La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

IL CAVALIERE

El vínculo entre el Estado y las mafias es un tema transversal en la historia italiana. La muerte de Berlusconi revive la discusión y obliga a mirar hacia atrás

Agustina Bordigoni

La muerte de Silvio Berlusconi, primer ministro de Italia en tres oportunidades, volvió a poner sobre la mesa el debate sobre su escandalosa vida. Una que el político, magnate de medios de comunicación y exitoso empresario se preocupaba en definir como “privada”.

Más allá de los escándalos y denuncias por abuso sexual o prostitución de menores, que precipitaron su caída en 2011 junto a la crisis en la eurozona, la privacidad de Berlusconi fue mucho más allá de la supuesta comisión de estos delitos.

Y es que la historia italiana también es una historia ligada a la mafia, a las organizaciones que crecieron y se ramificaron primero gracias a la ausencia y luego a la venia del Estado, que propició (o al menos no obstaculizó) su actividad.

Berlusconi marcó más de tres décadas de la política en Italia. Su modo de llegar al poder y de ejercerlo también significaron un cambio respecto a lo conocido. Las mafias, en cambio, no eran nuevas. Y, según las investigaciones que no pudieron terminarse, la alianza entre Berlusconi y la organización conocida como Cosa Nostra, tampoco.

La mafia como ideal romántico

Existe, si se quiere, tanto en las películas como en la literatura que la retrata, una imagen romantizada de la mafia. De peleas por el honor, por los valores familiares, y no tanto por los millonarios negocios que llevan detrás.

La primera idea romántica de las mafias surge de una leyenda, difundida por las propias organizaciones criminales.

Cuenta la historia que tres hermanos castellanos, de nombres Osso, Mastrosso y Carcagnosso, huyeron de Toledo tras un crimen en defensa del honor de su hermana, que había sido violada. Los tres protagonistas de esta historia escaparon rumbo a Italia en el siglo XV, después de intentar hacer justicia por mano propia. Quiso el destino que naufragaran en la isla de Favignana, próxima a Trapani (Sicilia). Allí vivieron durante 29 años, hasta que decidieron separar sus caminos. Así, mientras Osso quedó en Sicilia, Mastrosso y Carcagnosso decidieron ir hacia Calabria y Nápoles, respectivamente. Después de esa separación, los hermanos fundaron la Cosa Nostra, la ‘Ndràngheta y la Camorra, tres grandes organizaciones mafiosas que comenzaron a operar en Italia.

Según esta historia mitológica, un crimen en defensa del honor familiar habría llevado a estos hombres a escapar hacia Italia, y a construir organizaciones basadas en esos mismos valores de honor familiar, que se trasladaron a cada uno de sus clanes.

El origen de las organizaciones

La verdadera historia de la mafia suele situar su origen en el siglo XVIII. Fue la inacción del Estado la que no solamente permitió su surgimiento, sino también propició su expansión.

En 1738, una terrible sequía azotó las tierras italianas, generando una disputa en Sicilia por el escaso alimento que había para quienes huyeron de otras zonas en peor condición. El rey Carlos III de España, bajo cuyo mando se encontraban estas tierras, no hizo nada ante el pedido desesperado de los sicilianos, que veían sus recursos acabarse ante la llegada de migrantes de otras regiones.

Así, las primeras “familias” de la mafia, surgieron como autoridad dentro de una región sin autoridad: eran estos clanes quienes se dedicaban, armados y a sueldo, a proteger los territorios. Incluso, en algunos casos, llegaron a alquilar terrenos a los que deseaban producir, siempre con un canon incorporado bajo el ítem de protección.

La situación se precipitó cuando Sicilia pasó a formar parte del Reino de Italia unificado. Para entonces los clanes familiares ya estaban formados, y la resistencia del sur hacia el norte que, consideraban planeaba saquear sus recursos como en la gran sequía, también seguía en pie.

En su Diccionario de Política, Norberto Bobbio señala que las mafias terminaron por “organizar” las relaciones entre peón y patrón, obteniendo una renta de la tierra sin tener ningún poder real sobre ella. Por ende, señala el autor, las mafias ejercían su control en dos direcciones: “hacia los propietarios para pagar los alquileres más bajos posibles y hacia los campesinos para que entreguen Ia totalidad de Ia cosecha”. De allí al control de la economía de la zona hubo un solo paso, que se completó con otros más. “A través de los mercados penetra más tarde en las ciudades, donde se dirige hacia las licitaciones de obras públicas”.

