El aura de los sonajeros
Por Néstor Demo (*)
Tiene una pasiva mirada, que espera respuestas, a un inquietante plantón de réplicas, para sus formas de sabia inexperta y ofuscada, receptora de estampadas y de enojos.
La ira que le genera, desaparece en menos de un segundo y ese abrupto aluvión, amortigua mis ansias y lo colmo de besos, a un pómulo sin rostro, fugas en su desazón.
Sin que sepa lo que es bello, deja mirar al viento y le ofrezco mis ojos a sus lienzos trasparentes; primero la vida, después camina y mucho después sus dientes, boca que balbucea palabras que no sé, que muerden orejas y desgarran con sus parsimoniosas alas, a un mundo de cuentos en tal vez.
Tiene una sombra a cada lado, que solo yo puedo ver y duerme abrazado a las aletas de un árbol, nadando entre Neptuno y Adiala, sin oscuridad ni desasosiego, con una ruta de vuelo entre aquel vientre y este amanecer. No conoce los segmentos ni el tiempo, solo sabe que es muy intrigante no saber y aún no entiende por qué, son 2 veces las 3.
De pausas está su día, inocencia que no lo es, ontogenia y metafórica senescencia, acumuladas a cada paso, con cada torpeza y en todos sus llantos, cuando descubre que no todo es lo que parece ser, la tempestad del río y la leche tibia en su boca de miel, todo pasa entre lunas y atardecer.
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(*) Néstor Demo, médico, pediatra. Amante de la literatura y apasionado por la música.