Las pantallas estallaban con noticias urgentes; recordaban la fecha para apurar la escritura de los cuentos póstumos. Los maestros alentaban a tener conciencia. Los gobernantes dejaron de firmar decretos y se despreocuparon de los presupuestos mientras los bancos repartían lo acumulado.
La última noche del mundo, prosa poética de Teresita Milán
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