La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

EL GENOCIDIO ARMENIO

La disputa entre la negación y la historia sigue presente ante un nuevo aniversario. La violencia y muerte sufridas en las caravanas de más de un millón de deportados es un registro que estremece

Por Guillermo Genini

Aldea Contemporánea

El genocidio armenio representa un ejemplo mundial de disputa entre la afirmación histórica y la negación del pasado. La visibilidad del reclamo de justicia y reconocimiento que las comunidades armenias de todo el mundo sostuvieron durante todo el siglo XX, tomó mayor relevancia cuando el 24 de abril de 2021, por primera vez un presidente de Estados Unidos reconoció como un genocidio a la matanza de alrededor de 1,5 millones de armenios a manos de fuerzas turcas otomanas iniciada en 1915.

Este reconocimiento se sumó al de otros países que desafiaron la prohibición de Turquía, Estado heredero político y territorial del Imperio Otomano, a la afirmación que ese genocidio ocurrió. El primer país que lo hizo en forma oficial fue Uruguay en 1965 y Argentina acompañó este acto en 1985 bajo el gobierno de Ricardo Alfonsín, hecho que quedó plasmado en 2007 con la Ley 26.199 que declaró el 24 de abril como “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos”, en conmemoración del genocidio armenio. Otros países como Alemania lo hicieron oficialmente en 2016, mientras que la Unión Europea lo reconoció parcialmente desde 1987.

Su origen y concreción

El pueblo armenio está reconocido como uno de los más antiguos del mundo. Su existencia puede remontarse a los albores de la Antigüedad y Edad Media. Fueron los primeros en adoptar el cristianismo como religión en 301 d. C. y desde entonces esta religión ha sido parte fundamental de su identidad nacional, ya que con el pasar de los siglos el islam se convirtió en la religión dominante del Cáucaso y el Medio Oriente. Tras alternar períodos de independencia y sometimiento a diversos imperios, los armenios fueron dominados por los turcos otomanos, pueblo oriental islamizado proveniente del Turkmenistán, a fines del siglo XVI.

Durante los primeros siglos de dominación otomana, los armenios, por profesar la religión cristiana, fueron respetados por los turcos, pero fueron considerados súbditos de segunda clase por los sultanes y se impusieron sobre ellos severas leyes y controles que limitaron su accionar dentro de la vida pública y militar del Imperio.

Sin embargo, pese a estas limitaciones, los armenios pudieron mantener sus rasgos identitarios (religión, idioma, alfabeto, costumbres) hasta alcanzar cierto lugar destacado en las finanzas, comercio, enseñanza y administración otomana. Es por ello que durante el siglo XIX el decadente Imperio Otomano vio en los armenios un poder desafiante a su menguante autoridad.

En la segunda mitad del siglo XIX el Imperio Otomano fue desafiado por Rusia y otras naciones occidentales que lo derrotaron en varias guerras. En una de ellas, el Imperio Ruso arrebató parte de Armenia a los turcos en 1878. También se independizaron de su dominio varias naciones eslavas de los Balcanes y en 1856 bajo presión occidental se estableció la igualdad civil entre musulmanes y no musulmanes, pero estas reformas no evitaron la escalada de las tensiones internas. Para evitar el surgimiento de un desafío al interior del Imperio, los Sultanes de Estambul prestaron atención a la minoría armenia de sus dominios, temerosos que pudieran impulsar un movimiento independentista dentro de su territorio.

Efectivamente, entre los armenios surgió un movimiento de carácter nacionalista y secular que buscaban mayor autonomía y que recibió el apoyo de los rusos, deseosos de minar desde el interior el poder de los turcos. La reacción del Sultán Abdul Hamid II ante este desafío fue adherir con mayor fuerza al creciente nacionalismo turco que consideraba la superioridad y dominio de los turcos sobre las demás minorías que habitaban el decadente Imperio Otomano.

