño-excremento-regalo-dinero. Pero ya el saber popular ha bautizado al dinero como excremento del diablo, Freud quiere marcar la lógica sustitutiva que comanda el devenir humano: si algo falta se sustituye por otra cosa, por ejemplo: la mujer no tiene pene, pero puede tener un hijo, que Masotta con humor decía: el salame de la madre.
Con el dinero se juega algo semejante a los movimientos del orificio anal: se expulsa, se retiene. El dinero también muestra la potencia fálica y tapa como nadie las carencias de los sujetos, no lo dice solo Freud sino Marx: En la sección del Tercer manuscrito consagrada al dinero -si se quiere, prehistoria del Capital- Marx describe en forma expresiva la trascendencia del dinero:
“El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse de todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale pues como ser omnipotente (…) Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo (…) Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego, no soy tullido; soy un hombre malo, sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de ser honesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor? (…) El dinero en cuanto medio y poder universales (…) para hacer de la representación realidad y de la realidad pura representación, transforma igualmente las reales fuerzas esenciales humanas y naturales en puras representaciones abstractas y por ello en imperfecciones, en dolorosas quimeras, así como, por otra parte, transforma las imperfecciones y quimeras reales, las fuerzas esenciales realmente impotentes, que sólo existen en la imaginación del individuo, en fuerzas esenciales reales y poder real”[1].
Claro que el dinero (o el Capital) no solamente se limitan a “invertir” lo inmediatamente dado, lo natural, como sostiene Marx, sino que lo alteran de todos los modos posibles, subvirtiéndolo, trastrocándolo y determinándolo absolutamente desde su “abstracción”, y esto es lo que importa. Lo más interesante del texto del joven Marx es su reconocimiento azorado de la potencia ilimitada de la subjetividad absoluta.
Ons fue profesora titular de la cátedra de Psicología Profunda de la Facultad de Psicología de la Universidad del Salvador, profesora titular de la Maestría en Psicoanálisis de la Universidad Kennedy y profesora asociada del departamento de Psicoanálisis. También fue profesora de la Maestría en psicoanálisis de la Universidad San Martín y profesora asociada de la cátedra de Psicopatología de la Facultad de Psicopedagogía de la Universidad del Salvador.
Ha publicado los libros “Placer y bien. Platón Aristóteles y Freud”, editorial Biblos, “Una mujer como síntoma de un hombre”, editorial Tres Haches, “Violencia-s”, “Comunismo sexual” , “Todo lo que necesita saber sobre psicoanálisis”, “Amor, locura y violencia en el siglo XXI” y “El cuerpo pornográfico” los cinco de editorial Paidós, y últimamente “El sexo del síntoma” y “El movimiento trans entre el feminismo y el machismo”, ambos de editorial Grama.
Ha escrito numerosos trabajos para revistas nacionales y extranjeras especializadas en psicoanálisis y ha publicado artículos de difusión en diarios como Página 12, Clarín, Ñ, Perfil, Tiempo Argentino y la revista Noticias donde edita clases magistrales.
-¿Por qué Lacan decía que los ricos no podían psicoanalizarse?
-Muchos piensan erróneamente que psicoanalizarse es cosa de ricos y se equivocan de cabo a rabo. Es un concepto erróneo ya que desconoce por completo la psicología del rico: los ricos no pagan. No solo no pagan sus sesiones de psicoanálisis, es que sencillamente no pagan. Ésa es, ni más ni menos, que la posición del rico: no pagar ningún precio. Por ese motivo, resulta un contrasentido pretender que paguen más impuestos. Si lo hiciesen ya no serían ellos mismos, los ricos, aunque la fortuna siguiera saliéndoseles por las orejas.
Lacan recuerda los años juveniles en los que iba en metro al hospital, tiempo en el que había reparado en un pasaje donde Marx hace hablar al capitalista, quien luego de advertir de qué manera se produce su ganancia, ríe. Marx da el ejemplo de una fuerza de trabajo que se paga como media jornada laboral, aunque su valor de uso sea el doble de su valor como valor de cambio, es decir un trabajo que vale más de lo que se paga. Esa diferencia es “una suerte para el comprador”. En definitiva, ha comprado un trabajo por un precio menor del que vale como valor de uso. Y es respecto a esa suerte que ahora sí, el capitalista ríe. “Por fin logró el truco. El dinero se ha transformado en capital”.
Es muy poco frecuente que un rico se psicoanalice: no suele estar dispuesto a pagar el precio que supone saber, el rico quiere tener dinero. Claro que en la vida siempre se paga hay que ver qué es lo que se paga. Si usted quiere saber algo de sí mismo, algo de su verdad más íntima, tendrá que estar dispuesto a ceder algo, y si no quiere saber nada, posiblemente pagará un precio bastante más caro. Es por esa razón que la terapia analítica se paga.
Desde luego, el monto será variable según las posibilidades de cada uno. Pagar por ello no sólo es la prueba de su compromiso, sino la metáfora de aquello de lo que debe desprenderse a fin de conquistar algo mejor para su propia vida.
-¿Qué herramientas considera que podría aportar el psicoanálisis a la educación financiera para evitar excesos en acumulación o despilfarro?
-El psicoanálisis lleva al encuentro con los goces más singulares y que no están necesariamente marcados por el mercado del capital que es el que favorece la lógica de la gula del consumo. Por otro lado, necesariamente el psicoanálisis nos hace conscientes de nuestra finitud y puedo evocar una frase latina que Freud hace suya: “Si vis vital para mortem” (“Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte”), anunciando así que tal preparación es requisito y no obstáculo de vivificación.
Si nos retrotraemos a la inserción de la muerte en los albores de la enseñanza de Lacan notaremos la gran influencia en Lacan del existencialismo, ya que, dentro de la filosofía en general, fue el existencialismo el que encaró esta cuestión sin subterfugios ni eufemismos. En ese marco, y aunque nunca haya aceptado el mote de existencialista, debemos incluir a Heidegger.
Para Heidegger, el Dasein es un ser de posibilidades, pero habitualmente esas posibilidades se malgastan en la banalidad. Nos consumimos diciendo lo que se dice, pensando lo que se piensa, haciendo lo que se hace, cursando una existencia impropia. Y así “muerte” es siempre la muerte del otro, algo ajeno, un desgraciado accidente del que, aunque nadie haya escapado jamás, siempre es posible hacer una abstracción. Por el contrario, la muerte genuinamente captada es intransferible. Heidegger no la considera un simple final; enfrentarla singulariza el Dasein sustrayéndolo del ficticio ser con otros. Para Heidegger, singularizarse y experimentar la muerte son una y la misma cosa. Entonces no se tratará de negarla acumulando dinero como si fuésemos inmortales.
-Si la Argentina fuese un paciente con problemas económicos, ¿Qué le recomendaría?
-Es imposible ya que tendría que poder hablar y no por otros…( risas)
[1] (C. Marx, Manuscritos: economía y filosofía, trad. cast. F. Rubio Llorente, Alianza, Madrid, 1984, 11ma. ed., pp. 177-180)