Raúl Rosso (*)

Siempre pensé que el amor era como la política, que se trataba de lucha de intereses, verdades a medias, discursos sin contenido, constante negociación, alianzas y también traición.

En la apertura de sesiones del Concejo Deliberante se sentó a mi lado una concejal nueva, era muy luminosa, pero olía a alcohol, dio un discurso sólido, muy lúcido, y yo, con cada palabra que pronunciaba quedaba atrapado. Al término del encuentro un inusual y desconocido impulso brotó en mí y me animé a decirle, “me llamo Luis”, ella muy naturalmente me dijo: “todos me dicen Chela”, desconociéndome por completo le dije “te invito esta noche a cenar”, sonriendo me dijo, “qué desafío, nunca salí con un hombre veinte centímetros más bajo que yo, decime hora y lugar”.

Llegué temprano a la cita, estaba ansioso y desconcertado de mí mismo, llegó tarde y dijo, “perdón por la demora, salí a comprar zapatos sin tacos” y se sonrió. A lo largo de la cena tomamos dos botellas de vino, yo sólo bebí una copa, el resto lo tomó ella, con cada copa su arrastrado hablar se ponía más lúcido, mientras sus ojos caían lentos, pausados, eternos. No podía dejar de contemplarla mientras pensaba, está borracha, ebria, re en pedo, y yo estoy loco por ella, hipnotizado, admirando sus sensuales párpados. 

Internamente me dije, es tan para mí. 

Desde su prematura muerte dejé de decir que el amor es cómo la política, ahora digo que el amor tiene cara de Chela. 

(*) Soy Raúl Rosso, argentino de 60 años. Nací en un hogar humilde, mis padres almas libres, me dieron amor, vuelo, códigos y valores. Abracé con pasión el teatro y el sendero de los RRHH, soy un agradecido de mi familia, amigos y de mi pasado, me declaro ser humano y abrazoterapeuta. Sueño para cuando sea mayor poder dedicarme a las letras escritas.