Tensión que anticipaba la masacre

Esta tensa situación se tradujo en acciones violentas que culminaron con las llamadas Masacres Hamidianas, ocurridas entre 1894 y 1897 durante las cuales se mataron más de 200.000 armenios en manos de bandas armadas con la complicidad de las autoridades. Estas matanzas son consideradas como anticipatorias al Genocidio Armenio e impulsaron un primer gran movimiento de emigración de armenios, especialmente hacia otras regiones de Oriente, América y Europa.

Sin embargo, pese a la situación crítica, la denominada Cuestión armenia no se resolvió. La población armenia seguía buscando mayor protección y autonomía, mientras entre los gobernantes otomanos se consolidaba la tendencia nacionalista que se expresaba en la agrupación política de los Jóvenes Turcos a comienzos del siglo XX. Simultáneamente Rusia y las potencias occidentales por diversos motivos, no estuvieron interesadas en apoyar el surgimiento de un Estado armenio independiente.

Cuando los Jóvenes Turcos alcanzaron el poder en 1908, la violencia contra la población armenia volvió a incrementarse. En 1909 se masacró a la población armenia de Cilicia en la costa del Mediterráneo, ante el silencio y la complicidad de la comunidad internacional, y en 1910 se trazaron los planes secretos para la eliminación violenta de la población armenia. Estas decisiones se apoyaban en el deseo desesperado de los Jóvenes Turcos por salvar los restos del Imperio Otomano, evitar la interferencia extranjera y lograr la uniformidad étnica y cultural de los turcos impulsando el panturquismo. Recientemente el historiador Daniel Feierstein ha sostenido que para lograr estos objetivos se impulsó una lógica binaria que buscaba destruir la identidad de la población no turca para lo cual pusieron en marcha planes de opresión, sentando las bases políticas, propagandísticas y legales del genocidio como “producto del odio de un pueblo hacia otro”.

Una columna de armenios es llevada a un campo de prisioneros por soldados otomanos, abril de 1915.

Si bien las decisiones de los Jóvenes Turcos, ya con la suma del poder bajo la fachada del reinando del Sultán Mehmed IV, fueron secretas y a futuro, pronto se crearon las condiciones para su implementación cuando estalló la Primera Guerra Mundial. En 1914 el Imperio Otomano se alió con los alemanes en contra de Gran Bretaña, Francia y Rusia. El principal frente de batalla estaba en el Cáucaso donde la población armenia combatió de ambos bandos. Tras una corta ofensiva, a comienzos de 1915 los turcos fueron derrotados y las fuerzas rusas contraatacaron, internándose en territorio otomano al sur del Cáucaso en una zona en la que ya se habían producido fricciones interétnicas entre armenios y musulmanes. Numerosos militantes de organizaciones armenias de corte nacionalista colaboraron con las tropas rusas con la intención de atacar el frente oriental otomano. Pero tras la retirada rusa se inició la represión.

La justificación

En de abril de 1915 se produjo una revuelta armenia de autodefensa contra los turcos en la zona del Lago Van, en la que masacraron a un gran número de musulmanes de su población y se estableció una corta República Armenia Independiente. Finalmente, los turcos retomaron el control de la zona y culparon a los armenios de colaborar con el enemigo. El 15 abril de 1915, el gobierno turco emitió la Ley de Traslado y Reasentamiento por la cual se justificó legalmente el inicio del genocidio.

El 24 de abril de ese año el gobierno de los Jóvenes Turcos, liderado por los denominados Tres Pashá, consideró que afrontaba una sublevación armenia de corte nacionalista dentro de su territorio y ordenó arrestar y deportar a los sectores las importantes de la población armenia. Ese mismo día se arrestaron a más de 250 intelectuales, políticos y financistas armenios, de los cuales la mayoría fue ejecutada.

