¿Pero de qué vas a vivir?
Gabriela Pereyra
Entre las preguntas que nos habitan y las que otros designan que nos habitaran, está la de ¿qué vas a ser y hacer? (en ella debemos sobrentender: para poder vivir en el mundo de la adultez). En esa rigurosidad, más de una vez se marchitan los anhelos detrás de un “deber ser”.
Es así que aquellos seres que desde temprano muestran inclinaciones hacia lo creativo, artístico, espontáneo suelen chocar contra: bien, querés ser artista, ¿pero de qué vas a vivir?
Hace 8 años que formo parte de La Opinión y La Voz del Sud, pero hace 10 como lectora, convertirme en parte de su producción solo será razón de orgullo cuando el tiempo pase.
En el camino recorrido hemos entrevistado a cientos de artistas de las diferentes disciplinas: arte plástico, visual, fotográfico, teatro, literatura, música, danza, canto, entre otros; y ha sido una constante la pregunta que sus cercanos les hacían sobre futuro y subsistencia, sin entender el arte como una salida posible.
Pocas historias recibieron el apoyo total para dedicarse a esto que sentían como su vocación. Otra constante que se daba en las entrevistas es que muchos habían sido atravesados por aquella iniciativa tan singular y bisagra: las Becas de Arte Siglo XXI, cuyos ganadores de la primera convocatoria se conocieron en 1997, antes del cambio de siglo y que duraron más de una década en vigencia.
A veces sólo se necesita un empujón, la confirmación, la posibilidad concreta de enriquecerse y enriquecer el entramado cultural, y las BAS XXI propiciaron ese encuentro. Invitaban a la palabra, a los colores, la historia nuestra cercana y lejana. Invitaban a la música y la solidaridad. Un mecenazgo público que nos cambió desde las Bellas Artes. Desarrollar arte con un incentivo económico, pasar frente a la lupa de un jurado de excelencia para cada disciplina, y contar con una persona curadora en cada disciplina que a veces, además de curar las obras curaban a la gente con algún sentir trizado, con la mirada, la calidez y la generosidad en las devoluciones.
Pero lo más importante, a mi entender, era esa parte de las bases en las que se pactaba que el becario “devolvía” a la comunidad con alguna acción concreta a través del arte que lo convocaba. Las BAS XXI no pretendían ser un sueldo del cual vivir en ese año que duraba cada convocatoria, pero sobraba para reencontrarse, reconocerse y resucitar las ganas.
En mi caso volví a escribir gracias a las BAS XXI y ya nunca paré, pero el encuentro en los talleres con adolescentes y la experiencia en la Comunidad Terapéutica fue un antes y un después. Y más allá de mi carrera de comunicadora, los textos que hoy transitan estas páginas tienen impresa la memoria de esa mujer que soñaba con vivir escribiendo y escribir viviendo.
“Nada, absolutamente nada, nos garantiza que mañana todo permanezca en nuestras vidas como hasta ahora. Ineluctable sentencia que no pasea desnuda ni peca de oportuna, sino que escribe las historias mofándose del azar y la probabilidad. Será tal vez que tanta pestilencia termina por anestesiar nuestros impulsos de contemplación. Gritos ancestrales confesaron que estar vivo no es lo mismo que vivir, pero esta marchita convicción descansa impávida en nuestro transcurrir inescrutado”.
Esta frase se encuentra dentro del primer texto que entregué en la convocatoria que gané en 2003, la releo y sí, son las artes las maestras de la contemplación y ese transcurrir inescrutado se devela desde ellas e interpela. Las artes despiertan, sacuden, nos trascienden. Y ese espíritu transita también estas páginas de La Opinión y La Voz del Sud, abiertas a los artistas, sin mezquindades, un espacio que agradecen y celebran.
Es interesante repensar la función de los mecenazgos públicos y privados para que los mandatos que a veces suprimen el impulso artístico puedan ser derrumbados. La palabra mecenas procede de un nombre propio, el de Cayo Cilnio Mecenas, consejero político del primer emperador de Roma: César Augusto. Un relevante defensor e impulsor de las artes, especialmente de aquellos jóvenes talentos de la época que destacaban. El mecenazgo existía también para apoyar científicos, y hoy el concepto se ha trasladado a las tecnologías con lo que se conoce como micromecenazgos (crowdfunding), una iniciativa de financiación comunitaria de proyectos de otros. Artistas como Rafael Sanzio, Miguel Ángel o Leonardo da Vinci realizaron obras que han llegado hasta nuestros días gracias a la figura de mecenazgo que facilitaban que su tiempo para crear y los recursos tuviera cierto amparo y solvencia.
Con solo leer algunos de aquellos objetivos que inspiraban las BAS XXI, es posible entender que cada uno puede ser mecenas de alguien más, motivando, acompañando, poniendo unos pesos en esa “simbólica gorra”, sonriendo y aplaudiendo, haciendo devoluciones constructivas y solidarias. Si nuestros artistas trascienden enriquecen el patrimonio artístico y cultural, amplían las fronteras, y no olvidemos que, ante las crisis, el arte nos ha salvado y nos salva.
Excelente! Tal cual! Más mecenas para la gente talentosa!
Excelente mirada Gracias !
Muy bueno!
Tal cual!! coincido plenamente… desde el haber tenido el bendecido regocijo de unos años retribuyendo la retribución de BASXXI… como el placentero tiempo de renacimiento artístico creativo gracias a la “tranquilidad” de un aporte económico que (mucho o poco) ayudaba a sostener la actividad y alimentar a la familia… Y El deseo siempre contundente de que regrese el Mecenazgo de alguna forma similar en un presente que perdure… resulta casi vital.