San Luis, Tertulias de la Aldea

Prohibida para menores

Por Sebastián Reynoso

La cartelera que daba a la Avenida Mitre decía “Hoy función de trasnoche”, solo unos pocos transeúntes que caminaban por aquellas veredas anchas se animaron a ingresar, el calor era espantoso, quizás el diciembre más caluroso en muchos años se vivía aquel 1958.

Como decorado había solo dos afiches desgastados que tenían en si la imagen de una muy conocida actriz de la época, nada más ni nada menos que Mirtha Legrand, mostraba su figura en lo que pretendía ser un póster sensual, así se veía una de las grandes figuras del cine argentino de los años 40 y 50.

En esos afiches se dejaba leer de fondo “La vendedora de fantasía”, una película argentina dirigida por el consagrado director de cine Daniel Tinayre, también algunos cortos con imágenes de noticias, entre ellas algunas de la guerra en Asia.

Aquellas películas que tenían la advertencia “Prohibida para menores de 18 años”, no solo despertaban el interés inmediato sino también la fantasía del erotismo en la juventud, a los muchachos esto les garantizaba un momento placentero, fiesta y algarabía, sobre todo después en la posterior reunión con la barra de amigos donde se confesaban muchas de las sensaciones vividas

Ya dentro del cine y casi siempre en las últimas filas estaban los típicos colados, en su mayoría menores de edad y que justamente se escondían allí por si pasaban pidiendo documentos, ninguno de ellos los llevaba encima, si a lo sumo algunos alcanzarían los 14 o 15 años.

Esa noche unas filas más adelante se encontraba un grupo de hombres que al parecer hacían mucho ruido con el papel, ese que los niños ya conocían, porque era con el que envolvían el fiambre que se compraba en el kiosco de doña Ruca. Dentro del papel estaba la botella de vino.

Después de mirar los noticieros por fin se daba comienzo a la película de Argentina Sonó Films, cuando el ruido de unos tacos altos, esos mismos que invaden sonido en un velorio, pero esta vez en el cine, les hizo voltear la mirada al pasillo, el acomodador por delante y esta hermosa mujer hasta que se sentó en la primera fila, bien enfrente de la pantalla.

En la sala se hizo un silencio profundo donde solo se oía el sonido de la película, al momento sonaba un tango como fondo para los títulos, uno de los hombres que bebía el vino oculto, tomó coraje y se levantó de su asiento y caminó hasta la mujer, con la luz que solo proporcionaba la pantalla se lo pudo reconocer, se trataba de “El Chueco”, un personaje del Barrio Estación que siempre andaba con un palillo en la boca, y su reconocido sombrero de tango. Dicen que era bueno para la timba y que también se hacía respetar por las buenas o por las malas.

El momento se volvió tenso y nadie era ajeno a lo que sucedía, el silencio del escaso público que había era cada vez más prolongado, muchos quizás creyeron que “El Chueco” podía llegar a conquistar a la mujer, la película pasó a segundo plano, nadie le prestaba atención, cuando de repente, el explosivo sonido de una cachetada que retumbó en toda la sala dejó en evidencia que algo andaba mal, el hombre parado al lado de la mujer se dispuso a volver a su lugar con sus amigos, no sin antes gritarle a la mujer : “¡Y QUE SEA LA ÚLTIMA VEZ!”… La sorpresa fue que la mujer se levantó y salió por ese oscuro pasillo casi en una huída.

Cuando llegó a su asiento el hombre disimuladamente se sobaba el rostro que al parecer todavía le ardía con intensidad, mientras en la pantalla se proyectaba lo opuesto a lo ocurrido, la escena de Mirtha Legrand y Alberto Closas que se abrazaban y se besaban.