Inmediatamente se ordenó también que los soldados y oficiales armenios del ejército otomano fuesen desarmados, desmovilizados y destinados a campos de trabajo, donde muchos fueron ejecutados acusados de conspiración. Las mismas medidas se tomaron con toda la población armenia del Imperio producto del odio racial y la extendida concepción conspirativa.

A partir del 11 de junio de 1915 se ordenó la deportación de más de un millón de armenios aproximadamente, pues las cifras oficiales no fueron registradas, de casi todas las regiones de Anatolia a Mesopotamia y del Cáucaso al Mediterráneo para ser concentradas en 26 campos de trabajo ubicados en su mayoría en Dayraz Zawr,Ra’s al-’Ain, Homs y Kahdemy su desierto circundante en el actual norte de Siria.

La práctica del genocidio fue simple y brutal. Se obligó a los expulsados a marchar por el territorio turco sin un rumbo fijo. Las autoridades turcas no dispusieron los medios para alimentar y proteger a los armenios durante su deportación, ni previeron recursos para su sustentación en los lugares de llegada. En algunas ciudades y pueblos se produjeron masacres generalizadas al momento de la deportación.

Pero la mayoría de las muertes se produjeron en las caravanas de deportados que estaban constituidas por mujeres, niños y ancianos que murieron de hambre, enfermedades o inanición a lo largo de los caminos de todo el Imperio. A ello se agregó la agresión de la población local que golpeaba, robaba y violaba a los deportados.

La población turca, bajo una constante propaganda gubernamental que culpaba a los armenios por la derrota en la guerra y otros males internos, apoyó mayoritariamente la práctica de las deportaciones y su hostigamiento. Se incentivaba la colaboración en las masacres y expulsiones bajo la promesa de la confiscación y traspaso de los bienes de los armenios expulsados o muertos. Todo acto de resistencia o rebelión armenia era presentado como parte de una conspiración, lo que justificaba la participación de fuerzas irregulares y del ejército otomano en la represión armada. No hubo un solo lugar de enterramiento para los muertos por lo que miles de cadáveres se dispersaron a lo largo de caminos, campamentos, fosas comunes improvisadas y campos de concentración.

Tras la derrota definitiva del Imperio Otomano en 1918 en la Primera Guerra Mundial, estas prácticas disminuyeron, pero sus efectos continuaron por varios años más. Los observadores y testigos occidentales y los historiadores armenios afirman que hasta 1923 algunos campos de concentración seguían activos.

Como parte de la presión internacional sobre los crímenes de guerra cometidos contra la población civil, simultáneamente a la disolución del derrotado Imperio Otomano y el nacimiento de la Turquía moderna, entre 1919 y 1921 varios altos funcionarios otomanos fueron juzgados en relación con las atrocidades cometidas. Las nuevas autoridades turcas culparon por los crímenes a los Tres Pashá, IsmailEnver, Ahmed Cemal y Mehmed Talat, quienes dirigieron el gobierno turco como una dictadura militar colectiva desde 1913. Como los principales acusados ya había huido al extranjero, fue condenado a muerte en ausencia, por lo que se cuestiona si hubo realmente ánimo de alcanzar la justicia y la verdad. También se condenaron a algunos gobernadores locales como Mehmed Kemal Bey y a mandos militares.

Más allá de estos juicios, en el caótico escenario que presentaba Turquía y el Cáucaso al terminar la guerra, las potencias triunfantes mostraron poco interés en resolver la cuestión armenia y su genocidio. El nuevo gobierno turco encabezado por Mustafa Kemal rechazó la ratificación del Tratado de Sevres, que implicaba la creación de una Armenia independiente, por considerarlo injusto y humillante para la población turca. En septiembre de 1920 se lanzó una invasión a gran escala de la Armenia turca donde las tropas de Kemal impidiendo la creación de una nueva nación en su territorio. Simultáneamente se inició una política de ocultamiento y negación del genocidio armenio por parte de Turquía contra el cual se alzó la lucha por la verdad histórica.

Campo de refugiados para armenios en Beirut, entre 1915 y 1920.