CRIPTOARTE y NFT’s
Estrategias para reivindicar a los artistas digitales y valorizar la autenticidad de una obra
Por Eliana Cabrera
En la virtualidad, abunda toda clase de contenidos y creaciones que consumimos y reproducimos sin tapujos. Pareciera que está permitido copiar obras ajenas y compartirlas sin límites. La mayoría de las veces no sabemos quién creó una imagen que pusimos de fondo de pantalla, quién ideó un gif que enviamos por WhatsApp. Todo nos parece anónimo y disponible. El criptoarte surge como una forma de reivindicar el trabajo del artista digital.
Se denomina arte digital a todas aquellas obras de arte que emplean exclusivamente herramientas digitales y/o código binario, tanto desde su producción hasta su presentación. Ahora bien, la digitalidad es favorable en muchos sentidos pero una de las grandes desventajas tiene que ver con que su potencial comercialización puede verse afectada, al igual que el reconocimiento social de los y las artistas y su autoría. ¿Por qué? Básicamente porque existe el “copiar-pegar” y el hackeo, por lo que cualquier contenido audiovisual es susceptible de ser copiado y distribuido por cualquier persona.
Cuando un cuadro solo podía ser apreciado de forma directa, antes de la existencia de la fotografía, su valor recaía en que era único; otro artista podía llegar a imitar su estilo o tratar de repetir exactamente la misma obra pero siempre sería más valioso aquel que tuviera la firma del verdadero autor, reconocido como tal por la sociedad. Para un admirador, bastaba con comprar la obra original para asegurarse de tener el privilegio de colgar ese cuadro irrepetible en su casa.
Hoy, la viralización suele ser tan grande que los y las artistas, sobre todo quienes se desempeñan en la virtualidad, pierden control sobre sus creaciones, todo se replica y es difícil corroborar qué obra es la auténtica. ¿Qué sentido tendría comprar una obra digital si cualquiera puede tener acceso gratuito y una copia idéntica a ella? Allí es cuando se luce el criptoarte.
El 11 de marzo de 2021 la casa de subastas Christie’s vendió por cerca de 70 millones de dólares Everydays – The First 5000 Days, de Beeple (nombre artístico de Mike Winkelmann), que consiste en un collage digital de las imágenes que el artista había creado y compartido gratuitamente a diario durante algunos años. Una gran imagen que solo existe en la virtualidad. Anteriormente, Beeple había llegado a enviar a sus compradores un frasco con uno de sus cabellos, solo para garantizar la autenticidad de la obra adquirida. Se hubiera quedado calvo de no ser porque comenzó a registrar sus creaciones como NFT’s.
NFT son las siglas de Non Fungible Token (token no fungible): se trata de la representación digital de valor económico, algo así como una ficha o un “vale”, de un objeto material o inmaterial que se vuelve único, irrepetible e insustituible. A diferencia de una criptomoneda, que puede reemplazarse por otra (como las monedas reales) sin perder valor, un NFT solo puede ser intercambiado por el valor que le otorgue su autor y compradores.
¿Por qué es seguro registrar una obra como NFT’s? Porque implica que ese registro se realice en la llamada blockchain; a grandes rasgos, una gran base de datos encriptada, que podríamos comparar con un libro contable. Cada página es un “bloque”, y en cada uno de ellos quedan registradas los intercambios de criptomonedas que se realizan. No puede ser modificado porque cada movimiento es chequeado y registrado por miles de personas, además de ser totalmente público. Pero además de registrar transacciones, en esos bloques pueden colocarse documentos, contratos, obras de arte y bienes en general. Al hacerlo, se obtiene un código único e inmutable que le otorga una suerte de certificado de autenticidad, y eso es lo que interesa vender/intercambiar.
Entonces, una vez que el artista obtiene ese “sello de autenticidad” puede ofrecerlo en una subasta o venderlo. Pero quien finalmente lo compre, ¿puede disponer de esa imagen como quiera, reproducirla, sacarla de internet o exigir algo al respecto? No. Lo único que obtiene es la posibilidad de “alardear” al respecto, cumplir un afán coleccionista, o bien seguir haciendo transacciones con esa obra, venderla o usarla como inversión. El artista no pierde sus derechos de autor ni el control sobre la obra, simplemente obtiene dinero por ceder ese certificado que dice “esto es 100% real, no es copia” en el mundo virtual, además de obtener regalías cada vez que ese NFT vuelva a venderse como tal.