LA DESOBEDIENCIA GENIAL
Por José Villegas
Otro episodio apoteótico de la Guerra de la Independencia. Esta vez, en las costas peruanas el 27 de noviembre de 1820. En la caleta de Pescadores debía observar Pringles (al mando de 24 granaderos), el paso del legendario Regimiento de Numancia que se pasaría con 1.000 plazas al Ejército Libertador patriota, cuando es sorprendido por frente, flanco y retaguardia por los españoles. Pringles ordena la carga de caballería a sus granaderos ¡arremetiendo de frente contra más de 300 godos! Logra atravesar aquella muralla humana y, esta vez con sólo cuatro de aquellos bravos con sus cuerpos plagados de sablazos, se ve totalmente flanqueado. Con aquella temeridad que siempre lo acompañó, no piensa rendirse, no sabe rendirse. Entonces sucede lo que la historia ha registrado para la posteridad: ¡se arroja desde aquellos acantilados al mar!
El general realista Valdéz (legendario por sus hazañas en Europa y América), ordena a sus soldados rescatar a aquel hombre al que posteriormente reconocerá su extraordinario coraje y patriotismo.
Pringles será conducido prisionero a Lima, para luego de tres meses ser canjeado por prisioneros españoles por gestión del primer edecán y amigo íntimo del general San Martín, el “Lautarino” Tomás Guido. En el reporte al Libertador, Guido le transmitirá los dichos de Valdéz con respecto a aquel suceso en Chancay, cuando con admiración le había confesado: “¡Si ustedes trajeran en su ejército mil hombres como ese, tendría el ejército español que tocar retirada!”.
Pringles había desobedecido la orden del general Alvarado de no comprometer hecho alguno con las armas, pero el general San Martín ordena: “El Teniente Pringles y quienes lo acompañaron llevarán al pecho un escudo celeste con la siguiente inscripción bordada con caracteres blancos: “Gloria a los vencidos en Chancay”.