Sin reglas escritas pero sí claras, las mafias, concluye el autor, son una “forma de monopolio de la violencia que sustituye los poderes del Estado y se encarga de mantener el ‘orden’ más allá de la ley”. Estos grupos funcionan mediante una especie de “acuerdos entre amigos” o con el uso de la fuerza, “en situaciones más difíciles”.

La definición y el origen de las mafias, como reemplazo del Estado, es similar a la de cualquier otra organización criminal, dedicada a negocios ilícitos y a la extorsión. La mafia italiana, con todo el interés que genera, suele presentarse como diferente a casos como el de las pandillas o maras de El Salvador, o a otros grupos criminales que operan en diferentes países del mundo, pero la realidad es que, si bien existen diferencias, tienen grandes similitudes.

La historia de los tres hermanos parece una historia de honor, basada en la idea de la defensa de los valores familiares. Pero la mafia italiana, conservadora al interior, también suele ser innovadora a la hora de buscar nuevas formas de negocio y adaptarse a las realidades del mundo. Actualmente, por ejemplo, se dedican a la trata de personas migrantes, que llegan con cada vez más dificultad a una Europa cerrada.

La Cosa Nostra

Si buscamos identificar rasgos distintivos de las mafias italianas, sin dudas estos son el silencio y la lealtad. El pacto de mantener el secreto entre sus miembros es algo que se mantuvo en el tiempo. Ya sea por una cuestión de temor o por una cuestión de “principios” al interior de las organizaciones.

Las declaraciones de algunos arrepentidos comenzaron a dar pistas sobre esos secretos tan bien guardados por muchos años. Sobre todo de la Cosa Nostra, a través de las declaraciones de uno de sus miembros, Tommaso Buscetta y de uno de sus líderes, Salvatore Lo Piccolo, que fue detenido en 2007. Allí aparecieron una vez más los elementos de la leyenda de los hermanos: el respeto a la esposa, a los demás mafiosos y la puntualidad son requisitos para ser parte de estos clanes. El cuento seguía creando una imagen, si se quiere, idealizada de la mafia.

Fueron esas historias las que forjaron películas, libros e historias en los que las mafias, si bien son grupos criminales, también están formadas por seres humanos leales, con sentimientos.

La historia de Osso, Mastrosso y Carcagnosso, no solamente viajó en el tiempo, sino también a nivel espacial. Estos grupos hicieron pie en otros países, como los Estados Unidos, en donde rápidamente formaron nuevas redes y negocios. No escaparon, esta vez, tras haber vengado a un familiar, sino buscando nuevos horizontes de negocios. Allí formaron nuevos clanes, activos hasta hoy.

Los hermanos y Berlusconi

Durante años las mafias, reemplazo del Estado, no pudieron actuar sin él. Por eso, la vinculación entre políticos italianos (o su sospecha) ha sido una constante en la historia del país.

La muerte de Berslusconi deja abiertas dudas sobre la vinculación del ex primer ministro con estos grupos, especialmente con la Cosa Nostra. Durante los últimos años numerosas investigaciones se abrieron para determinar la complicidad del magnate con los grupos criminales, pero el hermetismo y el secreto que lograron las mafias, así como el gran poder que ejercen en todos los ámbitos estatales, complicaron las investigaciones.

Berlusconi llegó a la política en 1994, y dos años después comenzaron a conocerse las causas por sus posibles vínculos mafiosos. Marcelo Dell’Utri, abogado y figura importante de “Forza Italia”, el partido que permitió la llegada al poder de Berlusconi y que hoy forma parte de la coalición de gobierno, fue condenado incluso por tener una asociación con la mafia.

La fortuna del ex mandatario italiano también genera dudas sobre el origen de los fondos: que un cantante de cruceros se convirtiera en uno de los hombres más ricos de Italia genera dudas, al menos, entre sus detractores. Berlusconi dejó una fortuna cercana a los 7000 millones de dólares.

Aún con pruebas, entre las que se encuentran escuchas telefónicas, el trabajo se hizo cuesta  cuesta arriba para los fiscales, cuya vida está amenazada de manera constante.

Con la muerte de Berlusconi las investigaciones no llegarán a hacer justicia con él, pero al menos podrían terminar con el silencio en Italia.

El mismo silencio que la actual dirigencia italiana, abiertamente en contra de la migración, mantiene sobre las actividades ilícitas que los grupos criminales encontraron como nicho de mercado: aprovecharse de la necesidad de quienes tienen que huir de sus países.

Así, el Estado cómplice emerge, por acción o por inacción, tal como en la Sicilia del siglo XVIII.