Silencios incurables
Por Viviana Bonfiglioli
Un naranjero o siete colores viene al espinillo de mi patio a proveerse de agua, de naranjas. Me contaron que a este pájaro se lo suele confinar en una trampa, como llamador. Es decir, su canto atrae a otros pájaros y éstos resultan atrapados en una jaula.
Yo me imagino que su canto es feliz, pleno, como cuando se zambulle entre los árboles del monte o cuando navega por su hábitat, eso que llamamos cielo. Pero también supongo que es lo único que sabe cantar o decir, aunque esté en un espacio donde apenas salta, entre rejas. Creo que el naranjero engaña sin querer a sus pares porque no encuentra cómo nombrar el terror, el hierro que amputa su cielo, lima su pico y su vuelo.
A mi taller llegan muchas personas que se muestran felices, completas. Pero es inevitable ver, en algunas, algo que no nombran. Como esos pájaros que se van disolviendo en el dolor mientras cantan una antigua plenitud.
Todas mis consignas, juegos van dirigidas a ese lugar que nos compone y acciona desde lo profundo, para poder nombrarlo. Algunas propuestas del taller suelen llevarnos al borde de ese pozo, de esa construcción sin ventanas ni puertas. Y con cautela, travestidos de personajes, muñidos de las herramientas de la literatura, ingresamos. La poesía nos provee de imágenes, metáforas, símbolos. También nos valemos de los cuentos, eso que le pasa a un tercero que puede describir una escena congelada o fosilizada desde hace años. En el cuento, cada personaje, impulsado por el que escribe, abre las puertas, deja entrar el aire, habla o grita. En el papel se registra una voz y se desgarra el silencio.
Excavar, escarbar, descalzar, descubrir, exponer todas las versiones que existen de nosotros para llegar a lo que realmente queremos decir.
En esa excavación se producen oportunos derrumbes, y vuelven a quedar inaccesibles otras partes nuestras. Por eso el nombre del taller. Ese silencio incurable. Ese que tal vez nunca podamos transcribir porque se puede desmoronar lo que somos, lo que paseamos por el mundo en equilibrio inestable y que se apoya en la historia que nos contamos a nosotros mismos.
No soy terapeuta, soy sobre todo lectora, escritora; coordino talleres literarios desde hace veinte años y sé que no sirve escribir con otra tinta que no sea la propia sangre. Los textos ahogados en maquillajes y retórica se destiñen en la primera lluvia.
Los que comparten la mesa del taller, comparten también su carnadura y sus odiseas. Todo a lo que sobrevivimos. Se diluyen las diferencias, nos hermanamos.
Nos leemos, nos escuchamos.
Escribimos para exorcizarnos, para perdonarnos, para perdonar, para sanar, para celebrar, para dejar por sentado, para aclararnos; para jugar y también para incumplir con las normas gramaticales; escribimos para nombrar eso que quema. En algún momento irrumpen la risa y las lágrimas inesperadas, el contacto con la libertad, con el miedo, con los límites que naturalizamos; con los roles y decálogos; con las normas, y creencias. Y podemos ver en una silla del taller, deshabitados, nuestros disfraces que apenas si nos cubrían.
Descubrimos también que las palabras no alcanzan, que a algunas las tenemos que inventar y que los silencios también hablan.
Un cálculo aproximado me arroja un número aproximado; tal vez hayan llegado a la mesa del taller literario más de dos centenares de personas en veinte años. Más otro centenar que nunca vi personalmente, por esto de lo online.
Cuando se suman nuevos participantes al taller, suelo pedirles a todos que nos presentemos. Decimos nuestro nombre y lo que deseen, en un minuto. Varias de esas veces, los que asisten desde hace un tiempo, comparten qué encontraron aquí. Y ahí aparecen, para mi turbación, frases como: este es mi día de la semana más feliz, este es el momento que más espero, aquí me siento seguro, aquí soy. Frases que emiten alumnos del taller privado, tanto como los del taller que dicto en el Centro Cultural José la Vía.
Solo me queda agradecer la confianza que depositan en mi sistema de trabajo que obra con lo frágil, con lo vulnerable. No puedo indicar qué palabra representa mejor lo que quieren escribir. Solo me queda escuchar y tratar de que se adelgace al máximo la distancia entre lo que está en ellos y lo que el lenguaje puede hacer para traducirlo.
Quiero destacar la valentía de “los silenciosos”, como se autodenominan, para compartir sus textos, sin ser actores pero interpretando con todo lo que son, en los recitales en el Antiguo Templo, Estancia Grande, Centro Educativo Nº4 N. A. de San Luis, Centro Cultural José La Vía. Y en las puestas en escena: “Poesías pendientes”, “Mujeres de papel”, “No tan silenciosos”, “Singularmente plurales” “La urdimbre y la trama”, y hace unos días, en la Caja de los Trebejos, en: “El silencio habla”. Gracias.
Gracias querida viví, entrañable profe.
Deliciosos a nuestra vista tus textos, nos pintas tal cual con tus acuarelas que también son un deleite.
Gracias, mil veces gracias.
Pronto nos vemos.
Cuando el tiempo pase, las huellas de este taller serán parte de la historia de las plumas puntanas y no tan puntanas. Gracias Viviana por tu entrega y por ser vehículo hacia la creatividad
Poco más puede decir esta silenciosa, incurable, de ese espacio único, creativo, increíble, del taller, que no es sólo un taller, es una vivencia de muchos matices, de capas profundas, gracias, Vivi, soy de las que » soy» en todas las actividades de los Silenciosos.
Gracias Vivi!!!! El taller es el espacio en el que soy. Existo con otr@s. Me expando acompañada, a veces un poco rota y otras un poco armada. Las palabras me dan ilusión y tu provocación ( como vos decís) permite que surja el llanto, la risa, la complicidad, la amistad y el estar en este mundo de una manera un poco más amable. Gracias!!!!
Gracias querida Vivi! ❤️
Todo exelente Vivi y tal cual lo describis !!!! Tan perfectamente !!! Asi me siento
Todo exelente Vivi y tal cual lo describis!!!!!!
Tan perfectamente!
Asi me siento !
Gracias
Ingresar al taller es estar un espacio de espejos,de magia,de alegria y de afectos.Un lugar colmado de calidez .
Muchas gracias Vivi por tu entrega ,afecto y profesionalismo.