Protagonista activa
Antonella González (*)
La primera impresión fue verlo liviano. Sí, también era alto, elegante y emanaba seguridad. Pero verlo tan desprovisto de cosas fue lo que más llamó mi atención. Eso, junto con las manos en los bolsillos. Un gesto poco bien visto en nosotros y mucho más en una autoridad como él.
Como si su presencia y actitud estuvieran desafiando algo o a alguien que no podíamos ver, pero que nos rodeaba por igual.
A los dieciséis años creía tener la certeza de que conocía todos los modelos y estereotipos de docentes que pudieran existir. Certeza rápidamente pateada después que dio la orden de guardar los útiles, debido a que serían innecesarios.
Con esa simple regla mi atención e interés fueron captados y alimentados clase a clase.
Yo no podía marcar ríos, limitar provincias o regiones. No podía crear un teorema siquiera parecido al de Pitágoras, ni mucho menos involucrarme con las leyes de la física.
Pero podía hacer filosofía.
No necesitaba de estudios previos u otras habilidades adquiridas que me avalen. Podía nacer de mí. Una reflexión donde no había incorrectos o márgenes a respetar. Donde podía ser protagonista activa.
Sólo asombro, duda y situaciones límites. Y por suerte, me sobraban.
Pronto me encontré con problemas tan interesantes como ver a quién le daba la razón. Todo fluía como postulaba Heráclito o, por el contrario, permanecía constante como sostenía Parménides.
Estando día a día, cada vez más segura, de que no nos bañábamos dos veces en el mismo río.

y exhibido en la National Gallery de Londres.
(*) Mi nombre es Antonella González, soy de La Pampa. Vivo en San Luis hace 10 años, estudio psicología.