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Mujeres que crean y resisten

Ana Laura Oro: actriz, apasionada, rebelde, una luchadora incansable

Por Norma Beatriz Baez (*)

“Creo que en la vida morimos y nacemos incontables veces. Creo que es necesario dejarse morir y aprender a renacer, cambiar la piel, aprender a gatear, caminar, hablar, escuchar, amar… Hay que tener la valentía de dejarse morir de vez en cuando confiando en nuestra capacidad de renacer”, Ana Laura Oro

Ana Laura Oro es Licenciada en Teatro, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba; un espacio dondeencontró oxígeno, buenos maestros y grandes personas que aún hoy son sus amigos/as incondicionales.

Laura es una puntana por elección, nació en Córdoba y junto a su familia, se radicó en San Luis a los seis años. 

¿Cómo te recordás de pequeña y en la adolescencia?

-Me recuerdo una niña feliz, confiada, alegre, despeinada, desordenada, juguetona, terca, contestona, cómoda, gritona, rebelde frente a lo que no me gustaba; como bañarme, peinarme o usar ropa incómoda, odiaba cuando me ponían vestiditos para ir a los cumpleaños y esas cosas, porque no me permitían jugar con libertad.

Fui una niña feliz. Y agradezco a mi familia por eso.

Mi adolescencia fue más difícil…empecé a crecer en altura por lo que mi cuerpo era demasiado “flaco” para la media estandarizada y tuve que soportar durante toda la escuela secundaria apodos variopintos. Al principio me reía porque todes reían, pero fue haciendo mella en mi autoestima a un nivel profundo. También descubrí que la confianza, la ingenuidad parecían ser atributos malinterpretados y asumí muchos años la subestimación de les otres hacia eso. Me llevó muchos años entender que esos eran valores y no defectos.

En la adolescencia descubrí también la competencia, la crueldad, la deshonestidad…Aun así me mantuve en lo que quería -el teatro- pagando un precio quizás demasiado caro en el desarrollo de mi autoestima y valía personal que requirió mucho trabajo personal en mi juventud y adultez.

¿En qué momento nació tu amor por el teatro?

-Surgió en mi niñez, gracias a una gran maestra, la enorme Alita Calí. Ella nos propuso en quinto grado hacer una obra de teatro para despedir a los chicos/as de sexto. Me mostró un camino antes desconocido para mí. A partir de ese momento dije: esto es lo que quiero hacer toda mi vida.

Integraste el elenco provincial de teatro, dirigido por Marta Cañete. ¿Cuándo fue y qué importancia tuvo?

-Integré el elenco infantojuvenil de la provincia de San Luis desde 1986 hasta 1992. En ese momento la provincia impulsó varias compañías provinciales de danza, teatro, orquesta sinfónica que ensayaban primero en el subsuelo del Canal 13 y luego enlas instalaciones del Centro Cultural Puente Blanco. Fuimos privilegiados ya que esas políticas nunca más volvieron a implementarse.

El elenco infantojuvenil fue un gran semillero de futuros actores, actrices y profesionales de las artes escénicas que luego completaron su formación profesional en otras provincias. Creo que esa fue la mayor importancia que tuvo.

Como elenco provincial representábamos a la provincia en festivales, ferias de libros, escuelas de todo el interior y en la ciudad de San Luis. Me brindó sobre todo experiencia en pisar diversos tipos de escenarios.

Viviste en Barcelona, recorriste Latinoamérica. ¿Qué vivencias te dejaron esos lugares a nivel personal y a nivel profesional?

-Las vivencias son impagables. El primer viaje fue el de Latinoamérica junto a mi pareja de aquel momento. Recorrimos desde Jujuy hasta México, durante siete meses de mochileros. Por tierra, rio, mar y aire. No solo descubrí otras culturas y maneras de vivir, si no que espiritualmente me dejó enseñanzas profundas y grandes personas que fuimos conociendo en el camino. Y un hijo…nuestro hijo fue gestado en Ecuador en nuestra plenitud de la relación. Volví con un embarazo de seis meses. Quería parir en mi tierra junto a mi gente. Viajar te abre la cabeza, el corazón y el espíritu.

Dos años después nos fuimos a vivir a Barcelona, muy inconscientes con un hijo de dos años, sin papeles – estaban en trámite – pero con muchas ganas e ilusión. Vivimos casi diez años allí. Fui una inmigrante ilegal que sobrevivía vendiendo artesanías de reventa en la facultad de Barcelona, compartimos piso con personas desconocidas de las cuales hoy somos grandes amigos/as, trabajé en todo tipo de trabajos precarios hasta que regularizamos papeles y fuimos encontrando mejores trabajos. Conocí a personas maravillosas que me abrieron el corazón, su casa, los recursos, las posibilidades laborales, etcétera. Una parte de mi corazón es catalán.

En Barcelona descubrí al teatro comunitario, me formé y fui coordinadora varios años del grupo de teatro Zona Norte en el centro cultural del barrio donde vivía, que era un teatro con toda la infraestructura de cualquier teatro comercial, un lujo para una latina.

