Realismo crudo y duro
Por Adriana Toledo Pedroza
En general cuando se rememora el movimiento New Deal americano, lo primero que nos viene a la mente, a los que amamos el Arte, son las obras expresionistas abstractas de Jackson Pollock, su maravillosa mujer Lee Krasner, quien debo confesar, desde mi humilde opinión, la siento muy superior a su famoso marido, a James Brooks o a los residentes en New York que llegaron con sus bagajes artísticos huyendo de las terribles guerras mundiales, como el holandés Willem de Kooning o el armenio Arshile Gorky, genios todos que abrieron las alas del informalismo, una de las expresiones más vacías de artificios, que nace sin pretensiones ni bocetos de ningún tipo, más espontánea y que no sólo mantiene su vigencia sino que es la más representada, y ,aún hoy, gesta hijos, con innumerables variaciones.
Resurgir entre crisis
Derrotados los republicanos en las elecciones de 1932, el nuevo presidente, el demócrata Franklin Delano Roosevelt diagramó una batería de medidas tendientes a resolver la grave depresión ( Crack de 1929) en que se encontraba sumida la economía Estados Unidos.
Lo implementado durante los primeros cien días de su mandato tuvieron continuidad a lo largo de varios años y recibieron el nombre de “New Deal” (“Nuevo trato o nuevo reparto”).
Se buscaba poner fin a la desocupación de más 12 millones de norteamericanos. Era prioritario fomentar la demanda e incrementar el consumo como medios para reactivar la producción. Este tipo de estado de bienestar que tuvo su peso histórico más adelante en otros gobiernos, tenía en el arte sus propias aristas.
Ahora bien, en este salvataje que incluía créditos, reformas, asistencia a los más necesitados, surgió una vez más la pregunta: ¿son los artistas trabajadores? ¿es el arte un trabajo que debe ser rentado?
Harry Hopkins, una de las personas a las que el presidente había encargado el desarrollo del programa, contestó tajante: “Los artistas tienen que comer como los demás”.
Este intervencionismo federal propuesto por Roosevelt, (algo similar a las Becas Siglo XXI puntanas) permitía que los artistas recibieran un sueldo a través de una legislación relacionada con las grandes obras públicas, el Federal Art Project (FAP).
Hablamos entonces de otra tendencia artística, de muy ricos valores, que nació como reacción directa de la Gran Depresión de los años 30.
Así nace el Realismo Social norteamericano que representa al ciudadano común con sus vivencias cotidianas puras y duras, influenciado por el Realismo Socialista ruso que corría por las venas de José Clemente Orozco (1893-1949), Diego Rivera (1886-1957) y David Alfaro Siqueiros (1896-1974).
Estos artistas no sólo visitaban asiduamente Estados Unidos, sino que también tenían importantes contratos para la realización de murales.
Como parte de estas miradas sabemos que dieron talleres y charlas por varias ciudades del país del norte. Estas visiones nuevas, la caída abrupta del capitalismo, la falta de trabajo y el hambre y lo que provocaba era el alimento predilecto que forjaba el movimiento artístico llamado Realismo Social.
El movimiento quería expandir la conciencia de clase, traer a debate los reales problemas de la gente. Los representantes describían una amplia variedad de prácticas cuyo denominador común era un alegato, crítico o humanitario, a favor del cambio social.
Así en 1926 se forma el grupo conocido como “La Escuela de la Calle Catorce”, formado por Isabel Bishop (1902-1988), Reginald Marsh (1898-1954) y los hermanos Soyer Raphael, Moses e Isac, todos decididos a representar de la manera más cruda a los héroes de lo cotidiano.
La primera pintura que trajo el reconocimiento de Isabel Bishop fue su “Dos niñas”, que fue comprada en 1936 por el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Quizás como una señal de enfocar la atención de sus pinceles hacia las mujeres trabajadoras en sus carreras al trabajo, sus almuerzos apresurados, se arreglan, se cortan las uñas de los pies, siempre realizando alguna actividad, hombres con desesperanza en la mirada por estar desocupados, transeúntes siempre realizando alguna actividad. Sobre un fondo cálido sus figuras surgen de líneas sensibles que modelan las formas, acentuando a los protagonistas.
Los Soyer nacidos en Borisoglebsk, Rusia en 1912, cuando la familia se vio obligada a abandonar Rusia debido a la revocación de su permiso de “derecho a vivir”, emigraron a Estados Unidos y se instalaron en el Bronx. Tres de los seis hijos, Ricardo, su hermano gemelo Moses Soyer y el menor Isaac Soyer, se convirtieron en artistas del proletariado. De todos destaco principalmente a Rafael, un retratista de realidad, su familia, sus amigos y colegas en el arte, sus días alegres o tristes, un universo propio y personal, a veces en soledad y otras en grupo, su línea segura lo lleva al límite entre la ilustración y la obra de arte.
Reginald Marsh cuyo primer trabajo en Nueva York fue revisar espectáculos burlescos para el Daily News, expone en sus obras la ciudad de un punto de vista casi vouyerista, sus instantáneas muestran el movimiento masivo de una ciudad viva, enérgica, tanto sensual como sexual; acelerada, mostrándola activa y sobre todo, tal como el dicho de Picasso, siendo protagonista de su tiempo.
Otro destacado de ese movimiento no nació en Estados Unidos sino que es otro de los refugiados judíos que expulsaron de Lituania, Ben Shahn, un artista realista social, pero con una cuota muy alta de expresionista, sus obras, con un toque ácido e irreverente, y mucha carga simbólica, evidencian su linaje, su enojo por las grandes guerras, además de una interesante serie sobre los juicios de Sacco y Vanzetti, (Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti eran dos inmigrantes italianos, trabajadores y anarquistas, que fueron juzgados, sentenciados y ejecutados por electrocución el 23 de agosto de 1927 en Massachusetts por el presunto robo a mano armada y asesinato de dos personas en 1920 en South Braintree, Massachusetts).
Posterior, pero igualmente crudo y mordaz en sus relatos visuales, sumo al artista del realismo mágico y social norteamericano George Tooker, un artista que evidencia su carácter de esponja academicista quizás aprendido de artistas de todos los tiempos como Piero della Francesca o Ucello, Edward Hopper, entre otros, pero siempre su línea de origen es tan comunicativa hacia el espectador, que crea un diálogo directo, entre lo que dice o esboza, sobre las alienaciones humanas, con escenas misteriosas e inquietantes.
Finalmente quisiera cerrar trazando un paralelo con nuestro Antonio Berni, el mayor exponente del Realismo Social argentino quien aseguró que para él “El arte es una respuesta a la vida. Ser artista es emprender una manera riesgosa de vivir, es adoptar una de las mayores formas de libertad, es no hacer concesiones”, y dijo también: “yo andaba haciendo apuntes por las barriadas y advertí que no me alcanzaba la pintura en sí para llegar a la intensidad expresiva que buscaba. Por eso empecé a buscar de la calle lo que encontraba y lo iba incorporando a la tela”.
Qué buena información bien al alcance de los que no somos artistas. Yo sabía algo de los europeos pero de los de Estados Unidos nada que bueno! gracias hija querida!
Genial nota y tan actual. El arte siempre es un espejo de la historia, un espejo del alma humana.
Muchas gracias