REFUGIO, COMO VERBO
Agustina Bordigoni
” Asilo, acogida o amparo. Lugar adecuado para refugiarse“, así define la RAE la palabra “refugio”.
La definición, sin embargo, deja afuera al concepto como verbo, como construcción. Son quienes brindan acogida y quienes son acogidos los que inventan ese lugar cada día. Porque el refugio no simplemente es un espacio físico, es el sitio en el que se recuperan la vida, los sueños, los anhelos.
San Luis se transformó en refugio para muchos: fundamentalmente aquellos que llegaron de otros lugares para encontrar una paz con la que no contaban. Y esa paz puede significar alejarse de las grandes ciudades, de una situación adversa, o incluso del país de origen. En algunos casos la migración es forzada, no existe otra alternativa que la de huir: no es lo mismo migrar por decisión propia que convertirse en un refugiado. La Convención de 1951 de Naciones Unidas, define como refugiada a una persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él“.
Aquí la diferenciación es lo suficientemente clara, pero no abarcativa. Es clara, porque un refugiado es una persona que debe abandonar su país (no lo elige), pero es insuficiente, porque deja afuera a personas que tienen que huir por condiciones climáticas, gobiernos dictatoriales y otras situaciones que atentan contra su vida: otras personas que no eligen migrar. Además, la concepción varía dependiendo del Estado que la aplique.
En 2017, mientras el mundo cerraba sus puertas a los refugiados, y Europa firmaba un acuerdo con Turquía para mantenerlos fuera de su territorio, Argentina, en cambio, había creado el Programa Siria. El objetivo era facilitar el visado humanitario para aquellos afectados por el conflicto en ese país. Bajo este programa, amparado por la Ley Nacional de Migraciones (25.871), tenían derecho a la residencia por dos años. Para acceder a esta protección los migrantes deben contar con familias receptoras o llamantes que los hospedan y los apoyan en su proceso de integración.
San Luis, a través de su Corredor Humanitario, se convirtió en “Estado Llamante”, brindando ayuda para los traslados, el alojamiento y la manutención, hasta que quienes llegaban de Siria consiguieran un trabajo. También ofrece servicios de escolarización para los niños y niñas, enseñanza del idioma, salud, formación en empleos, atención psicológica y, en caso de necesitarlo, asesoramiento jurídico. Es decir, se transformó en refugio, se fue construyendo como tal. Las familias que llegaron de Siria desde entonces también fueron apropiándose de esta tierra, que ya es suya por derecho.
Un camino difícil
En 2011, después de las manifestaciones pacíficas de la Primavera Árabe en Túnez, Libia, Egipto y en Siria, comenzó la guerra civil en este último país. A los conflictos entre el gobierno y los grupos rebeldes, como Isis y Hezbollah, se sumaron los reclamos de los kurdos, una etnia cuya principal reivindicación es tener un Estado independiente. El conflicto local tomó carácter internacional con la intervención de otros países: Rusia, Irak, Afganistán, Turquía, Líbano, Arabia Saudita, Qatar, Irán, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Canadá, que hicieron que la guerra fuera más cruenta y duradera.
Algunos llaman a este conflicto una “mini Guerra Mundial”, aunque sus consecuencias no tienen nada de miniatura: hoy, 11 millones de personas necesitan ayuda humanitaria en Siria, el 80% de los desplazados internos viven en la pobreza y la crisis de refugiados sigue siendo la más grande de los últimos tiempos.
“La migración no es de por sí algo traumático, lo es cuando sucede bajo determinadas condiciones”, explica Florencia Quercetti, psicóloga especializada en temas migratorios.
“Las personas que han debido migrar forzosamente a menudo se vieron expuestas a situaciones traumáticas en sus países de origen, como por ejemplo la guerra, el haber visto desaparecer sus casas y negocios por el efecto de las bombas, la pérdida de familiares, amigos y vecinos”.
Quienes llegaron a San Luis desde Siria enfrentaron todo ese tipo de pérdidas, pero con el tiempo las fueron suplantando y sanando con una nueva familia, nuevos vecinos y amigos.
El refugio, como verbo, comezó a materializarse al fin.