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Ningún secreto: estoy menstruando

Por Eliana Cabrera

“Accidente femenino, “percance íntimo”, “momento incómodo”. Así fue nombrado en lo que ocurrió en el programa de Georgina Barbarossa el pasado martes. Sofía “Jujuy” Jiménez estaba bailando junto con la conductora cuando esta advirtió, y las cámaras también, que tenía manchado el pantalón con aparente sangre de menstruación. Inmediatamente la conductora detuvo el baile, le advirtió lo que había pasado y trató de cubrirla para que no se siguiera viendo. Finalmente, se develó que se trataba de una campaña de concientización sobre la menstruación, en busca de normalizar algo que le ocurre más de una vez a personas menstruantes. En las redes, el video se viralizó y desató comentarios de todo tipo, evidenciaron que aún existe falta de naturalización e información sobre el período menstrual.

Pese a que la educación sexual integral ha avanzado y mejorado en el último tiempo gracias a las políticas educativas y de salud, no es posible aún separar la menstruación de los tabúes y eufemismos. Para mencionarla existen muchos términos que se refieren a ella de forma oculta y encriptada, como si el mismo nombre causara rechazo y escándalo: “llegó Andrés”, “me vino”, “estoy indispuesta”, “estoy en mis días”, todo seguido de un guiño implícito de complicidad y secreto. Sabemos de qué estamos hablando, pero incluso la palabra “menstruar” está vedada. Muchas mujeres y diversidades se sienten obligadas a suspender sus actividades diarias, a advertir sobre su situación a otras personas, sobre todo a parejas y vínculos sexoafectivos, y comienza todo un ritual de ocultamiento: se evitan los pantalones y los asientos de color claro, se va al baño con más frecuencia y se busca a alguna persona segura que pueda chequear de vez en cuando, y muy discretamente, que no nos hayamos manchado.

¿Por qué nos esforzamos tanto en esconder algo que nos pasa naturalmente durante tantos años?

No se trata simplemente de un rechazo hacia la sangre, sino a esa en particular, la menstrual. Si nos cortáramos un dedo y nos mancháramos no sería tan trágico como si nos ocurriera lo mismo que a Jujuy Giménez.

Existe una construcción social negativa en torno a la menstruación que hace que repliquemos en el tiempo que se trata de un hecho sucio, vergonzante, un problema del que tenemos que ocuparnos en silencio y en soledad. A esto se suma que pese a ser un asunto de salud que atraviesa a la mitad de la población, existe una industria en torno a la venta y promoción de toallitas y tampones. Un gasto extra para personas menstruantes que no ha sido contemplado por el Estado hasta hace poco, y provoca que muchas no puedan acceder a esos insumos y deban dejar de asistir a la escuela o al trabajo durante esos días.

Las campañas de concientización son importantes para educar y promover conversaciones sobre temas que se evitan o no se cuestionan. Las publicidades, si bien tienen fines económicos, tienen un potencial educativo muy fuerte. Es importante que la menstruación sea llamada por su nombre y que las toallitas higiénicas que se muestran no tengan un falso líquido azul en lugar de sangre.

También sería valioso que las personas que se eligen para representar estas escenas no sean solo mujeres jóvenes hegemónicas, que viven su período menstrual con alegría y vitalidad, sino también apostar a la diversidad de cuerpos y estilos de vida, así como también de modos de atravesar esos días que no siempre son felices ni enérgicos.

En cuanto a las edades de las personas menstruantes, ¿por qué no mostrar más niñeces y adolescencias atravesando estas situaciones? ¿y por qué también se elude a personas adultas, cercanas a la menopausia pero que aún deben lidiar con la menstruación?

Visibilizar y normalizar la menstruación es necesario para alejarla de tabúes y proponerla como un asunto del que no necesariamente debemos ocuparnos individualmente y en secreto. Menstruar es político mientras sea un factor más de desigualdad social: el acceso a una salud menstrual digna debe incluir no solo productos de gestión menstrual, sino también el acceso a agua potable e instalaciones sanitarias para la higienización, información precisa a la edad adecuada sobre autocuidados, chequeos médicos seguros, promoción del autoconocimiento del propio ciclo menstrual y un entorno libre de estigmatizaciones y exclusión en todas las esferas de la actividad humana. Menstruar no debería ser un problema ni un obstáculo para llevar una vida normal, saludable y justa.