La Aldea y el Mundo, San Luis, Tertulias de la Aldea

Detrás de una gran mujer, hay un gran descubrimiento

A lo largo de los siglos, mujeres brillantes desafiaron las barreras de género para dejar su huella en la ciencia. Conoce las historias de estas pioneras olvidadas que cambiaron el curso del conocimiento.

Martín Cabanes                                    

Contribuciones invaluables en la ciencia tienen su origen en la observación, el estudio e investigación tanto de hombres como de mujeres de las épocas más remotas. Sin embargo, a estas últimas, no siempre se les ha dado el justo reconocimiento. A continuación un breve paseo por la antigüedad junto a estas primeras mujeres, que pisaron fuerte en la creatividad, la inventiva y el descubrimiento.

Más que un puñado de nombres

El Antiguo Egipto fue cuna de muchos de los inventos que usufructúa el ciudadano moderno, incluso de las bases técnicas de invenciones mucho posteriores en el tiempo que en la actualidad se dan por sentado. Poco conocido es el hecho de que la tierra de los faraones también parió algunas de las féminas más brillantes de la Historia. 

Peseshet, nacida en torno al 2500 a.C., cuando la mayoría de naciones del Occidente aún no veían la luz, es la médica más antigua de la que se tiene registro hasta el momento

Hace más de 4500 años ostentaba el título de “supervisora de los médicos” velando la excelencia por parte de los sunu (o “médicos”) a su cargo y probablemente influyendo en la mejora de instrumentos quirúrgicos complejos. Así también era “supervisora de los sacerdotes funerarios”. 

Gracias a una tablilla cuneiforme datada del 1200 a.C., es que conocemos la labor y existencia de quien es considerada la primera mujer química. 

En otra geografía y siglo, Tapputi-Bellatekalim, hacía historia en Mesopotamia como la inventora del alambique, e incluso, cuenta la tablilla, escribía un tratado sobre perfumería

Se dedicaba también con éxito a la fabricación y venta de perfumes para las mujeres más acaudaladas del reino.    

La línea del tiempo no se detiene en un mundo distante de tanta riqueza material y cultural. 

Un puñado de nombres femeninos y sus títulos hacen de puente hacia el final de lo que se ha convenido en llamar “Antigüedad”. 

Pintura “Aspasia en el Pnyx”, Henry Holiday, 1888.

Así, entre otras científicas, nombramos a Aspasia de Mileto, maestra de retórica y logografía, que influye en la vida cultural y política en Atenas entre el 450 y el 445 a.C. y Artemisia II de Caria, botanista e investigadora médica, que descubre en Persia una amplia variedad de usos de la planta artemisia vulgaris, hoy conocida como hierba de San Juan. 

En el siglo IV de la Era Cristiana nos encontramos en una época cosmopolita, donde, desde hace ya varios siglos, se respira una gran afluencia e intercambio de ideas y desplazamientos humanos en busca de conocimiento, incluso para los estándares actuales. 

El centro de esta masividad internacional y destino común era Alejandría. Las mujeres, sin embargo, comienzan a ser percibidas como criaturas peligrosas y castigos divinos. 

Artemisia II de Caria, por Johann Heinrich Tischbein, 1775.

En Egipto nace Hipatía (a pesar de la insistencia académica por llamarle “griega”), ella dictaba clases de geometría, álgebra, astronomía o filosofía neoplatónica, mientras estudiaba y mejoraba el planisferio y el astrolabio, instrumentos cruciales para la astronomía. 

Sinesio, en la carta 16 de su epístola, se refiere a ella así: «madre, hermana y profesora, además de benefactora y todo cuanto sea honrado tanto de nombre como de hecho». 

Como maestra, sabemos, por autores grecorromanos, del carisma transmitido a sus estudiantes. Mujer de fuertes convicciones éticas, se negó a adoptar el nuevo dogma impuesto y pereció a manos de la estupidez y miedo ajenos, pero su legado logró vigencia y es a través de él que está más viva que nunca. 

La voz, que no puede ser acallada, guía el trabajo sincero de estudiosos, abriéndose camino entre la soberbia posmoderna y su aceptación de caratular como “científico” sólo lo que está bajo un solo prisma. 

Actualmente se develan más nombres en áreas de estudio antes reservadas para los hombres. Aquellas grandes pioneras y abnegadas mujeres de ciencia señalan así el sendero para inspirarnos y contarnos acerca de un tiempo donde el único requisito para acceder al conocimiento era la ardiente sed de ser humildes ante un universo de saber. 

Fuentes consultadas: 

Exposición “Ellas. Mujeres con Ciencia” de la UCM/ “Hipatía de Alejandría” por María Dzielzka/ “Rebelión en el laboratorio” por Nora Bär