La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

Un territorio en eterna disputa

La historia de Taiwán es una historia de autonomía no resuelta. La importancia del territorio para China continental

Por Guillermo Genini

La Aldea Contemporánea

El actual conflicto entre China y Estados Unidos y sus aliados por la existencia, denominación y condición de Taiwán tiene su origen en una larga trayectoria histórica que colocó a esta isla en el centro de disputas entre grandes potencias mundiales.

Lo que comúnmente se conoce como Taiwán es en realidad un territorio que dista de ser un Estado consolidado o reconocido por la comunidad internacional. La misma denominación del país como Taiwán es en gran medida fruto de las presiones de la República Popular China que amenaza con sanciones a aquellos Estados que la designen República China, nombre oficial con el cual nació en 1949. Para no ser nombrada con esa denominación se han utilizado diversas alternativas más o menos justificadas como Taiwán, China Taipéi, China Nacionalista o incluso se la presenta como un territorio rebelde de la China continental o comunista. El hecho es que entre China y Taiwán existe un agrio conflicto por el reconocimiento internacional que continúa hasta el presente.

La importancia de esta isla no se debe a su superficie, apenas 36.000 km2, ni sus recursos naturales sino a su posición estratégica, ya que se encuentra frente a las costas de la China continental de la cual la separa el Estrecho de Taiwán, y económica, pues se trata de un país capitalista y desarrollado con un alto ingreso per cápita de su población, superior a los 62.000 dólares anuales, que lo coloca entre los principales integrantes del Primer Mundo por su desarrollo industrial y tecnológico.

Una historia antigua

La isla de Taiwán fue poblada desde la antigüedad por navegantes polinesios y malayos que arribaron a sus costas desde el Océano Pacífico y el Mar Meridional de China. Esta población nativa, cuyos descendientes aún conforman una minoría de la población taiwanesa en la actualidad, fue influenciada por la cultura china y japonesa durante siglos, pero estos imperios no ejercieron el dominio político sobre esta isla que permaneció dividida en organizaciones tribales.

A mediados del siglo XVI llegaron a Taiwán navegantes portugueses que la bautizaron como Formosa. Con esta denominación, que deriva del término portugués Ihla Formosa (Isla Hermosa), se la conoció por siglos en Occidente hasta la década de 1950. A los portugueses se le sumaron pronto los españoles y posteriormente los holandeses en el siglo XVII. La presencia de estos europeos se debió a que Formosa poseía una posición estratégica desde donde se podía comerciar con China y Japón, tomando la isla como una base segura, pues la población nativa los recibió pacíficamente y aceptaron su presencia sin mayores inconvenientes. 

Sin embargo, la dinastía Qing que comenzaba a gobernar el Imperio Chino decidió eliminar la presencia de los europeos de Formosa e inició un proceso de ocupación de la isla mediante el envío de varias expediciones militares y la introducción de población china.

Así desde mediados del siglo XVII se produjo una constante emigración de chinos continentales hacia  Formosa que pronto se convirtieron en la mayoría de la población isleña. Este es el origen de una composición compleja de la población taiwanesa pues los descendientes chinos, en su mayoría de la etnia han, de esta época se consideran a sí mismos como taiwaneses pese a no ser la población nativa de la isla.

Así fue que China tomó posesión tardíamente de Formosa y la convirtió en una provincia más de su Imperio.

Colonia japonesa

La historia de Taiwán tuvo un giro fundamental a fines del siglo XIX cuando el expansionismo japonés puso su mirada en ese territorio estratégico.

Al concluir la primera Guerra Chino-Japonesa en 1894, Japón exigió el traspaso de la soberanía de Corea y Formosa a su dominio. De esta manera por el Tratado de Shimonoseki, China tuvo que ceder la isla entera de Taiwán a Japón en 1895. Desde entonces, la pequeña ciudad de Taipéi se convirtió en la capital política del gobierno colonial japonés.

Simultáneamente se inició una política de fuerte aculturación de la población de la isla para “japonizar” sus costumbres e instituciones. Una de sus principales manifestaciones fue la imposición del idioma japonés por sobre el chino mandarín que hablaba la mayoría de la población. Además se impuso el sistema educativo japonés que logró penetrar profundamente en la mentalidad y comportamiento de los taiwaneses hasta mediados del siglo XX.

Estas poderosas influencias lograron doblegar en gran parte la resistencia hacia la ocupación japonesa que los habitantes de Taiwán desplegaron por décadas, que sin duda se referenció en el valor cultural y social de la China continental. Pese a ello, muchos taiwaneses desarrollaron un sentimiento ambiguo frente a China: por una parte se la valoraba como su matriz cultural pero por otra creció el resentimiento por haber sido abandonados frente al imperialismo japonés.

