La Aldea y el Mundo, San Luis

La Luna, ese ideal

En un aniversario más de la llegada del hombre a la Luna, la historia detrás de la inspiración de los poetas

Por Agustina Bordigoni

“Algunos se preguntarán por qué la Luna, por qué elegimos esto como nuestra meta y tal vez también se pregunten: ¿por qué la montaña más alta? (…) Nosotros elegimos ir a la Luna, elegimos ir a la Luna en esta década y hacer otras cosas, no porque sea fácil sino porque es difícil”, dijo John Fitzgerald Kennedy en un discurso el 12 de septiembre de 1962. Luego, el entonces presidente de los Estados Unidos dio detalles de la exploración que, prometía, se llevaría adelante antes del final de la década.

El 20 de julio de 1969 el Apolo 11 aluniza. Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins se convierten en los tres primeros hombres en llegar a la Luna.

Kennedy cumplió su promesa, pero no vivió para verlo. Asesinado en 1963 no podría ser testigo de ese gran salto para la humanidad que significaba la llegada del hombre a la Luna. Y no podía haber hombres más representativos de la humanidad que los estadounidenses, eso estaba claro para ellos.

Pero, visto a más de medio siglo de distancia, parece que no existía tal claridad.

Dejando de lado el hecho principal (pisar la luna), quienes iniciaron la carrera espacial, una batalla más dentro de una gran guerra, estaban convencidos de que lo sabían. Llegarían a la Luna porque se trataba de un desafío a ganar, según palabras del propio presidente. Llegarían a la Luna durante la Guerra Fría, en el contexto menos poético del satélite natural que inspiró a tantos escritores y directores de cine, y al que tantos quisieron llegar.

Pero fue imposible tapar la Luna con las manos. Era y sigue siendo ese el hecho principal, aunque muchos todavía no lograron verlo.

La conquista del espacio

La conquista del espacio sería la conquista del mundo. De esa manera estaban planteados los términos a finales de la década de 1960. Y el viaje a la Luna formaba parte de esa carrera por convertirse en la potencia mundial por excelencia. Atrás quedaban los motivos idealistas, esa obsesión del ser humano por llegar hacia lo desconocido, por conquistar lo imposible. La Guerra Fría, en cambio, se convirtió en el impulso para conseguir ese ideal.

Durante la década del 60, además de los conflictos en los que tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos intervinieron (tal es el caso de la Guerra de Corea o la de Vietnam), las grandes potencias comenzaron una guerra por el desarrollo armamentístico. 

¿Por qué la Luna?, preguntaba Kennedy en su discurso. Simplemente porque se conjugaron, por entonces, los factores necesarios para emprender ese camino: una gran inversión, la tecnología apropiada y la voluntad política de hacerlo.

El primero y el tercer factor, claro está, están íntimamente relacionados. El viaje a la Luna costó años de investigación, que necesitaba a su vez de una importante cantidad de recursos. Entre ellos, recursos humanos. Paradójicamente el principal recurso humano provendría de un antiguo rival: se trataba de Wenher Von Braun, un antiguo colaborador del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y que fue una figura central en el desarrollo tecnológico que llevaría a los Estados Unidos a la Luna.

Pero las intenciones de pisar el satélite encontraron voluntad política por una cuestión: la URSS estaba aventajando a EE.UU. en la carrera espacial.

En ese punto, el viaje a la Luna se trataba más de una eventualidad que de un objetivo trazado a largo plazo.

Foto izq.: Tripulación del Apolo 11. De izquierda a derecha: Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin. Al medio: Armstrong en la Luna, el 21 de julio de 1969. Der.: Neil Armstrong, comandante de la misión de aterrizaje lunar Apolo 11 en su traje espacial.

Muchas batallas pero no la guerra

Mucho antes que los estadounidenses, los soviéticos habían conquistado el espacio, y de diversas maneras.

El 4 de octubre de 1957 el satélite Sputnik 1 fue el primero en orbitar la tierra, y en 1961 el soviético Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en viajar al espacio.

¿Por qué viajar a la Luna? Sin dudas, “esa meta servirá para organizar y probar lo mejor de nuestras energías y habilidades. Porque éste desafío es uno que estamos dispuestos a tomar, uno que no estamos dispuestos a posponer y uno que pretendemos ganar”, aseguraba el presidente en 1962. ¿Y a quién había que ganar? ¿Se trataba, realmente, de un gran paso para la humanidad?

