Carreras Cuadreras
Jesús Liberato Tobares (*)
Ningún deporte hípico ha tenido y tiene mayor arraigo en las preferencias de los puntanos que las carreras de caballos.
Practicadas desde tiempos remotos, obedeciendo a una justificada necesidad de esparcimiento, vigentes aún en nuestros días y caracterizadas por su naturaleza de fenómeno colectivo; constituyen un definido hecho folklórico.
Fuertemente ligadas a un sentimiento tradicionalista las carreras de caballos han subsistido mientras morían por ejemplo, las corridas de toros y las riñas de gallos (1), porque en aquellas justas hípicas la emoción no implica el sacrificio del noble bruto. Antes de correr se prepara el caballo y desde que comienza el período de entrenamiento quien se sacrifica es el hombre que debe cuidarlo a toda hora: racionarle el alimento; preservarlo del frío, del calor, de la humedad; ejercitarlo en el vareo, en el paseo, en la estaca; masajearlo y curarlo al menor asomo de manquera o catarro.
Mucho antes de correr una carrera se está jugando la chance y el prestigio del dueño, del compositor, del corredor, de la estancia, del pago…
Se formularán cálculos, se cotejarán datos, se seleccionarán noticias (que vienen generalmente en procura de confusión) y a su vez se dejarán correr otras como al descuido: que el caballo está manco, o que está lerdo o que no recibe la ración.
Conforme a un preconcebido plan de lucha psicológica se irá anticipando el propósito (inexistente por cierto), de pagar el depósito, o de pedir la puesta ganada, o de jugar parada muerta, etc.
Y detrás de cada comentario, de cada noticia, siempre un profundo interrogante que solo se develará el día de la carrera, es decir cuando los caballos se midan en la cancha. Pero no termina todo ese día.
Inmediatamente después vendrán los comentarios, los cálculos futuros, las posibilidades que se miden en función de la próxima competencia.
Por eso las carreras de caballos empiezan mucho antes de haberse concertado y terminan mucho después de haberse corrido.
(1) El artículo 81 del Código de Policía prohibió en nuestra Provincia las corridas de toros y las riñas de gallos.