En la primera parte del siglo XX la China continental vivió un período de grandes cambios políticos y culturales. En 1911 se produjo la Revolución China que dio por tierra con el Imperio al derrocar al último Emperador de la dinastía manchú de los Qing y proclamar la República China, en 1912. Desde entonces se sucedieron una serie de guerras internas entre diversos caudillos militares que se disputaron la supremacía de un poder político inestable y que frecuentemente cambiaba de mano. En este contexto de constantes y sangrientas guerras se destacó la conformación del Partido Nacionalista Chino, denominado Kuomintang, que fue encabezado por el General Chiang Kai-shek desde 1926.

La Guardia Imperial derrota al enemigo en duros combates en Keelung, en la isla de Taiwán. Del artista japonés Migita Toshihide (1895).

 A ello se sumó desde 1927 la guerra contra el Partido Comunista Chino y sus partidarios. Esta sangrienta guerra civil favoreció inicialmente al Kuomintang, lo que permitió a Chaing formar gobierno y obtener el reconocimiento internacional como representante oficial de la República China, cuya capital se estableció en Nankín.

Sin embargo, esta devastadora guerra civil entró en una larga tregua pues nacionalista y comunistas acordaron postergar sus disputas y unirse para enfrentar a una nueva invasión japonesa que comenzó en 1937, que fue el anticipo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Taiwán permaneció ajeno a estos trascendentales cambios que vivió la China continental, pues estuvo bajo dominio colonial japonés hasta su derrota ocurrida en 1945.

Como parte de los Aliados, Chiang Kai-shek, en representación de la República China, reclamó que Japón debía devolver los territorios arrebatados a China cuando fuera derrotado. Este pedido fue aceptado por Estados Unidos y Reino Unido en la Conferencia de El Cairo, en noviembre de 1943.

Este compromiso fue renovado por los Aliados en la Conferencia de Potsdam por lo que, cuando se produjo la rendición de Japón tras los bombardeos atómicos contra Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, Chiang nombró al General Chen Yi como Director Ejecutivo de la provincia de Taiwán con la misión de aceptar la rendición del gobierno japonés. Esta decisión fue reconocida y apoyada por el gobierno de Estados Unidos, el cual por medio del General George H. Kerr, acompañaron a Chen Yi en el acto de rendición del general japonés RikichiAndō, gobernador general de Taiwán el 25 de agosto de 1945. De esta manera Taiwán se convirtió en una provincia de la República China bajo el mando del Kuomintang.

Una relativa autonomía

La población de Taiwán vivió este cambio con desconfianza pues si bien se vivió con euforia el fin del coloniaje japonés, la política china hacia la isla implicó la pérdida de cierta autonomía de la que disfrutaban hasta 1945. El régimen nacionalista de Chiang colocó a políticos del Kuomintang al frente de las principales instituciones, favoreció la inmigración de chinos continentales hacia Taiwán e impuso un sistema opresivo sobre los principales partidos políticos y otras organizaciones sociales, lo que generó la resistencia de la población isleña tanto de origen chino como nativa. Esta tensa situación desembocó en la crisis de 1947 contra el dominio autoritario del gobierno nacionalista chino. En una serie de levantamientos y resistencias armadas, distintas organizaciones taiwanesas fueron reprimidas por las tropas nacionalistas con saldo superior a 20 mil taiwaneses muertos.

Si bien se logró sostener el dominio de Taiwán, el gobierno de Chiang Kai-shek y del Kuomintang fue derrotado por el Partido Comunista Chino liderado por Mao Tse-Tung en 1949. Ante la pérdida de gran parte de la China continental, incluida su capital Nankín, Chiang ordenó la retirada del gobierno y de las tropas nacionalistas supervivientes a Taiwán. Así se produjo el traslado forzoso de gran parte de la dirigencia política, militar y burocrática de la República China a la isla, calculada en más de dos millones de personas. Esto generó una gran tensión entre la nueva y la vieja población china.

Esta retirada o exilio, que se pensaba provisoria, fue apoyada por Estados Unidos que protegió militarmente a Taiwán con el envío de la Séptima Flota de Guerra que dio cobertura naval y aérea al masivo éxodo de los nacionalistas. De esta manera Taiwán pasó a ser el único territorio chino controlado por el gobierno nacionalista de la República China. Por su parte, el resto del territorio formó un nuevo Estado denominado República Popular China en 1949 bajo la férrea  dirección del Partido Comunista Chino y  Mao Tse-Tung.

Desde entonces esta insólita situación ha originado la difícil coexistencia de dos Estados chinos: una China continental comunista conformada por la República Popular China con capital en Pekín, y una China insular capitalista, representada por Taiwán como único territorio de la República China, con capital de Taipéi, que desde 1949 se disputan la legítima representación en el contexto internacional hasta el presente.