La realidad es que los recursos empleados para la carrera espacial que se intensificó a partir de ese momento se invirtieron en un objetivo mayor, uno que era tan importante para la humanidad que 50 años después seguiríamos recordando.

Decenas de batallas fueron ganadas por la URSS, que finalmente perdió la guerra espacial. Nadie había realizado tal hazaña. Ningún otro país lo logró después.

El Sputnik 1 que giró alrededor del planeta emitiendo su famoso blip blip blip (un sonido que en Estados Unidos intentaron descifrar sin éxito –ya que no había secretos ocultos en él–) fue para la URSS un rotundo éxito político. Y eso mismo fue lo que se convirtió en una amenaza para los Estados Unidos. Luego de eso, en 1958, se fundó la nueva agencia federal espacial, que todos conocemos como NASA.

De ahí a la carrera por llegar a la Luna había un solo paso, y un salto que los Estados Unidos estaban dispuestos a dar en pos de un fin –a su criterio– superior.

Quienes realmente observaron los avances como un salto para la humanidad fueron precisamente los miembros de la parte más humana de ella. El astronauta soviético Yuri Gagarin, partícipe necesario de la lucha por la supremacía entre las potencias, dijo emocionado al llegar al espacio: “Veo la tierra. ¡Es tan bonita!”. No había nada más genuino y nada menos genuino en esta batalla.

Sin duda sus sentimientos lo eran. Porque era genuino el anhelo humano de conquistar el espacio, aunque los fines no tuvieran que ver con ese anhelo. Tan anhelado era ese acontecimiento, que hay quienes dudan de que realmente haya sido posible.

Wernher von Braun, fue un ingeniero mecánico y aeroespacial alemán, nacionalizado estadounidense en 1955 con el fin de ser integrado en la NASA. Está considerado como uno de los más importantes diseñadores de cohetes del siglo XX, y fue el jefe de diseño del cohete V-2,  así como del cohete Saturno V, que llevó al ser humano a la Luna.

Las sospechas

Una gran cantidad de películas, documentales y teorías conspirativas dudan de que la llegada a la luna del Apolo 11 se haya producido realmente. Una bandera flameante en un ambiente sin viento (e incluso invisible en las actuales observaciones al satélite), la falta de estrellas en las fotos y la promesa incumplida de los sucesivos presidentes norteamericanos de volver alimentaron a los más incrédulos.

Con la misma fuerza, hay quienes se han dedicado a responder a cada una de las dudas e interrogantes.

De hecho, el viaje en el Apolo 11 fue el primero, pero no el único en alunizar, otros viajes tuvieron éxito (aunque no se hicieron conocidos) desde 1969 hasta 1972. Después de eso, es cierto, las promesas de volver quedaron incumplidas.

Si eso fue producto de un engaño del que la humanidad fue víctima, o se trató de un viaje que realmente no tenía el objetivo de llegar a la Luna sino el único de ganar la carrera espacial, evidentemente nunca lo sabremos con certeza.

Pero lo seguiremos recordando, ya sea por lo que significó como acontecimiento histórico, sea porque queremos desmentir las imágenes que dieron la vuelta al mundo.

Lo que fue y lo que será

Luego de la Guerra Fría, los avances en los estudios del espacio han sido conjuntos. Rusia, desgastada económicamente después de la Guerra Fría pero con una gran capacidad tecnológica, encontró en la inversión estadounidense un complemento, y viceversa.

Sin embargo, nada sería igual. El impulso inicial estaba perdido, como las esperanzas de volver a la Luna. La ilusión de llegar Marte es el objetivo del que se habla, el próximo a lograr. Pero no será tan fácil conseguirlo sin ese contexto tan terrible, el que propició a la vez algo tan fascinante.

Y es que lo que ocurrió el 20 de julio de 1969 implicó ver a la Tierra como nosotros a la Luna. Tan significativo como eso. Un planeta en el espacio del que todos –a pesar de creernos tan grandes– somos insignificantes ocupantes temporales. La conquista del espacio no cambia esa circunstancia.

Producto de una guerra y no de un ideal, la carrera espacial tuvo una ventaja con la que no contaron otros conflictos mundiales: esta vez la guerra, al menos, condujo a alguna parte.