Logre trabajar en escuelas, en una escuela de cine y hasta hacer un largometraje que se filmó entre Barcelona y Uruguay como directora de actores. Allí también conocí a mis dos grandes maestros de actuación: Jorge Eines y Javier Galitó Cavaen Técnica Meisner.

Sos autora de varias obras; “Blanco” fue una de ellas, ganadora de la Fiesta Provincial del Teatro en el año 2015 ¿Qué te interesó contar?; ¿Qué sentimientos afloraron cuando la interpretaste?

-No me considero autora o dramaturga. Escribí algunas pequeñas piezas para grupos con los que trabajaba y “Blanco” es la primera obra que escribí más por casualidad que por oficio. Surge de una catarsis muy personal después de una separación dolorosa en una noche de insomnio. Quedó archivada varios meses y un día la leí y me sorprendí de que todas esas palabras hayan salido de mis vísceras. Se la mandé a un amigo dramaturgo – Gonzalo Marull – dispuesta a que me criticara y corrigiera y me respondió: No toques ni una coma, no cambies nada. Así está perfecta. Eso me dio el impulso para llevarla a escena.

Quise contar las diversas violencias por las que vamos pasando las mujeres a medida que vamos creciendo, hay partes biográficas de varias parejas que fui teniendo, mezcladas con ficción, para dar sentido a lo que se iba contando. Las violencias que aparecen en “Blanco” van desde lo físico hasta lo espiritual englobando todos los estereotipos con el que la mayoría de las mujeres somos o hemos sido criadas: ser flacas, bellas, buenas madres, asertivas, ejecutivas, puras, rebeldes, pero no tanto, talentosas, sacrificadas, etcétera.También hace foco en el cuerpo de la mujer siempre sexualizado desde que comenzamos a desarrollarnos y a veces desde la infancia y plantea un desnudo total precisamente para romper por oposición la mirada hacia el cuerpo femenino.

Interpela a quienes ven en el cuerpo de la mujer unas tetas o un buen culo y por contrapartida muestra cómo un cuerpo es sólo un cuerpo que sufre, ama, tiene frío, hambre, etcétera. Después del impacto, la gente, el espectador, se olvida del desnudo y se centra en la historia que esta mujer cuenta.

Cuando la interpreté los sentimientos que afloraban eran variados y complejos: dolor, tristeza, nostalgia, rabia, impotencia, ternura, amor, desamparo, alegría, entre otros. La obra bucea por un océano de sentimientos por los que esta mujer va transitando a medida que va animándose a mirarse, reconocerse, morir y renacer .

¿Cómo surgió la idea “Leemos para abrazarnos”?

-Cuando se declaró el aislamiento sanitario obligatorio, el mismo coincidió con la fecha del Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia – el 24 de marzo – y me entristeció mucho que un día tan importante para mí, pasara desapercibido. Hablé con María Celeste Domínguez y le propuse “hacer algo”, no sabíamos muy bien qué…Y entre las dos surgió la idea de conmemorar esa fecha con lecturas alusivas homenajeando y dando voz a nuestros treinta mil desaparecides. Pero éramos dos…entonces Celeste hizo una convocatoria en su Facebook personal y se fueron sumando las personas que hoy integramos “Leemos para Abrazarnos”: Sandra Galvalicio, María Fernanda Schwindt, María Celeste Domínguez, Tatiana Urrutia, Romina Reta, Erika Dautorio, Gabriel Flores, María Alejandra Ochoa, Leonardo Núñez, Rosario Finelli, Andrea Raed y yo.

Esa primera lectura tuvo mucha repercusión y nos hizo tan bien en esos momentos de encierro e incertidumbre, que decidimos seguir haciendo lecturas una vez por semana para paliar el aislamiento y para lograr encontrarnos, aunque sea virtualmente a partir de las palabras, el arte y la literatura. También nos dimos cuenta de que comenzábamos a acompañar a otras personas que tenían el mismo sentimiento que nosotres, así es como surgió el nombre “Leemos para Abrazarnos”: ante la imposibilidad de un abrazo real, proponemos abrazarnos a través de las palabras. Hicimos lecturas ininterrumpidamente durante toda la pandemia una vez por semana y seguimos actualmente cada quince días.

¿Qué significa en tu vida la docencia?

-Amo ser docente. En la docencia descubro las infinitas posibilidades que tiene el arte, el teatro en el desarrollo de las personas. Y lo que puedo aportar como adulta en la vida de personitas que necesitan confiar, crear, creer y saber que su voz y lo que tienen para contar y ofrecer es importante para alguien. Disfruto mucho trabajar con adolescentes. Y confío mucho en ellos/as. Me lo demuestran cada año.

¿Te arrepentís de algo?

-Estuve pensando…y la verdad es que no me arrepiento de nada. Todo lo que viví, mis decisiones, mis aciertos y mis errores son parte de mi camino personal. Cada cosa me ha revelado algo importante.

(*) Licenciada en Comunicación Social; Química; Profesora de Enseñanza Media y Superior en Química. Esta nota fue gentileza de Daiana Calabrese, editora general de la revista La Palabra en Escena.